martes, 21 de diciembre de 2010

NUEVAMENTE…LLEGÓ NAVIDAD

El cielo de Diciembre se ha posado sobre nuestra cabeza, en él, anida como es costumbre: La Navidad.
Una vez más, el mes de la ilusión nos invade para traer recuerdos, proyectos e incluso la posibilidad de creer transformar la más difícil de las quimeras.
El calendario arrastra en sí, el final de un año que se va cargado con toda la esperanza puesta en aquel último mes del pasado 2009, donde le pedíamos al 2010, un cambio. Nuevamente reconducimos nuestros sentimientos exponiéndolos sobre la mesa de este presente diciembre, suplicando algunos, el mismo deseo que años anteriores y aquellos que han visto hecho su sueño realidad, se precipitan en solicitar” uno nuevo, siempre invitados por el optimismo.
Miles de bombillas volverán a iluminar las calles, los escaparates alumbrados harán de “parada” para muchos buscadores de regalos. El humo de las castañas asadas penetrará por nuestros orificios, respirando así, un clima muy diferente al del resto de los meses. Los niños, “tirados” hasta altas horas de la noche con sus típicos juegos de dinamita quemada, conseguirán que inhalemos una fragancia que nos invite al optimismo.
La esperanza que conlleva la llegada de un nuevo año, trae consigo hasta para el más escéptico, la credibilidad de que todo será especial, deseable y sobre todo, “diferente”.
Si la navidad tiene una carga muy positiva y nos invita a vivir de forma diferente (aunque sea por unos días), a veces y para muchos arrastra un “peso” enorme. La nostalgia hace de sombra en estos días para quienes “padecen” ausencias. Hace poco, llegó a mis manos a modo de texto, la historia de una joven que no podía vivir con alegría la navidad, debido al vacío que provocaban aquellos que ya no estaban entre ella. Sentir añoranza por aquellos a los que queremos y no están es habitual, pero tenemos que alegrarnos por aquellos que nos rodean y disfrutarlos, porque quizá no habrá un mañana.
Esta navidad es la segunda que vivo con una ausencia notable, no sólo para mí, sino para mi hija y su mamá. Cuesta aceptar (creo que nunca lo podré hacer, pero lo intento) que ya no esté entre nosotros. Cuesta vivir la realidad con los ojos abiertos, enfrentarnos a una verdad incómoda pero como había leído en aquellas hojas, tenemos que aferrarnos a los que nos acompañan, disfrutarlos y exprimirlos.
Momento de “empaquetar” un año más, de desenvolver la ilusión y la esperanza de que el próximo 2011 “sea mejor”, 365 venideros días para que nuestros deseos se cumplan.
Esperando que así sea, les deseo a todos unas felices fiestas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

EL ELEFANTE HUMANO

Los elefantes, como los seres humanos, son los animales terrestres más “grandes” del planeta, y cuando hablo de grandeza no me refiero únicamente al tamaño, son exclusivos en su especie. Su vida, en los tiempos que corren está marcada por una conflictiva convivencia con nosotros: “¿los seres racionales?”
Este animal siempre me ha llamado la atención, por su gran dimensión y sobre todo, por su trompa; brazos, manos, nariz y boca se convierten en un solo miembro. Cincuenta mil músculos que hacen de “mano” para estirar matas de hierba, arrancar la corteza de un árbol o llevarse la comida a la boca. Ese “brazo” vigoroso, es también capaz de levantar a “una cría encallada en el barro”. No hace mucho, vi un documental donde la fuerza de la trompa de un elefante, salvaba a una persona que había quedado atrapada en arenas movedizas.
Curioso, el animal salvaba a quien a veces paga para disfrutar viéndole “gritar”. Esa gran extensión de su cuerpo, no sólo es prensil y táctil, ya que con ella el elefante respira, huele, bebe, se ducha y manifiesta su excitación sexual…en definitiva, siente.
Viven en familias estrechamente vinculadas y como el ser humano, necesita de los demás para desarrollarse. Forma agrupaciones de varios centenares de individuos y el grupo unitario típico es el matriarcal. Se compone de la gran hembra dominante y como normal general, en el hogar, la madre es el pilar más considerable, y no digo con ello, que la figura patriarcal no sea de vital importancia, en mi caso, mi padre tiene una gran trascendencia, me baso, en el día a día de nuestras madres. Levantar a sus hijos de la cama, desayuno, la casa, el almuerzo y para las que la suerte hoy les acompaña, trabajo.
Con frecuencia, uno de estos grupos familiares entabla una estrecha relación con otra unidad familiar, formando un “grupo de vínculo” y así, construyen grandes familias. Una similitud increíble a la del ser humano, con un matiz muy importante, a veces la convivencia es de una desigualdad considerable. A las personas nos cuesta aceptar ciertos patrones.
Algo que llama y mucho mi atención, es la reacción del elefante que ha perdido a un familiar, bien a consecuencia de la “caza furtiva” o bien porque la muerte ha tocado en su puerta, porque decide vivir en soledad durante décadas, en lugar de formar un nuevo grupo social, viviendo así, su particular “luto”. La pérdida de un ser querido puede hondarnos en la depresión más insondable y hacer que nos cueste ver la luz al final del túnel. Se puede vivir con el dolor, ir haciéndole hueco en nuestro día a día pero no con la ausencia. Supongo que estarás conmigo, en que todos somos insustituibles.
Poseedores de una gran memoria, estos animales consiguen atraer mi interés una vez más, porque tras la muerte de uno de los miembros, y después de haber dejado su cadáver, la manada regresa al lugar donde se encuentran los restos viviendo así, su particular “uno de noviembre”.
Al llegar al lugar donde están los huesos, los tocan y los palpan, después se detienen frente a ellos, el grupo muestra mucha tensión y un silencio mayúsculo se apodera de todos ellos, permaneciendo al lado de los restos durante un rato. Esto significa que los elefantes son capaces de reconocer los cadáveres de sus congéneres y que podrían tener incluso un culto a la muerte.
¿Qué mayor similitud puede engranarnos con ellos?
De esta forma se evidencia que la “línea marcada” por el ser humano entre los animales y él mismo, es mucho más pequeña de lo que cree, “si es que ésta existe”.

sábado, 20 de noviembre de 2010

SUBESTIMAR

No podemos subestimar las cosas por su aspecto externo. El interior de cada "pequeño" envoltorio puede contener todo un "mundo".

