jueves, 11 de febrero de 2016

EL SILENCIO HABLA


Hace unos días, los medios de comunicación nos bombardeaban con la noticia de que un diputado de un partido político aparecía en el Congreso con rastas (tipo de peinado formado por trenzas erizadas, característico de los rastafaris).
No dejó de sorprenderme la cantidad de comentarios descalificativos hacia la persona en sí, tachado de sucio entre otras cosas. Me preguntaba dónde quedaba el verbo respetar.
Uno puede andar descalzo, nacer de color, ser del sexo que sea…podemos estar de acuerdo o no con la cultura, la bandera o religión, pero nadie te garantiza que por acudir con traje y corbata al Congreso te haga mejor persona o estés más limpio (por fuera o por dentro). Pero ese es otro tema. Me voy a centrar en la actuación impecable desde mi punto de vista del “diputado con rastas”.
Leí que su respuesta a tanto comentario despectivo había sido: “Hay mucha gente en este país que lo están pasando muy mal, que necesitan medidas urgentes, y en eso nos queremos centrar".
No entró en una lucha dialéctica, pues evidenció con su gesto que cada uno está librando su propia batalla, y dejó que el silencio catalogara e hiciera más ruido a quien lo criticaba.
A veces, el silencio dice más que cualquier palabra, porque hay palabras que no dicen nada. Una palabra carente de sentido es insonora, vacía, llegando a ser sólo una voz que predica en el desierto. Sin embargo, jamás habrá un silencio sin sentido.
Hablar se ha convertido en estos últimos tiempos en un valor admirable, y quien más habla más expresivo, sociable y comunicativo parece. Sin embargo cada día es más frecuente esconderse detrás de un muro de letras sonantes, hablar para no decir nada o sólo para escucharse a sí mismo. ¿Acto egoico? Por eso creo que es importante recordar el valor del silencio y de su eco.
El ritmo de vida que nos han impuesto en esta escalada contrarreloj en la que se ha convertido nuestra sociedad, sin margen para reflexión, siempre nadando desde la superficie nos impide conectar con nuestro silencio, y es ahí, donde uno puede encontrar las respuestas a sus preguntas.
Ya lo decía Miles Davis: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”.