jueves, 28 de abril de 2011

MADE IN JAPAN

Una vez mis retinas contemplaron el “azote” de La Tierra a Japón y tras percatarme como la tragedia se apoderaba del país, lo que más me sorprendió de todo lo acontecido, fue la tranquilidad con la que los autóctonos afrontaban la catástrofe.
Ver una cola de un kilómetro de largo para acceder a un supermercado y abastecerse de alimentos básicos, sin atropellos, sin discusiones, desde mi modesta opinión, es una realidad que está al alcance de muy pocos países occidentales (por no decir ninguno).
De esta admirable tierra destaco la fortaleza para superar las adversidades, su capacidad de reacción ante semejante estrago.
Mahatma Gandhi decía que ante las injusticias y las adversidades de la vida... ¡calma!, y así es, que desde que tengo uso de razón (aún me queda mucho para alcanzarla), intento solucionar los enigmas que día a día la vida me plantea con sosiego. Y claro, qué se le puede recriminar a alguien que lo intenta.
Los japoneses ni siquiera lo han intentado, lo han hecho.
Desde niños se nos educa para que aprendamos historia y literatura, se nos explica que leer es bueno, que practicar deporte es necesario, y que lavarnos los dientes es obligatorio. Así, un millón de cosas. Todo esto es indispensable y bueno, pero lo realmente imprescindible para tener equilibrio en nuestra vida, lo que realmente nos ayudará a adaptarnos a nuevas circunstancias y superar problemas, es la calma, y esto, no se nos enseña.
Japón ha dado una lección al mundo a la hora de “hacer frente” a una tragedia. Cada uno debería coger una muestra de los nipones y analizarla en nuestro laboratorio más íntimo, para tenerlos presente siempre que nos sintamos ahogados por los “tsunamis” diarios.