miércoles, 3 de noviembre de 2010

REMOLCAR A QUIENES NOS AYUDAN

Paseaba con mi fiel compañera, la “sombra”, (según Freud, ésta es uno de los arquetipos principales de lo inconsciente colectivo según la psicología analítica), por una de las calles de mi ciudad (Telde), cuando por sorpresa, dos luces naranjas se filtraban por mis retinas. En un acto reflejo, mi cabeza se giró para que mis ojos contemplaran cómo una grúa enganchaba a otra. Normalmente estos remolques están para “arrastrar” a otros coches averiados, pero me llamó la atención que aquel vehículo con “gancho”, estuviera siendo remolcado. Inmediatamente me vino a la cabeza las personas que siempre están “tirando” de los demás y que un día, ellos también serán transportados, bien porque lo necesitan o bien porque tienen derecho a sentirlo aún sin pedirlo.
Un claro ejemplo: nuestros padres. Hoy voy a hacer hincapié en el nombre de todas nuestras madres, no quiero olvidarme de mi buen padre, ni del tuyo, pero hoy quiero hacer un humilde homenaje a nuestras madres, en especial a la mía.
Recuerdo, cada día, cuando nos levantaba de la cama para vestirnos con los ojos “legañosos” y llevarnos camino a la mesa, allí esperaba el desayuno ya servido y caliente. Una vez uniformados y peinados, íbamos “arrastrados” de su mano hasta la puerta del colegio, lugar de partida, desde donde se iba a casa otra vez, con aquel beso sabor a prisa, para irme junto a mis compañeros a jugar antes de que sonara la sirena.
Ella volvía a nuestro hogar, a “recolocar” el desorden diario ocasionado por nuestro “andar por casa”. La comida, siempre hecha para la vuelta. Con aspecto cansado y actitud incansable, servía a todos e incluso a algún primo que siempre se “colaba” para almorzar junto a nosotros. Podría seguir enumerando miles de sus actos, acciones que me recuerdan a esa grúa que engancha a los coches que se quedan “tirados” y deben ser reclutados para lograr darles “vida”.
Así fue, es y será (deseo que por muchos años) mi buena madre. Nada que reprocharle. ¿Quién puede recriminarle algo a alguien que lo ha dado todo? Mi buena amiga Carmen Albelo, (un ser sin precedentes) siempre me dice que quien da lo que tiene, no está obligado a dar más. Pienso que cuando uno realiza aquello que ama ya obtiene su remuneración al hacerlo y quien ama lo que hace se siente feliz al margen de la recompensa. Quizás es por ello, que creemos que no necesitan oír lo que despiertan en nosotros, jamás le decimos a nuestros “remolques” cuanto les queremos o lo bien que lo hacen, hoy, estoy a tiempo y me atrevo a hacerlo con esta modesta “ofrenda”, a mi querida madre.
“Gracias Mamá… por calmar mi sed, aún cuando no había agua”.

jueves, 28 de octubre de 2010

LIBERTAD PARA SER

Escuché decir al Dalai Lama que la verdadera religión tendría que liberarnos, quitarnos miedos y no esclavizarnos.
Estoy totalmente de acuerdo con el Nobel de la Paz de 1989 y agrego: "no sólo debería ser la religión, sino quien tiene un poder de convicción descomunal sobre nosotros": “la sociedad”.
La libertad… ¿un premio? ¿una victoria? ¿un derecho? ¿una manera de vivir?
En el mundo en que vivimos, para mí…una virtud. Una virtud porque engloba la tranquilidad de hacer lo que deseas si eres capaz de apartar los miedos, si ahuyentas las pesadillas que atrapan tus sueños.
Decía Oscar Wilde que “la mejor manera de librarse de la tentación era cayendo en ella.
Somos libres de hacer lo que queramos… cantar, llorar, correr, soñar, reír…no sólo PODEMOS sino DEBEMOS hacerlo, de la manera como nos sintamos bien con nosotros mismos será la mejor manera de vivir.
Que nada te prive de VIVIR, siente sin límites, refleja tus deseos en tus acciones…

domingo, 24 de octubre de 2010

DELEITARSE CON LA VIDA


A diferencia de las bicicletas de paseo, las de carrera no tienen PIE DE APOYO, sólo pueden mantenerse en EQUILIBRIO mientras corren.
Y así, hay mucha gente que pasa por la vida, sin disfrutar parándose a contemplar las pequeñas cosas que nos hacen GRANDES.
Es imposible gozar de las cosas pasando por ellas a la carrera, y a veces con disminuir la velocidad no basta.
En esos casos, para deleitarse con el paisaje es necesario detenerse, aun a riesgo de perder el empuje, de perder el equilibrio, y lo más importante, aun con el riesgo de perder la carrera

lunes, 18 de octubre de 2010

LA VIDA...UN VIAJE EN TREN

Hace tiempo leí un artículo en una revista, comparaba nuestra vida con un viaje en tren. Siempre lo había oído, desde mi perspectiva, es una comparación interesante. Atractiva porque nuestra vida, realmente es como ese viaje en tren, sí, lo es porque está llena de embarques y desembarques, de pequeños y grandes accidentes en el camino, de sorpresas agradables, con “alegres subidas y bajadas tristes”.
Cuando nacemos, es como si subiéramos a un vagón de ese tren, rápidamente encontramos a dos acomodadores, que seguramente nos harán conocer el viaje, eso sí, según sus experiencias: nuestros padres.
Lamentablemente, ellos bajaran en alguna estación y para no volver a subir más (me resisto a la idea de que algún día no me acompañen en mi vagón). Pero a pesar de esto, nuestro viaje deberá continuar, aunque de que de vez en cuando haya un pequeño retroceso. Tendremos la suerte de conocer a otras interesantes personas durante esta larga travesía, entre ellos nuestros hermanos, amigos y amores…
Muchos de ellos sólo realizarán un corto “paseo”, otros estarán siempre a nuestro lado, compartiendo alegrías y tristezas.
En el tren, también viajaran personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite, cubriendo así, sus propias necesidades en la mayoría de los casos. Muchos se bajaran y dejaran recuerdos imborrables, otros lo harán y no dejaran nada.
El tren disminuye su velocidad para que suban y bajen personas. Ahí es cuando nuestra emoción aumenta, nuestro corazón se acelera a medida que el tren va parando… ¿quién subirá? Y lo más triste, ¿quién se bajará? La vida es pura incertidumbre.
Hay quienes, en cambio, viajaran simplemente ocupando asiento, sin que se perciba que están allí sentados. Es curioso ver como algunos pasajeros a los que queremos deciden sentarse alejados de nosotros, en otros vagones, eso nos obliga a realizar el viaje estando separados de ellos, sin impedirnos, aunque tal vez con alguna dificultad, acercarnos.
Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, utopías, paradas, esperas, llegadas y partidas.
Intuyo que este tren solo realiza un viaje, el de ida, deberíamos intentar “reunir” para hacernos con un billete en “primera” y así disfrutar mientras dure el recorrido, pues el gran misterio de esta aventura es no saber en qué estación nos tocará bajar.
A ti, que lees estas líneas desde tu vagón, te dejo un abrazo enorme y agradezco tu compañía en este instante de tu viaje…

