jueves, 22 de octubre de 2009

CADA UNO CONSIGO Y JUNTOS A LA VEZ


Se cuenta que dos amigos atravesaban un bosque cuando apareció un enorme oso. El más rápido de los dos huyó sin preocuparse del otro que, para salvarse, se tiró al suelo simulando estar muerto.
El oso creyéndolo muerto, lo lamió y se fue. Parecía como si le hubiese dicho algo.
-¿Qué te ha dicho? -le preguntó el huidizo.
-Sólo me ha dicho que no me fíe de los “amigos como tú”.
Como viene siendo habitual, me gusta comenzar el tema a exponer poniendo de aperitivo, un cuento relacionado.
El pasado fin de semana como de costumbre celebré mi ritual, un paseo con mi perra por la gran avenida costera que bordea nuestra ciudad de Telde. Al comienzo del trayecto, me tropecé con dos amigas y sus respectivos hijos a golpe de pedal en sus bicicletas. Los niños, estimulados al ver a la perra abandonaron sus pedales y corrieron junto al animal. Éste no paraba de mover el rabo, señal de alegría y de que entre ellos existía una conexión “fuera de lo humano”.
Como el destino nos llevaba en la misma dirección, fuimos a la par, charlando y viendo el juego de los niños. Uno de ellos, al que más respeto le imponía Moli (así se llama mi perra), se agarraba a la pierna de su madre, como si de un bote salvavidas se tratase. Fue entonces cuando se me ocurrió cogerle de la mano y darle las riendas de la perrita. El “temor” desapareció enseguida. “Dicen que los niños tienen el don de saber que seres realmente les quieren, un don que con el tiempo se va perdiendo”.
Mediante la correa que los unía, continuaron caminando cabizbajos, pensativos, “cada uno consigo y juntos a la vez”. Al mirar esa escena, contemplé uno de los pocos momentos en los que la naturaleza se expresa libremente y me pobló el típico pensamiento: “el perro, el mejor amigo del hombre”. En cuestión de segundos esa vivencia hizo que me invadieran miles de pensamientos relacionados con la amistad.
Quizás sea una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de las personas tenemos en la vida. Se da en distintas etapas y en diferentes grados de importancia y trascendencia. De la misma manera que existen amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse, hay otras en cambio que tardan años en hacerlo. Esta claro que debido a estos matices, no todos tenemos el mismo concepto de AMISTAD. Para mí, nace cuando dos personas o una y en este caso el perro, encuentran ante todo y sobre todo inquietudes comunes. Con capacidad de cuidarse y cultivarse “activamente” en el transcurso del tiempo, en una serie de virtudes comunes para ambos: sinceridad, franqueza, respeto y generosidad… Entre ellas subrayo una a la que particularmente valoro y doy mucha importancia, que es la ACEPTACIÓN, sin pretender jamás adueñarse de la voluntad del otro. Destaco ésta porque considero que ninguna otra relación, respeta tanto la libertad del otro como LA AMISTAD.
Muchas de las imágenes que durante el paseo se instauraron en mi retina viendo al niño con el perro, fueron la mejor representación de la esencia de la AMISTAD que inmediatamente surgió entre ellos, esa obediencia y quietud a la vez, que es capaz de transmitir en este caso el perro sin necesidad de pedirla, esa complicidad que invita a ver la vida siempre como un juego. La verdadera amistad es desinteresada, pues más consiste en dar que en recibir, lo cual no implica que no sea necesaria una
correspondencia, un afecto y una benevolencia mutuas, como pude presenciar en este paseo. Llevado al plano entre personas, sólo cuando una amistad es de verdad, tiende ésta a hacerse más fuerte, no dejándose corromper por la envidia, no enfriándose por las sospechas, y creciendo en la adversidad. Lo comparo con MI AMIGO EL PERRO porque él es un claro ejemplo al estar siempre predispuesto al reencuentro, acompañándome incondicionalmente en cada uno mis naufragios, aquilatando mi soledad en muchos malos momentos, animándome cuando la angustia me ensombrece invitándome a uno de estos mágicos paseos, regalándome toda su atención y su lealtad.

