Solemos protegernos con una “coraza” cuando
algún hecho o una circunstancia nos atraviesa, con la creencia de que
esta "armadura" nos protegerá del próximo golpe emocional o sentimiento.
Así, y a medida que las cosas nos pasan, colocamos coraza sobre
coraza generando el "efecto cebolla", una capa sobre otra capa, pensando
que nos volvemos “más fuertes”, cuando en realidad sucede todo lo
contrario.
Es así que las corazas nos permiten mantener la ilusión
de amparar nuestras creencias y nuestras emociones. Es una “ilusión”
dado que, en poco tiempo los demás las detectan.
Pensamos que
cuando más corazas tengamos más protegidos estaremos, esto sería
totalmente cierto si estas corazas nos permitieran alejarnos solamente
de quienes nos pueden hacer daño, y no de quienes también nos aman…
Ese muro impide que algo entre, pero también que algo salga. Pero
intentemos, como también me digo a mi mismo, que esa armadura sea de
quita y pon, y desprendernos de ella cada vez que podamos porque
corremos el riesgo de que se quede adherida a la piel. De esta forma
conseguiremos que no haya huecos para que la vida nos viva y nos de un
revolcón de vez en cuando para que nos despeine.