domingo, 10 de octubre de 2010

HORIZONTALIZAR NUESTRO YO


Hace días “masticaba” una frase de Gabriel García Márquez donde el escritor y novelista colombiano, había añadido en su carta de despedida de la vida pública, conmovedora por cierto, debido a su estado de salud (cáncer linfático). La expresión decía así:
“He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.
Después de ingerir ese pensamiento del nobel de literatura, me encontré con un “mendigo” en la puerta de un templo, que sentado, pedía dinero a diestro y siniestro. Le "ofrecí" un par de monedas, y mientras me retiraba de la “escena” oía a un chico que salía detrás de mí, diciendo: ¡“el pobre”! Y me cuestiono: “El pobre, ¿por qué?” Si analizamos la situación y la fusionamos con la nota de Gabriel García Márquez, desde mi modesta opinión, no tiene nada de “envidiarle” al desamparado que “demandaba” en la puerta de la iglesia. ¿Acaso una persona económicamente “sobrada” no tiene carencias? Quizá sea más exiguo que el primero. Lo cierto es que al oír las palabras del hombre que me acompañaba en la salida de la primitiva basílica me hicieron reflexionar acerca de dónde podemos situar nuestro ego.
Si “horizontalizamos” nuestro “yo”, ni él está por debajo de mí, ni yo estoy por encima de él. Claro que aquí, la humildad se pone de pie. Ser humildes puede abrirnos hasta las puertas más grandes y pesadas existentes. Ésta es todo lo contrario a la soberbia, uno de los siete pecados capitales.
Si alejamos nuestro ego y en lugar de criticar, nos pusiéramos siempre en primera persona, antes de “señalar” al prójimo, quizá pudiéramos paliar los prejuicios que tan lejos nos mantienen de las relaciones con los demás.
¿Le echas un pulso a tu ego?

domingo, 3 de octubre de 2010

LA VIDA ES SUEÑO

El pasado día, después de mirar los comentarios que mis buenos “amigos” me dejan en las humildes reflexiones que “intento” poner día a día en mi perfil de Facebook, destacaba el de mi querida “camarada” Mónica. Hacía referencia a los que sueñan por soñar, y desde aquí, deseo responderle.
Estimada Mónica:
Día tras día tengo mis sueños. Hay amaneceres en los que el deseo se apodera de mí y de mis metas. Objetivos por cumplir en mi futuro y algo que tengo presente siempre es que no debo dejar de soñar, pero no soñar desde el pensamiento “que bueno sería tener tal cosa, o ser tal otra…” esos no son sueños, son sólo deseos.
El verdadero sueño es aquel que tiene una verídica determinación en él, uno que ya estamos convencidos de lograr.
Cuando sueño o cuento algo a uno de los míos (cercano, muy cercano) sobre mis proyectos para el futuro (no lejano) lo digo a veces hasta con las fechas en que ese sueño pueda estar cumplido. A veces me asalta la seguridad de que lograré todo lo que sea positivo para mi vida, que no tengo la más mínima duda del potencial humano para hacer cualquier cosa.
Eso es lo que tengo presente cada día…quizá por la gran influencia que ha tenido el budismo en mi vida, y principalmente, su pensamiento y manera de ver el mundo, me ha abierto la mente (aún queda mucho por abrir) de una manera que nunca podré dejar de agradecer. Pero no sólo agradezco tal apertura de una manera que hasta a mí, me extraña… también agradezco porque he podido ayudar con ello a muchas otras personas alentándolos a que no deben dejar de soñar. Que todo puede cumplirse y que no debemos nunca dudar del potencial de nuestro ser, de nuestra “budeidad” (para cada cual, su fe).
A veces los sueños tardan en cumplirse pero siempre llegan, quizá no cuando los esperamos pero si cuando realmente son necesarios para nuestra vida. Ya en repetidas ocasiones, he enumerado una frase budista: “A veces la vida te quita lo que más amas, para darte lo que más necesitas”. He visto este tipo de cosas en experiencias ajenas a mí, y también conmigo, por lo que tengo total seguridad de que la perseverancia y el esfuerzo tienen resultados exactos.
Y de tanto hablar de sueños, me ha dado sueño…(y por lo tanto, voy a soñar...)

jueves, 23 de septiembre de 2010

MIRAR SIN VER

Recuerdo, cuando acompañaba a mi hija (mi sueño es hacerlo hasta que la adelante con paso largo camino hacia el cielo) en su día a día de dibujos animados, y digo acompañaba, porque en el “tallo” empiezan a asomar las primeras ramas. Había uno en concreto, que tuve la “suerte” de ver en repetidas ocasiones y durante un tiempo prolongado: “El patito feo”.
En una escena de la película, Feo, que así se bautizaba el pato, caminaba distraído mirando hacia un lado, cuando invadido por su aflicción, estaba a punto de pisar a un caracol, que con sus gritos detuvo la pata del ave. El molusco salía de su concha espiral para recriminarle que no se podía ir por la vida sin mirar, pisando a los demás. El “patoso” animal, le explicó que no lo había visto, porque su tristeza le mantenía distraído.
Esa secuencia siempre me hizo pensar en las personas que sumidos en sus problemas, no llegan a ver todo lo que acontece a su alrededor, y no porque no quieran, sino porque quizá, no puedan.
Lo visible se vuelve invisible. Dependemos de la vista más que de ningún otro sentido para “movernos” por el espacio que nos rodea, pero cuando nos vemos sumergidos en un “atasco”, resulta tarea ardua llegar a la superficie y poder ver el horizonte más cercano.
No hace mucho, un toxicómano, conocido en el barrio donde resido, se me acercó para pedirme dinero, quería comprar una vela. La necesitaba para alumbrar su “oscura” noche, su apagada vida. Se sentó a mi lado en cuclillas y charlamos durante un rato. Me atreví a preguntarle qué le hizo llegar hasta la situación en la que se encontraba. Evidentemente existía un problema de raíz. Supongo, que como a todos nos sucede, quedamos eclipsados no permitiéndonos ver más allá de lo que gira a nuestro alrededor.
Cuesta entender a las personas (me incluyo) que comenten “imprudencias” cuando el velo de la tristeza o la desesperación cuelga delante de ellas. Una vez terminé de dialogar con Javier, (así se llama el chico que pretende salir del infierno) me di cuenta de que vivimos en un “eterno carnaval”. Todos tenemos nuestra historia, y tiramos de disfraces para vivir nuestra particular “comparsa”, en el trabajo, en la tienda, en la calle e incluso, en nuestras propias casas.
Nadie se escapa de ser juzgado y tampoco de juzgar, consciente e inconscientemente, pero una vez relatado este humilde relato, hago hincapié, que detrás de cada persona se “oculta” una historia que lo llevó a ese lugar. Me pregunto si seremos conscientes de que estamos juzgándola.

jueves, 9 de septiembre de 2010

EL HOMBRE…¿UN SER RACIONAL?