jueves, 15 de octubre de 2009

LA PROSTITUCIÓN

Días atrás sentados en una terraza de mi ciudad (Telde), mientras mi hermano y yo tomábamos café, no pudimos evitar oír a unos “individuos” que lindaban con nosotros compartiendo cenador, cómo criticaban a una mujer por su anterior profesión, que en ese instante pasaba por allí. Por lo que mis oídos pudieron escuchar, esa mujer había ejercido la prostitución. Estaba “marcada” por la sociedad. Iba acompañada por una niña de unos 3 añitos, que cogida de la mano no paraba de sonreír y dar saltos, signos de sentirse feliz al lado de su madre.
La curiosidad me invadió, si fuese cierto lo que escuché, reitero, SI FUESE CIERTO LO QUE ESCUCHÉ: “¿qué llevaría a esa mujer a dar esos pasos?” “¿Qué le motivó a tomar esa decisión?” Quizás sus necesidades, su vacío existencial, carecer de medios para vivir, no encontrar trabajo para alimentar a su primogénita, quizá lo hiciera por placer, la cuestión es que sólo ella lo sabe y yo no la voy a juzgar.
Al ver que iba acompañada por una menor, intuí que lo había hecho por necesidad, por una causa de fuerza mayor. No sé que será más triste, si las razones que la llevaron a ejercer la prostitución, o la de estas otras mujeres que ejercen de forma libre, voluntariamente y sin motivo ni razón alguna, la crítica (deporte por excelencia en España).
“Ahora está casada con fulano de tal, su marido, pobre hombre”, eran las críticas destructivas que tronaban en aquella mesa.
Hoy quiero dedicarle este “pequeño y humilde” recordatorio a esa mujer criticada y a todas aquellas que dan respuesta al deseo sexual de muchos hombres. Considero que inconscientemente mucho más importante en la mayoría de los casos, se entregan para cubrir la necesidad de afecto y comprensión de aquellos desalmados cuerpos masculinos que demandan un alivio a la soledad y a la incomunicación. De hecho datos estadísticos revelan que los hombres que acuden a estos servicios les caracterizan en el 90% de los casos una baja autoestima, exceso de ego y a menudo rasgos de sumisión que pretenden canalizar demostrando ser dominadores en estas citas.
La prostitución considerada la profesión más antigua del mundo, es una vida en contra del instinto, tan en contra del instinto como la de una monja. Aunque quizá una prostituta pueda entrar en el cielo antes que una monja, tal vez pues ésta, a fuerza de “vivir y de conocer” la vida, puede llegar a amar, pero la monja por buscar sólo a Dios, quizás se olvide de amar al resto del mundo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

LA FELICIDAD


Comentó una vez un gran escritor y psicoterapeuta (no lo digo yo) que hoy, muchos años después y con algunos caminos diferentes recorridos, sigue sin encontrar la formula de la felicidad, quizá por eso, sigue creyendo que no existe y agrega algo más, sospecha que quizá no deberíamos perder demasiado tiempo en buscar la receta. Está convencido de que sería más que suficiente ocuparnos mejor, más sanamente y con vehemencia de todo aquello que nos impide ser felices.
Felicidad: tarea ardua la de definir este concepto, o por lo menos para mí. Todos hemos tendido siempre a perseguir la felicidad como una meta o un fin, como un estado de bienestar constante, (lo único que es permanente es el cambio), creo que la felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día, y quizá su principal característica sea la insignificancia, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma perenne a lo largo de nuestra vida.
¿Dónde buscar la felicidad? Tal vez en acontecimientos externos, materiales o en nuestro interior. Aún hoy es difícil responder a esta cuestión.
Bajo mi punto de vista y desde que me he empapado de una filosofía de vida, de una ética laica como es el budismo, (y no quiero decir que sólo esto me haya llevado a verlo, simplemente ha actuado como lupa) percibo que dedicamos gran parte de nuestra vida al trabajo, a adquirir objetos, a nuestras amistades... convencidos que les necesitamos para ser felices. Sin embargo, cuántos dolores de cabeza nos da buscar ese trabajo, y luego el trabajo en sí mismo; mantener el coche que nos hizo tan felices ( las multas, los aparcamientos, los pequeños o grandes accidentes), nuestros amigos, la familia, nuestra pareja... En todo eso encontramos momentos de gran felicidad, pero también muchos problemas y mucho dolor". BUDA opinaba que cualquier cosa que es causa de felicidad no puede ser causa de sufrimiento: sería incompatible.
Todo esto forma parte de nuestra vida y está bien que así sea, pero considero que debemos tener un motor interno capaz de activar nuestra felicidad percibiendo las cosas pequeñas de la vida. “Matthieu Ricard”, fue sometido a 256 censores y decenas de resonancias magnéticas a lo largo de varios años por especialistas en neurociencia afectiva para validar un experimento. Allí donde los niveles en los “simples mortales” eran muy altos, -estrés, coraje, frustración, ira, odio - en el cerebro de Ricard, estas sensaciones negativas sencillamente no existían. Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos niveles -satisfacción y plenitud existencial- , Ricard superó todos los índices. Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron “el hombre más feliz de la Tierra”. A sus 61 años, quien hoy es asesor personal del Dalai Lama tiene una vida digna de un guión de cine. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, dejó su carrera para abrazar al budismo.
-¿Una bonita casa en la playa? Matthieu Ricard prefiere el monasterio apartado de toda civilización donde vive, en las montañas de Nepal.
-¿Una cuenta bancaria boyante? Ha entregado todo el dinero de las ventas de sus libros a la caridad.
-¿Quizá un matrimonio “bien avenido” o una excitante vida sexual? Tampoco: a los 30 años decidió acogerse al celibato y dice cumplirlo sin descuidos.
En realidad, Matthieu Ricard carece de todas las cosas que los demás perseguimos con el convencimiento de que nos harán un poco más felices. Y sin embargo, este hombre, es considerado más feliz que usted y que yo. Mucho más feliz. El más feliz.