martes, 24 de septiembre de 2013

JUICIOS AJENOS


Nosotros no somos los demás; yo no soy tú y mi equipaje no es el tuyo, ignoro qué llevas tú en el tuyo, pero el mío va cargado de lágrimas, risas, dolores, alivios, angustias, amores, celos, alegrías, cicatrices, sentimientos, rabia, miedos, deseos, sorpresas, felicidad, tristeza, y todo ello ha condicionado mi historia. Así pues, ¿cómo eres capaz de juzgarme? Y ¿cómo voy a juzgarte? Si tu bolsa de equipaje estará cargada de lo mismo…
¿Cómo te voy a decir yo cómo has de gestionar tu vida, cómo debes vivirla, qué debes decidir, qué sentir o escoger?
Si yo ya tengo dificultades para vivir la mía de forma creativa y equilibrada, ¿quién soy yo para creer que mi visión es superior a la tuya?
 Juzgar la vida de los demás es una forma de expresar insatisfacción con la nuestra. Cuando juzgamos, lejos de realizar una observación u opinar, dejamos caer nuestra crítica sobre la vida ajena, sin pararnos a reflexionar y preguntarnos ¿Acaso es mi vida perfecta?
Nuestra vida nunca será perfecta, siempre habrá lagunas que nos condicionarán para no mantener el vuelo a la misma altura.
La atención que prestamos a la vida de los demás, se la estamos restando a la nuestra, con lo cual, buena parte de nuestra energía la desperdiciamos, en lugar de emplearla en sopesar cómo mejorar nuestra situación. 
Aquel que ocupa parte de su tiempo juzgando a los demás, suele ocultarse de este modo a sí mismo, la insatisfacción que tiene con su vida, su vacío. Por eso, juzgando a los demás, evita y camufla sus necesidades. Haríamos mejor en respetar y no juzgar, en considerar las distintas individualidades y tener en cuenta que si uno cambia facetas de vidas ajenas, los demás harán justamente lo mismo con las nuestras, puesto que todos somos distintos y tendemos a adecuar nuestra vida a nuestra forma de ser.
La tortuga ve el mundo desde el suelo. El águila lo contempla desde el aire. ¿Quién tendrá más razón al descubrirlo?