Después de pasar una tarde de este veraniego tiempo en la playa, acariciando la arena, jugando con mi “pequeña gran mujer” de siete años y mi sobrino, a quien le acompañan los mismos añitos de vida, nos disponíamos a regresar a casa, eso sí, una vez pasados por el “grifo” que arrastra los últimos granitos de arena, y conseguir así, no llevarlos a casa. No quiero hablar de lo incómodo que resulta andar por ésta pisando arena…
Una vez cogimos la dirección que nos llevaría a nuestro hogar, mi hija, gran amante de todo animal que se mueva (y no), junto a Daniel, así se llama el hijo de mi hermano, se dirigían a una terraza donde asomaba la cabeza un perro. Un Labrador, que no paraba de mover el rabo en cuanto percibió que los dos niños se acercaban. Estuvieron acariciando su cabeza durante unos segundos, hubo reciprocidad, una sensación mutua, y digo mutua, porque hasta el propio perro se levanto de su cómoda posición para entregarse a las caricias de las pequeñas manos.
Al instante, salió el “amo” del perro, y para mi sorpresa, sin decir palabra, acompañado de un gesto hostil con su cabeza, obligó al animal a abandonar la terraza, y así, renunciar a lo que estaba surgiendo. Sujetó la puerta y miró al animal con cara de enfado, cediéndo éste a su bienestar para “obedecer y cumplir” la orden impuesta. Fue como un intercambio de papeles, el hombre transformado en animal irracional y el perro, en un animal con raciocinio. Despojando a los niños de estar en contacto con el perro y a los viandantes de disfrutar con su mirada, de algo maravilloso, un “trueque” de cariño. ¿De un contacto interpersonal?
Cuando el perro fue sometido a la orden de su amo, el hombre, (por llamarlo de una manera) parecía regocijarse de su forma de actuar. Los niños, se quedaron sin poder seguir mostrando lo que sentían y el perro…lo propio. Mientras el propietario del cachorro, apoyaba sus brazos en la barandilla de su terraza mirando al frente, sin mediar palabra con los niños, sin darles una explicación para calmar sus inquietudes al sentirse “huecos” por no despedirse del “chucho”.
Me cuesta entender cómo las personas “podemos” llegar a comportarnos con el instinto animal más primitivo y descontrolado.
Recuerdo cuando estudiaba la asignatura de Historia, que los aztecas antes de la invasión española de 1519 se aseguraban los alimentos y los bienes necesarios para vivir a través de relaciones de reciprocidad y redistribución. Existía la práctica de la solidaridad y ayuda mutua entre los miembros de la comunidad. Colaboraban entre sí a cultivar y a cosechar.
La redistribución, consistía en el cobro de fuertes tributos en productos y en trabajo, eran contabilizados para determinar en qué zonas sobraban o faltaban alimentos, para luego distribuirlos en las poblaciones más necesitadas. Esto confirma el “espíritu comunitario” de los pueblos aborígenes americanos. Vivían en armonía con su ambiente, usaban de la naturaleza lo que ocupaban, en fin, “convivían” hasta que llegaron los hombres evolucionados…
El ser evolucionado (supuestamente), ese ser, que si dejara de creerse superior al resto y recordara desde su humildad más profunda ("Cuando bebas agua, recuerda la fuente") que también es un animal, el mundo volvería a su equilibrio.
Muchas, son las veces que me cuestiono si dando rienda suelta a nuestro instito más animal aprenderíamos a respetar el territorio ajeno, el respeto a otras especies, otras culturas, a no gastar lo que no necesitamos…a ser más nosotros mismos.

lunes, 23 de agosto de 2010

LIMAR

En ocasiones, entendemos la flexibilidad como “ceder” siempre para evitar conflictos, (y tampoco veo que sea algo malo) pero ser flexibles, no significa dejarse llevar y ser condescendientes con todo y con todos.

La flexibilidad mejora nuestra disposición para no andar peleando por cualquier situación que no sea de nuestro agrado.
En un curso de meditación que tuve la suerte de realizar, el “maestro”, asociaba flexibilidad con humildad.
“Con el tiempo, las personas inflexibles, se van quedando solas”. – Argumentaba.

Ser flexibles nos enseña a amoldarnos a las circunstancias. Todos somos artífices de nuestra personalidad, arquitectos de nuestro destino, todos podemos ser alfareros afanados en limar las aristas de nuestro carácter.
Lao Tse aconsejaba que imitáramos al agua, porque todo lo vence ya que a todo se amolda.

Modestamente, cito algunos “pasos” que INTENTO seguir (repito, lo intento, a veces no lo consigo, pero lo intento) para conseguir la flexibilidad.

- Procurar que tu primer impulso no sea dar un sí o un no como respuesta inmediata.
- Aprender que aceptar o negar tiene su momento. Escucha, observa, medita y actúa (procura, aunque no lo consigas, mantener ese orden).
- Hablar cuando sea necesario, o calla si las circunstancias lo exigen en ese preciso momento. Las conversaciones cuando son forzadas no llevan a ninguna parte.
- Buscar el mejor momento para opinar algo que sea interesante.
- Aprender a dejar una conversación en el momento oportuno, evitando discusiones estériles que no llegarán a algo sensato.
- Tratar a cada persona según su peculiar forma de ser, lo cual se traduce literalmente en respeto.
- Rectificar cada vez que sea preciso.
- Corregir los errores, pedir perdón o aclarar la equivocación.
- Respetar las reglas o normas que imperan en los distintos lugares a los que asistes, a menos que afecten la integridad y la seguridad de cualquier persona en particular.

martes, 17 de agosto de 2010

LA VIDA… UNA MONTAÑA RUSA

La vida es como una montaña rusa, hay momentos en que nos sentimos en la cúspide, en la cima, nos “asalta” una sensación de estabilidad, de progreso, de placer. Podemos sentir que nada nos agobia. Todo abajo parece baladí, lo vemos lejos, pequeño, insignificante, sin ninguna importancia, lo primordial para nosotros en ese momento…”nosotros”. Restando importancia incluso a quienes nos rodean.
Una vez empezamos a descender, comenzamos a sentir miedo, ahogo, inseguridad. Volviendo a palpar la sensación de cómo nos invadía antes de “anidar” en la cima. Empezamos a advertir inestabilidad, agobio…temor a caer al precipicio, derrumbarnos hacia el vacío…(curioso, cuanto más cerca nos sentimos del suelo, menos estabilidad).
Y es ahí, cuando nos damos cuenta del fino hilo que separa ambas emociones.
Lo mejor, desde mi modesta opinión, es que tanto en la cúspide como en la “falda”, recordemos a aquellos que siempre están a nuestro lado.

