Se supone
que escribir calma mis emociones, se supone que cuando escribo dejo que todos
mis pensamientos y sentimientos fluyan, y sobre todas las cosas, se supone que
es algo que vengo haciendo de un tiempo a esta parte, convirtiéndose en rutina,
y ésta muchas veces es necesaria, nos
da seguridad y sensación de control. Aunque comparta la frase de Paulo Coelho:
“Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina. Es mortal.”
Todo este devenir se debe a que me he alejado de
mi hábito de escribir, ausentándome de mi yo.
Durante
un tiempo, he dejado que divaguen en el aire miles de letras que anidaban en
mi cabeza sin atraparlas y así plasmarlas en forma de “frases” como he hecho
desde que nació mi blog. Necesitando meterme de piel adentro y pasear por todos
los rincones de mi alma para volver a reconocerme. Encontrarme y volver a sacar
fuerzas para seguir trazando letras. Reflexionando, me di cuenta de que me
introduje en un estado de alienación (nos ocupamos tanto de algo que nos apartamos, nos hacemos ajenos a
nosotros mismos) y necesité mirar mi mapa del autoconcepto. No sé cuántos
kilómetros recorrí, ni a qué velocidad navegué para llegar a reponerme y volver
a estar aquí: escribiendo. Pero sé que como todo caminante, necesitaba
descansar, aprender
a descansar es aprender a vivir. Y como la vida es un aprendizaje perenne,
seguiré escribiendo mientras aprendo.