sábado, 27 de febrero de 2010

PERDER EL CONTROL


Días atrás me dirigía a la oficina de correos a recoger un pedido, invadido por el cansancio, entré en una cafetería para “inyectarme” una dosis de cafeína y así derrotar el abatimiento que me sostenía a ralentí.
El camarero, buen especialista en armonizar relación con su clientela, me sirvió lo de siempre: un vaso de agua y café corto con leche. El gesto de Suso, así se bautiza amigablemente el dueño de la cafetería, hace que me sienta como en casa y consigue así, que acuda cuando demando sentirme a gusto.
Una vez “instalado” en la barra, llamaron mi atención dos personas que “echaban” monedas a diestro y siniestro a unas máquinas “tragaperras”. En concreto, uno de ellos fue el que despertó cierto interés en mí, acompañado de un niño, que con un paquete vacío de papas “jugaba” haciendo milagros para acabar con el aburrimiento. Cuando terminó de “matar” el tiempo que le entretenía con aquel plástico, apoyó su cabeza en la mesa, señal de que el hastío y el cansancio estaban haciendo mella en su pequeña cabecita. Lo que más llamó mi atención, fue las repetidas patadas que le proporcionaba a su padre, sin duda era una “llamada de atención”.
Lo que me pareció más triste es que éste ni se inmutara, estaba pendiente de cómo su dedo golpeaba al botón de la máquina a una velocidad de vértigo, mientras su cabeza se hallaba “metida” de lleno en el aparato vecino. Ni siquiera estaba pendiente de ganar su dinero, se encontraba inmerso en lo que el otro hacía.
Cuando acabé de absorber el último buche de mi café, dejé moneda en mostrador a Suso y le hice una señal con la cabeza en modo de despedida, mientras abandonaba el local, no paraba de pensar en la imagen de aquel jovencito que demandaba a base de “puntapiés” la presencia de su progenitor. Éste había perdido el control, desde mi punto de vista, generado por un vicio, una forma de tratar de olvidar, una necesidad. Para los mortales comunes: un apetito demasiado grande que incita a hacer algo en exceso, transformado en una conducta habitual donde la persona que lo realiza siente placer al llevarlo a cabo, olvidándose de todo lo que le rodea y más importante aún, olvidándose de sí mismo.
Una vez descrito, a mi modo de ver, el concepto de vicio, coincido con muchos de ustedes en que “todos” tenemos alguno, es más, considero que no es malo que a veces, “algo” nos haga perder el control momentáneamente para olvidar nuestros vacíos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

¿SE PODRIA REORDENAR EL MUNDO?


De niño nunca pude "reordenar" el cubo de Rubik. A día de hoy, lo intento y las fuerzas me abandonan, la impaciencia me puebla, consiguiendo que termine por ABORTAR.
Me asalta la duda...¿pasará lo mismo con el mundo? De niños nos educan para ordenar todo, luchar por un mundo mejor. Una vez vamos creciendo, nos iremos encontrando con obstáculos que la vida nos va proporcionando, luchamos para solventarlos y una vez LIQUIDADOS, volvemos a ver nuevos desafíos, incluso REPETIDOS en nuestro camino, en el caminar diario, que a muchos les puede, consiguiendo que abandonemos y dejemos de luchar, acabando con nuestras fuerzas para RECOLOCAR el mundo.

lunes, 8 de febrero de 2010

EL RETROVISOR


El pasado lunes, después de que nos bautizara con su “gota a gota” la tormenta y a primera hora de la mañana como “rutina” me dirigiera a mi trabajo, la verde luz del camaleónico y último semáforo, muda posándose en rojo. Este momento de detención, para muchos “conductores”, es una “pérdida” de tiempo, personalmente me lo tomo como un instante de reposo, como estar en el umbral de la puerta que separa mi vida personal de mi vida laboral. Mientras anido en ese trance de sosiego, me gusta observar, sin prejuzgar, las conductas de los que me acompañan en el gris asfalto: unos se miran al retrovisor para comprobar que su imagen, es la misma que dejaron fotografiada en el espejo de su casa, otros, teclean el volante a ritmo de la música que escapa dirección a sus oídos, los hay que aprovechan el momento para “barrer” con el dedo sus fosas nasales, secas de tanto respirar el aire “contaminado”.
Existen muchas maneras de “asfixiar” para los impacientes ese momento de espera. Hubo uno en concreto que despertó mucho mi atención, se trataba de un trabajador que sentado al sillón de un gran camión, sacó su largo brazo acompañado de un pañuelo para frotar el enorme retrovisor, y así poder ver lo que acontecía por detrás. Ese momento me hizo reflexionar sobre las veces que tenemos que limpiar nuestros “retrovisores” internos, para ver las huellas que hemos dejado y poder avanzar hacia un futuro mejor.
“Según cómo hemos recorrido nuestro pasado, podremos avanzar hacia el futuro”. La persona que ha empleado su vida cometiendo errores, incluso repetidos a conciencia, tras echar un “vistazo de reflexión por su retrovisor” acerca del transcurso de su existencia, podría ocasionarle el estímulo necesario para dar un “volantazo”, teniendo la opción de escoger un trayecto que le lleve a elegir otra carretera hacia su destino. Aquí aplicaría mejor que nunca, una frase que escucho con frecuencia: “Usemos el pasado como trampolín y no como sofá”.
¿Y tú, cómo utilizas tu pasado, como trampolín o como sofá?