jueves, 12 de agosto de 2010

ELEGIR EL CAMINO APROPIADO

La antigua filosofía del tao es una de las vías de liberación más importantes que la humanidad ha gestado en toda su historia.
Por encima de todo, el taoísmo pone gran énfasis en el equilibrio entre nuestra conciencia de la realidad y nuestro ser natural.
La palabra Tao, contiene en sí misma dos significados. Por un lado significa, “el camino” por otro podría traducirse como “naturaleza” o la esencia de las cosas.
El Camino taoísta, en cuanto senda personal, es la consecuencia coherente de la cosmovisión que venimos desarrollando desde el primer paso que damos en la vida, hasta el último. Mientras avanzas por el camino del tao, debes superar las perspectivas personales para obtener una conciencia de la realidad más universal, más próxima a la verdad, menos distorsionada por nuestros intereses, nuestras apetencias, nuestros apegos y habilidades disímiles. Si no fuere así, el taoísmo sería una cosmovisión comprensiva pero sin ningún propósito. No dejaría enseñanza alguna para el quehacer humano y estaría totalmente divorciada de la vida social.
Apartándome (sin apartarme) del Tao, una vez leí que el teólogo brasileño Leonardo Boff le preguntaba al Dalai Lama en una entrevista cuál era la mejor religión. Él esperaba que dijera el Budismo o las religiones orientales. El Dalai Lama se limitó a responder que la mejor religión es la que te aproxima más a Dios, al Infinito. Es aquella que te hace mejor.
Leonardo Boff para salir de tanta perplejidad le volvió a preguntar:
- ¿Qué es lo que te hace mejor?
Y el Dalai Lama respondió:
- Aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más ético…más humano.
La religión que consiga hacer eso de ti, es la mejor religión.
Me he animado a desmenuzar la filosofía taoísta y la budista, para sumergirme en un camino, en el camino de elegir un camino.
Cada uno de nosotros, transitamos por los caminos de la vida y cada uno se encuentra en una estación diferente. Al final del trayecto, todos nos veremos las caras, eso sí, algunos con muchas cicatrices. Llegaremos a la meta, al mismo objetivo, porque quiero pensar que sólo existe una puerta por donde pasaremos… ¿hacia dónde? Aquí, tengo mi propia opinión como tú la tuya. Sólo, deseo que mientras vayamos caminando, cada uno, haya elegido lo que para él, ha sido lo correcto.

jueves, 29 de julio de 2010

RESPETAR...ACEPTAR

Hace algún tiempo, vi al Dalai Lama en una entrevista en la televisión.
Estaba dando una conferencia de prensa y en ella explicaba el sufrimiento y las atrocidades que ocurrían en el Tibet (el techo del mundo,mmmm). Este REINO MÁGICO en el Himalaya había caído bajo el control de la China comunista, que había privado a los tibetanos de todos sus derechos religiosos y fundamentales.

Cuando la conferencia estaba terminando, un perdiodista le hizo una pregunta al Dalai Lama:
- Y cuál cree que es la solución a tan tremenda tragedia?

El Dalai Lama sonrió, como lo hace siempre, y dijo:
- APRENDE a aceptar y a respetar cualquier insecto, por repugnante que éste te parezca, y habrás aprendido a RESPETAR y ACEPTAR al mundo.

Como budista no exclusivista (el cristianismo ha sido mi cuna, mi madre, mujer religiosa donde las haya, se ha encargado de transmitirme las maravillosas enseñanzas de CRISTO) esas palabras del Dalai Lama crearon ciertas ondas en mí, generando cierto incremento por descubrir más y más las palabras de BUDA.
Si somos capaces de respetar a un insecto, una criatura insignificante, o quizá despreciable, entonces no deberíamos tener problema alguno en aprender a respetar (tarea ardua) a cualquier ser, humano o no, que viva en este maravilloso planeta.

lunes, 19 de julio de 2010

PARTIR


Muchas veces me he puesto a pensar que, cuando alguien a quien queremos mucho y es importante en nuestra vida, enferma gravemente, sentimos, además del dolor, un miedo profundo, tan profundo como la necesidad de volver el tiempo atrás, hasta colocarlo donde comenzamos esa relación. Y así, no sentirnos “huérfanos”.
No sé si huérfanos sería la palabra correcta, pero la sensación de vacío que nos queda se equipara a un gran hueco que habita en nuestros corazones cuando quienes nos han dado su amor, irremediablemente parten o "deciden hacerlo", y lo peor, es que a veces, ni siquiera sabemos hacia donde van. No hago mención sólo a la muerte, a veces puede ser el caso del amor, o la amistad.
Sentimos en su ausencia una enorme soledad, como antes mencioné, un gran vacío, un silencio que aturde y desespera, un frío que no viene de ventanas abiertas sino de la sensación de desamparo y de angustia por no poder escuchar más su voz, o sentir la tibia sonrisa que compartiéramos.
Creo que a todos nos invade ese pensamiento cuando nos enfadamos con uno de los nuestros y hemos sentido esa sensación de miedo, de temor a no saber más de esa persona. Los que hemos “padecido” esa necesidad de volver el tiempo atrás para que nada de esto sucediera, queremos creer que se trata de un mal sueño del que mañana despertaremos sonriendo precisamente para entender que fue sólo eso, sólo un mal sueño.
Lo mejor, desde mi modesta opinión, si alguien "decide irse" de nuestro lado, es allanarle el camino, pero con un pequeño matiz, clavando en el suelo una señal que indique:
Pase lo que pase, yo estaré aquí, por si me necesitas.

domingo, 4 de julio de 2010

VALORAR - SE


Existe una “reflexión” de un grupo musical (Extremoduro) que anidó en mi adolescencia y aún permanece, aunque ahora sólo les escuche de puntillas. La “cita” ha sido masticada en varias ocasiones con los “míos” (nadie es de nadie, cariñosamente les bautizo así, porque siempre estamos cavilando cualquier frase, cualquier situación que nos haga meditar, y eso crea un vínculo de mayor intensidad) y que dice así: “Para algunos, la vida es un camino empedrado de horas, minutos y segundos, yo, más humilde soy, y sólo quiero que la última ola del último suspiro de un segundo me transporte mecido hasta el siguiente”.
Disfrutar, exprimir la vida, es mi forma de entender esta reflexión. Nadie tiene un contrato “indefinido” con la vida. Vivimos en un constante presente, y si profundizamos en esto, podríamos llegar casi seguro a la conclusión, de que el pasado y el futuro son sólo “trucos” de nuestra sociedad programada. Quizá para poder valorar y así disfrutar de nuestro presente, nuestro perenne presente, sería bueno que aprendiéramos (me incluyo) a apreciar las cosas buenas que ya tenemos. Podría pasar que creamos que no tenemos “demasiadas” cosas buenas, que la hipoteca nos impide ahorrar y por supuesto nos frenara los caprichos que deseamos. Esta carga (emocional) conlleva a que creamos que nuestra fuerza interna esté en constante fuga.
Supongo que como yo, piensas que todo sería más fácil si tuviéramos mucho dinero, o un gran poder, aunque, como todos, también sabrás que los adinerados son infelices y tienen vidas atormentadas (no sólo los pobres). No digo que no sea bueno tener dinero, y con él, conseguir el “acceso” a todo aquello que tienes en tu mente, o a aquello que “el dinero puede comprar”, para ser más explícito. Te invito a que reflexiones (de vez en cuando, no siempre, los extremos son malos) sobre cuánto vale vivir en un país del primer mundo, o cuánto cuesta el amor que te tienen y que tú le profesas a tus amigos y familiares.
Con estas humilde letras, lo que deseo, es que no seas (vuelvo a incluirme) tan autoexigente y empieces a ocuparte en valorar y disfrutar el presente, este que te ha tocado vivir, y de esa manera, evites pasar por esta vida sin comprender por qué vale la pena estar aquí, en este redondo planeta.
Para finalizar este “presente”, dejo un cuento que deseo compartir contigo para la reflexión:

