No hace mucho, tuve que sentarme
para buscar una solución en el ámbito laboral con la persona que, por
jerarquía, correspondía. A veces llegar a poner
tus puntos en paralelo con los del otro, es tarea ardua, llegando
incluso a generar un gasto de energía. Sin darte cuenta, sucede que se origina
un salto de esfera y llegas a tocar el campo de lo personal. Debo confesar que
en ese medio, soy muy celoso de mi intimidad y aunque me desnude escribiendo de
piel adentro, hay límites que sólo yo sé a quién dejo rebasar.
Ese día sentí que sin permiso
entraron en las madrigueras de mis entrañas, y si algo he aprendido en este
vagar mío es a respetarme.
De pequeños nos transmiten la
importancia de tratar con respeto a las demás personas y a nuestro entorno.
“Desgraciadamente”, el cultivo del
auto-respeto no ha recibido tanta atención.
Entiendo desde mi
experiencia, que respetarse es
atender, satisfacer las propias necesidades y valores, expresando, manejando
de forma conveniente los sentimientos, las emociones sin dañarse, y mucho menos,
sintiendo culpa. Aunque esta habilidad resulta básica para nuestro bienestar,
nuestra paz interior, a menudo vivimos dándole la espalda.
Muchos guían
su conducta según lo que los demás esperan, sin pararse a pensar en lo que
realmente uno necesita. Este repetido patrón hace que a menudo tropiece con
personas que han tomado decisiones vitales teniendo en cuenta sólo lo externo.
Acallan lo que llevan dentro para satisfacer la vida de los demás. Títeres,
marionetas, en manos de otros. En este preciso instante recuerdo la metáfora
del enchufe y la bombilla: “cuando actuamos en consonancia con lo que realmente
somos, brillamos como si fuésemos una bombilla conectada a la red eléctrica.
Sin embargo, cuando nos dejamos de escuchar y vivimos nuestra vida, sólo
teniendo en cuenta el exterior, esta conexión se rompe, al igual que la
bombilla, poco a poco nos vamos apagando y nuestra energía disminuye.
El
auto-respeto no es algo que se tiene o no se tiene, se trabaja, se gana con las
experiencias que atravesamos a lo largo de nuestra vida. Respetarse es, en
definitiva, darse la oportunidad de ser feliz. Es tomar las riendas de la
propia existencia y bregar día a día para mantenerse conectado con lo que
uno realmente es, pese al incesante ruido externo.
Giro las
bisagras de este cuaderno logrando cerrar una página más de este libro sin
tapas con una frase de Mahatma Gandhi:
“No pueden quitarnos nuestro auto-respeto, si no se lo damos.”