viernes, 18 de diciembre de 2009

Y LLEGÓ LA NAVIDAD...


…siempre abrazada a diciembre, mes que mientras “no cambiemos el calendario”, será el que indique que el año llega a su fin. Cierra una etapa, un ciclo, dejando atrás nostalgia por los buenos instantes exprimidos y la ilusión por transformar los momentos difíciles. Da paso a unos días llenos de ilusión y esperanza. Esperanza, para que todo lo que conlleva la llegada de un nuevo año, llene los vacíos y “rebose” los que ya estaban llenos.
Las noches, “dejan de ser noches”, se iluminan por miles de bombillas, escaparates alumbrados, el humo de las castañas asadas y sobre todo, lo que realmente da VIDA a estas fechas, los niños, hasta altas horas de la madrugada jugando con los estallidos de los petardos, consiguiendo que respiremos un olor típico en estas fechas. Mientras inhalamos esa “fragancia” a dinamita quemada, nos invade el optimismo por el cambio, y no sólo de un nuevo año que empieza a asomarse. La ilusión por una “permuta” trae consigo, hasta para los escépticos, la credibilidad de que todo será especial, deseable y sobre todo “diferente”.
La llegada de los venideros doce meses arrastra una quimera “vendida” por nuestra idiosincrasia para que nuestras vidas cojan un rumbo distinto al presente. Girar el timón hacia un futuro floreciente, a mí entender, depende de nosotros. Tenemos el potencial necesario para cambiar interiormente y todo cambio, es un proceso de transformación interna que nos permite comenzar a dirigirnos en una nueva dirección, alejándonos de lo que nos desagrada y perjudica, y acercándonos hacia lo que nos beneficia y produce placer. Ocurre, que tememos al cambio por no saber actuar. A razón de que lo nuevo no es algo definido. Una forma de defenderse de lo desconocido es agarrarse a lo conocido y, consecuentemente, negamos lo nuevo. Espero y deseo que con la llegada de este “nuevo año” nos atrevamos a cambiar, o al menos INTENTARLO. Intentar acariciar la orilla de esos anhelos que invaden nuestro día a día.
Y como ejemplo, giro el timón de este escrito y realizo un “cambio” para aprovechar la ocasión y navegar por el “mar” del agradecimiento. Quiero dar las gracias a todos los que me leen, dejan su comentario y a los que se quedan empapados por mis pensamientos transformados en letras. A los que han puesto “cara” atreviéndose a ser seguidores de los pasos del agua que emana este arroyo. Y sobre todo, a mi BUENA amiga Nuke. Sin ella todo lo que aquí está expuesto no sería posible. Insistía en que este “humilde arroyo” debía nacer. Que había manantial suficiente para humedecer toda la frondosidad de este bosque.
Desearles a todos una FELIZ NAVIDAD y que la llegada de este año 2010 cumpla los anhelos más profundos.

martes, 1 de diciembre de 2009

LA MIRADA DE MI PADRE


El pasado viernes, último de este otoñal mes de noviembre, salí temprano de casa para dirigirme a mi trabajo, empapándome del eco del canto del gallo, es decir, terminado ya el gallicinio. Una vez sentado en el sillón de mi gélido coche, así lo bauticé porque la noche lo había abrazado con el relente. Encendí, como de costumbre la radio para escuchar la música que me activa en las horas matinales. Al llegar al primer “stop” tuve la obligación de dar paso a un vehículo, asomaban los primeros largos dedos del sol distorsionando mi vista, impidiéndome advertir quien se cruzaba en mi “camino” a tan temprana hora de la mañana. Una vez se instaló delante de mis retinas, mi corazón palpitó un poco más rápido de lo normal, era mi PADRE. Intercambiamos la mirada por medio de su retrovisor y su brazo se estiró alzando los dedos al viento formando un abanico con su mano, fue nuestra forma de darnos los “buenos días” y como manda la ley de la vida, él delante y yo detrás.
Mientras me dirigía al trabajo y seguía respirando el aire que rodeaba el sonido que salía de la radio, pensaba en la mirada de mi Padre. Se asemejaba a la de un padre satisfecho por haber sacado a sus hijos adelante. Un padre lleno de orgullo por haber cumplido lo que la naturaleza manda. Lo cierto es que nada puedo reprocharle a mi buen padre, quizá que pasó poco tiempo con nosotros mientras mi madre resolvía la ardua tarea de criarnos. Son pocos los recuerdos que tengo de ver sentado a mi padre en la grada mientras jugaba al fútbol, pues el trabajo le retenía un gran número de horas que le privaba de “compartir” muchos de estos instantes, pero hoy, paro, hago balance, y sí recuerdo disfrutar cada verano de esas vacaciones en el sur de nuestra redonda isla, que la nevera siempre se mantuviera llena para alimentar nuestros hambrientos estómagos, que fuéramos uniformados al colegio con nuestros respectivos libros, que pudiese entrenar con mis negras botas de 20 tacos y sobre todo, que siempre, repito, SIEMPRE, Los Reyes Magos vinieran a visitarnos a nuestro “hogar” cada año.
Hoy, como hijo sintiéndome tan orgulloso de que él sea mi Padre, le puedo dar aquella RESPUESTA que un día me maravilló escuchando en una entrevista a Zinedine Zidane, responder cuando le preguntaron - “¿cuál sería para ti el mayor éxito que podrías conseguir en la vida?”- y él contestó: “QUE MIS HIJOS PENSASEN QUE HE SIDO UN BUEN PADRE”.
La presencia en la infancia de un buen padre hace que el niño se sienta fuerte y protegido, tiene un pilar en el que puede apoyarse. Para los que somos padres, desde mi humilde opinión, tenemos que permitir que nuestros hijos cometan errores, porque son éstos los que les ayudarán a crecer como “personas”. No aceptaremos conductas erróneas repetidas a conciencia, pero sí tenemos que aceptar que nuestro hijo pase por determinadas situaciones para que pueda convertirse en un adulto.
Un padre debe tener la mente abierta para aceptar que su hijo no es igual a él, que los tiempos cambian y no podemos hacerlos a nuestra imagen y semejanza, sería un error. Tropezaría con los dictados de esta sociedad, quedando atrás en muchos sentidos. Considero que existe un factor muy importante, el de inculcarles el valor de las personas y objetos, de cuánto debemos apreciar lo que tenemos, cuánto trabajo supone no solo ganarlo, sino lo más importante: conservarlo y no sólo materialmente hablando.
Para los hijos no hay cosa tan valiosa como la de tener un buen padre, por lo que debemos tratar de ser tan buenos como podamos. La perfección no existe.
Deseo cerrar esta humilde dedicatoria hecha a los padres y sobre todo a MI PADRE con una frase que escuché en una película que tengo muy presente: “Gladiador”, donde Marco Aurelio, emperador de Roma, decía humildemente a su egocéntrico hijo: “Tus defectos como hijo, son mis errores como padre”.