Un zar, se hallaba enfermo, y ofrecía la mitad de su reino a quien lo curara.
Todos los SABIOS se reunieron y celebraron una junta para curarlo, pero no encontraron medio alguno. Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curarlo.

- Si sobre la TIERRA se encuentra a un hombre FELIZ - dijo -, quítenle la camisa y que se la ponga el zar, con lo que éste será curado.

El zar mandó buscar a un hombre feliz. Los enviados del soberano se esparcieron por todo el reino, pero no lograron descubrir un solo hombre feliz, contento con su vida. Uno era rico, pero estaba enfermo; el otro gozaba de salud, pero era pobre; aquel rico y sano se quejaba de su mujer... Todos lamentaban algo.

Cierta noche, muy tarde, el hijo del zar, al pasar por delante de pobre choza, oyó que alguien exclamaba:
- Gracias a DIOS, he trabajado y he comido bien. ¿Qué me falta?

El hijo del zar se sintió lleno de alegría; inmediatamente mandó que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien a cambio habría que darle la mitad del reino.

Los enviados se presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para quitarle la camisa; pero el HOMBRE FELIZ era tan pobre, tan pobre, que no tenía CAMISA.

jueves, 24 de junio de 2010

SOLO CON TU SOLEDAD


A veces, en ocasiones, mi ALMA pide soledad; nada más, nada menos. Necesidad de vaciarme de mundo y de mente, conseguir que mi corazón agote las reservas.
Necesidad de estar solo, de querer ORQUESTAR mi movimiento corporal con la sinestesia multifacética de cada expresión de vida que siento. En la SOLEDAD elegida, no puede existir DOLOR, hay bienestar, dulzura visceral.
El problema radica en comunicar esta URGENCIA del alma sin herir a quien está cerca, ser comprendido, no JUZGADO.
Instalarse en el verdadero YO, olvidando todo lo que acontece. Permitir que sólo el AIRE que nos rodea nos conecte con lo INVISIBLE. Como un océano de PAZ que "engolfa" nuestro espíritu pero sin ahogarlo.
Maimónides, filósofo y médico hebreo - español, afirma que DIOS es, pero desconoce qué es.
El corazón del hombre puede SENTIR y COMPRENDER sus sueños, pero jamás descifrará el significado OCULTO que nos permite volar más allá del miedo.
Los que despiertan pero siguen dormidos no podrán empaparse de la brisa interna que alientan sus decisiones y ahuyentan a las AVES carroñeras del miedo.
¿Puedes estar sólo con tu soledad?

miércoles, 9 de junio de 2010

APAGAR LA LUZ PARA NO VER LA REALIDAD

Cada mañana, en la antesala de la hora de llegada a mi trabajo, como de costumbre, enciendo el televisor una vez me haya levantado el despertador. Paso por la ducha y con las últimas gotas resbalando por las zonas donde la toalla no llega a secar, me siento con café en mano, a ver las noticias matinales.
No salía de mi asombro cuando escuchaba y veía las imágenes de un “vagabundo”, que, después de ser atracado (es curioso, asaltar a un pobre) lo habían apuñalado. Éste perecía en el suelo y no por la “estocada” en sí, sino porque permaneció tirado durante dos horas sin ser asistido. Una, por los viandantes que pasaban por allí y sólo veían como un mendigo “anidaba” en la acera inmóvil, y dos, porque la asistencia sanitaria se demoró más de dos horas en acudir a su ayuda.
Dirección a mi trabajo, masticaba tales imágenes (o lo intentaba). Cómo los peatones sin llegar a pararse, miraban el cuerpo de un “ser humano” mal vestido, filtrándose en mi mente mientras rumiaba las siguientes preguntas: ¿Y si hubiese ido cubierto con traje y corbata? ¿Se hubiesen parado? ¿Se hubiera salvado?
Mi respuesta tenía doble “veredicto”. Quizá si, quizá no.
“Sí”, porque siempre nos resulta más fácil atender a alguien con una apariencia fisica notable que a un simple “holgazán”.
“Y no”, porque son muchas las “personas”, que de cualquiera de la maneras apagan la luz para no ver la realidad.
Ver la realidad a la que somos “sometidos”, duele, horroriza y hasta escuece, pero no por evitarla, dejará de existir o cambiará. Y digo sometidos, porque son pocas las personas que acompañan a sus latidos, pocas las que deciden no divorciar lo que hacen de lo que desean.
¿Cuántos somos los que cerramos los ojos o distraemos intensionadamente la vista hacia cosas que nos mantengan alejados de lo que es real?
¿Podríamos encender la luz que nos permita ver la realidad?
La respuesta a estas preguntas como normal general, sería “sustituyendo” en lugar de enfrentarnos a la realidad.
Quizá, para algunos, suplir lo que estaba, es una forma de enfrentarse a la realidad, no lo pongo en tela de juicio, quién soy yo para juzgar las acciones de los demás. Simplemente considero, desde mi perspectiva, que enfrentarse a la realidad no debería ser sustituyendo nada de lo que nos ha sido arrebatado, (y vuelvo añadir, muy respetuasamente que para otros sí lo sea).
¿Existe alguna realidad en tu vida que estas evitando ver?

miércoles, 19 de mayo de 2010

EL ECO DE MIS LETRAS (PARA ANTONIO GONZÁLEZ PADRÓN)

