sábado, 20 de noviembre de 2010

SUBESTIMAR

No podemos subestimar las cosas por su aspecto externo. El interior de cada "pequeño" envoltorio puede contener todo un "mundo".

miércoles, 3 de noviembre de 2010

REMOLCAR A QUIENES NOS AYUDAN

Paseaba con mi fiel compañera, la “sombra”, (según Freud, ésta es uno de los arquetipos principales de lo inconsciente colectivo según la psicología analítica), por una de las calles de mi ciudad (Telde), cuando por sorpresa, dos luces naranjas se filtraban por mis retinas. En un acto reflejo, mi cabeza se giró para que mis ojos contemplaran cómo una grúa enganchaba a otra. Normalmente estos remolques están para “arrastrar” a otros coches averiados, pero me llamó la atención que aquel vehículo con “gancho”, estuviera siendo remolcado. Inmediatamente me vino a la cabeza las personas que siempre están “tirando” de los demás y que un día, ellos también serán transportados, bien porque lo necesitan o bien porque tienen derecho a sentirlo aún sin pedirlo.
Un claro ejemplo: nuestros padres. Hoy voy a hacer hincapié en el nombre de todas nuestras madres, no quiero olvidarme de mi buen padre, ni del tuyo, pero hoy quiero hacer un humilde homenaje a nuestras madres, en especial a la mía.
Recuerdo, cada día, cuando nos levantaba de la cama para vestirnos con los ojos “legañosos” y llevarnos camino a la mesa, allí esperaba el desayuno ya servido y caliente. Una vez uniformados y peinados, íbamos “arrastrados” de su mano hasta la puerta del colegio, lugar de partida, desde donde se iba a casa otra vez, con aquel beso sabor a prisa, para irme junto a mis compañeros a jugar antes de que sonara la sirena.
Ella volvía a nuestro hogar, a “recolocar” el desorden diario ocasionado por nuestro “andar por casa”. La comida, siempre hecha para la vuelta. Con aspecto cansado y actitud incansable, servía a todos e incluso a algún primo que siempre se “colaba” para almorzar junto a nosotros. Podría seguir enumerando miles de sus actos, acciones que me recuerdan a esa grúa que engancha a los coches que se quedan “tirados” y deben ser reclutados para lograr darles “vida”.
Así fue, es y será (deseo que por muchos años) mi buena madre. Nada que reprocharle. ¿Quién puede recriminarle algo a alguien que lo ha dado todo? Mi buena amiga Carmen Albelo, (un ser sin precedentes) siempre me dice que quien da lo que tiene, no está obligado a dar más. Pienso que cuando uno realiza aquello que ama ya obtiene su remuneración al hacerlo y quien ama lo que hace se siente feliz al margen de la recompensa. Quizás es por ello, que creemos que no necesitan oír lo que despiertan en nosotros, jamás le decimos a nuestros “remolques” cuanto les queremos o lo bien que lo hacen, hoy, estoy a tiempo y me atrevo a hacerlo con esta modesta “ofrenda”, a mi querida madre.
“Gracias Mamá… por calmar mi sed, aún cuando no había agua”.