Si hablamos del “eco”, su definición más correcta sería la de una onda sonora reflejada perpendicularmente en una pared (o a través de una montaña de forma Natural), pero no trato de transmitir ese significado, hablo de las huellas que pueden dejar mis humildes letras.
El pasado martes, cuando al sol le restaban pocas horas de “vida”, me dispuse a abrir mi correo. Entre los e-mails que allí anidaban, se encontraba uno que destacaba por la belleza de su “plumaje”, claro que no quiero restar importancia a las demás “crías”, pero siempre una madre tiene su “ojito derecho” y eso nadie lo puede negar. Cuando “desplumé” dicho mensaje, para mi sorpresa, la directora de Guía Histórica Cultural de Telde, Conchi Vera, me pedía con todo su respeto y cariño, mi número de teléfono, para “alguien” se lo había “implorado”, sentía la “necesidad” de ponerse en contacto conmigo. Hablo de Don Antonio María González Padrón, cronista oficial de la ciudad de Telde.
Respondí al correo de Conchi Vera, introduciendo mi número de teléfono y una respuesta a su segunda petición: (No cambies nunca) con un: “No cambiaré, aunque vea cambiar los cambios”.
Esa misma tarde me telefoneaba Don Antonio González, tuve el honor de dialogar con él. Antes sólo me había tropezado con su persona, cuando pregonaba algunas de las exposiciones de mi buen tío Antonio Sánchez Cabrera (pintor y escultor de esta-nuestra ciudad de Telde).
Los “llanos” escritos que envío a todos los medios de comunicación local, con el mismo cariño y respeto, habían “mellado” la mente de nuestro cronista teldense.
Mi felicidad se multiplicó cuando Don Antonio, me comentaba que su hijo, “afincado” en Madrid, le preguntaba si conocía a quien hoy, te transmite este escrito, (lleno de orgullo pero sin “ego”). Su vástago me seguía desde la capital de España y eso no me dejó indiferente, me llena de fuerzas para seguir “golpeando el teclado”. Concretamos cita para conocernos personalmente. Tuve el honor de visitar “nuestro” museo y no sólo empaparme de toda su antiquísima historia, sino lo que para mí tiene más valor: “el ser humano”.
Recibido entre aquellas viejas paredes teldenses y los brazos de Antonio, me sentí como en casa (nunca mejor dicho). Tuve el privilegio de oír historias que aumentaban mi “dormida” cultura, pero quiero hacer hincapié que lo que más obtuve, fue el calor humano, el trato exquisito de una persona que desprende fuerza en sus palabras a la hora de contarme la historia del museo León y Castillo. Fraternidad entre su piel y las piedras que cubren la primitiva casa con “olor a hogar”.
Cuando me despedí de Antonio, me fui con mi alma ensanchada y un dolor agudo en el brazo, causado por la fuerza que hacía para sostener los libros que me había regalado desde su más sincero sentimiento. A todo esto, durante el trayecto, me acompañaba un pensamiento evidente: mis letras, mis humildes letras, no caen en balde.
Quiero agradecer públicamente a Antonio González Padrón y a todos los que me “empujan” a seguir escribiendo, por la energía que me inyectan cuando siento vuestro aliento. Hoy quiero hacer mención especial a ciertas personas que sin nombrarlas, ellas ya saben quienes son: compañeros de Servicios, Tesorería, Igualdad, Servicios Sociales, Intervención, Personal, Cultura y como no, a mi querida concejalía de Educación. Pido disculpas a aquellos olvidados en el tintero, dando gracias a todos, y al resto de los medios de comunicación, sin ellos, esto no sería posible.

sábado, 8 de mayo de 2010

VIVIR ROBOTIZADOS

Esta mañana cuando veía cómo la hojilla reflejada en el espejo se llevaba los largos pelos de mi cara, oía de fondo la televisión, (que en ese instante era la “fiel compañera” de mi hija), y llegaba a mis oídos las voces de los intérpretes animados, que en ese momento eran proyectados por la cuadrada pantalla. Concretamente, dos de los “filmados”, dialogaban dentro de la “caja del entretenimiento” sobre cómo aprobar matemáticas. Uno de ellos, argumentó que le gustaría ser un robot para superar los exámenes, a lo que el otro contestó que era tarea fácil, tenía uno en su casa, le cogería su cerebro y se lo cambiaría.
Cuando asomaban las últimas gotas de sangre por mi rostro, (nunca he aprendido a afeitarme y ojalá no lo haga, no me gustaría vivir robotizado) mi pequeña “gran” mujercita de siete años, se me acercó para decirme que le gustaría ser un “androide”. Solté la maquinilla que más que rasurarme, había hecho una masacre en mi faz y la rodeé con el brazo para decirle que éstos no tenían sentimientos.
-“¿Qué es eso papá? Me preguntó pasmada”.
Sólo entendí una forma de poder explicárselo acorde a su edad y le comencé a enumerar: llorar, reír, amar, querer, enfadarse, saltar de felicidad… Me miró con cara de satisfacción porque supongo le había sacado de dudas y me dijo:
-¡Ah!, entonces yo no quiero ser un robot. Y salió por el umbral de la puerta dando saltos.
Su respuesta me dejó reflexionando un rato acerca de cómo muchos seres humanos se comportan con ciertas actitudes mecanizadas. Parecen vivir con todo programado y dejando pasar el tiempo sin que puedan disfrutar de lo que realmente desean.
¿Pasar por la vida “robotizado” o “sintiendo” tus emociones y por lo tanto, “intentando” cumplir lo que anhelas?

lunes, 19 de abril de 2010

EL TIEMPO


Se cuenta que hubo una asamblea de animales y que éstos se quejaban de que los humanos les arrebataban cosas que les pertenecían. La vaca, se lamentó de que le quitaban la leche. La gallina, de que le robaban los huevos. El cerdo, que se aprovechaban de su carne para hacer jamón. La ballena amargada, cansada de la caza para obtener su aceite. Pero el caracol sabía que él tenía algo que los humanos deseaban por encima de todo y que se lo robarían si pudiesen: tiempo.

Una vez más, escojo un cuento que me sirva de plancha para desmenuzar el tema que deseo servirles a todos los que leen mis humildes letras, y así, conseguir llenar vuestros “estómagos”.
Cada día me tropiezo con muchas personas que se quejan por la falta de tiempo, que no realizan muchos de sus proyectos porque les falta “espacio”. “¡Ojalá y el día tuviera más horas!”. Y me pregunto, “¿para qué?” Si tuviera más de veinticuatro, estoy seguro de que pediríamos sumarle unas cuantas, porque nos “ensañaríamos” mucho más “tiempo”, haciendo lo mismo que hacemos ahora, sin llegar a disfrutar de lo que deseamos.
Nuestras vidas giran alrededor de un reloj interno cuyas agujas marcan las obligaciones impuestas. Vivimos para “cumplir” con lo implantado: el trabajo, la casa, los niños (para quien los tiene), la comida… Esto debería hacernos reflexionar. Es curioso, al menos a mí me ocurre, cuanto más nos liberamos de las tareas rutinarias, más nos saturamos de actividades, hasta el punto de volver a necesitar más tiempo. Es como correr hacia algún lugar y sin saber ni siquiera hacia donde. Sólo hay algo que nos hará parar, el propio tiempo, y con la edad, cambiará el sentido de éste. Supongo que cuando cumplimos años, es cuando decimos que el “tiempo”, se nos ha echado encima y nos sentimos más cansados, acoplándonos a la rutina para no realizar aquello que deseábamos. Y así pasamos por la vida, dejando miles de cosas sin “saciar” por nuestro apetito interno. ¿La culpa la tiene el decurso de nuestra vida o la actitud que tenemos ante éste?
Para contestarme a esta pregunta, intento hacerlo a una antes: ¿cómo empiezo el día cuando me levanta el despertador, y cuando me despierto por mi cuenta? Los pensamientos condicionan nuestro comportamiento. Siento, o mejor dicho, percibo, cuando hablo con mis amistades sobre este tema, que dejamos atrás nuestras almas en medio de las prisas, nos olvidamos de los sueños que tenemos, de la empatía y sobre todo, de la necesidad de maravillarnos. De hecho, siempre parece que estamos empujando el almanaque, anhelando que llegue Semana Santa, algún puente antes de las vacaciones para salir de nuestra agitada vida y dominada por el reloj. Este sentimiento de que carecemos de tiempo es el resultado de la actitud que tenemos ante esta sociedad marcada por el materialismo, acumular experiencias, hacer cosas y sobre todo, cumplir con las obligaciones, antes de disfrutar y “vivir” nuestra vida.
Una vez, un gran amigo, (el cual no me dejó que le nombrara), dijo que esto no le pertenecía, que son mis letras, (pero mis letrillas dejan de ser mías, una vez expuestas) leyó que “en lugar de contar las horas ojalá pudiéramos cuantificar los momentos de silencio, cuando hacemos lo que nuestro corazón anhela… o cuando no hacemos nada en absoluto”.

sábado, 27 de marzo de 2010

LA VERDAD

Siempre que comparto un cuento con los “míos”, tengo el honor de declararles así, porque no sólo son personas que me agradan, sino que me aportan, me suman y llenan mi vida, debatimos hasta la saciedad cada una de las letras que componen el relato a esclarecer. Lo trituramos por el “pasapuré” (me encanta utilizar este término, porque siento que no se nos queda nada atrás), pero hubo una fábula, que no “despejamos” del todo. Quiero compartirla con todos los que me leen e independientemente de lo que yo opine, invitarles a que saquen vuestras propias conclusiones.
Se llama: “La tienda de la verdad”
El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco, intrigado se acercó a la vidriera y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate...en el interior, solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: "TIENDA DE LA VERDAD".
El hombre estaba sorprendido. Pensó era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían.
Entró.
Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:
- Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?
- Sí, señor, ¿qué tipo de verdad anda buscando: Verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?
Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible, llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.
-Verdad completa- contestó el hombre sin dudarlo.
" Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones ", pensó, " no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones".
-¡Verdad plena!- ratificó.
Bien, señor, sígame.
La señorita acompañó al cliente a otro sector y señalando a un vendedor de rostro muy adusto, le dijo:
- El señor lo va a atender.
El vendedor se acercó y espero que el hombre hablara.
- Vengo a comprar la verdad completa.
- Ahá, perdón, ¿el señor sabe el precio?
-No, ¿cuál es? - contestó rutinariamente. En realidad, él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
- Si usted se la lleva- Dijo el vendedor- el precio es que nunca más podrá estar en paz.
Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande.
- Gra…gracias, disculpe...- balbuceó.
Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso.
Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
" Quizás más adelante"…pensó...

Una vez leído el cuento, supongo que poseer la verdad “absoluta” conlleva pagar un precio muy alto, no estar en paz nunca. Tan elevado importe te alejaría de conseguir la “felicidad”, y como comparto la descripción de Jorge Bucay, sobre ésta en la cual especifica que no existe, que después de recorrer diferentes caminos durante muchos años en busca de ella, jamás halló su fórmula, recomendando que sería más que suficiente ocuparnos mejor, más sanamente y con vehemencia de todo aquello que nos impide ser felices.
Alcanzar este camino nos llevaría a la orilla de estar en paz con nosotros mismos. Y digo a la orilla, porque sumergirnos en ella, es casi imposible. Son muchos los deseos que nos invaden y no cumplimos durante nuestra estancia en esta vida, consumar cada uno de ellos y conseguir estar en paz con nosotros mismos, también requiere “arrancar” una etiqueta con una valía bastante inasequible.
¿Hasta cuánto estás dispuesto a “desembolsar” para obtener la paz contigo mismo?

jueves, 11 de marzo de 2010

NADAR CONTRA CORRIENTE

El pasado lunes, como de costumbre, realicé mi habitual “liturgia” al llegar a casa después de la jornada laboral. Consiste en “tumbarme” en el sofá con el “depósito” lleno y ver el documental (a veces más que ver, oír) que ponen en la dos. Concretamente ese día proyectaban: “la vida de los salmones”. Me llamó mucho la atención la existencia de estos peces, viven pocos animales en el mundo que ejerzan una fascinación y atractivo tan singulares como lo hace el salmón. Su ciclo de vida es impulsado por el instinto, como en todos los animales, ( ¿Incluidos los seres humanos?...me pregunto) pero solo él da ejemplo de determinación, gran fuerza, vigor y resistencia antes de llegar hasta su dramático y trágico final.
La vida del salmón se inicia en el río. Cada año, en el otoño, una hembra y un macho ponen y fertilizan las ovas en un nido de grava, previamente forjado por la madre. Llegada la primavera acompañada de una elevación de temperatura y cuando el salmón ha adquirido algunas habilidades natatorias, abandona la grava e inicia su vida independiente. Después “vagabundean” en los mares hasta llegar al río para intentar volver al lugar de nacimiento, para ello deben pasar severas penurias.
“La odisea del río” se inicia venciendo los remolinos, rocas, árboles caídos, osos hambrientos y todo tipo de obstáculos; en esa travesía no se alimentan, lo que sumado a la lucha “contra corriente” y demás tropiezos provoca en sus cuerpos serios deterioros que le dan a su aspecto, un feo y triste maquillaje, lejano de aquel que poseía cuando vivía en los mares. Pero no por eso, menos brioso. Remontando el río llegan a la entrada del área de desove, esa misma donde se inició su vida y de la de sus antepasados.
No deja de ser “asombroso”, una vida llena de obstáculos sin pensar en un beneficio para sí mismo. Seguidamente reflexioné en el ser humano. ¿Cuántas adversidades tenemos que saldar durante nuestro peregrinar a lo largo del camino por la vida? ¿En cuántas ocasiones lo haremos de forma altruista?
Cuando tropiezo por la calle con mis amistades, y éstos me preguntan cómo estoy, suelo responder: “limando” o nadando contra corriente. Generalmente veo cómo estamos programados por una “moral impuesta” que nos impide nadar contra corriente, de ahí, que “la vida del salmón” me dejase atónito, porque son pocos los seres humanos que llegan al “área de desove”.
¿Dejarías la moral impuesta y nadarías a contra corriente?

sábado, 27 de febrero de 2010

PERDER EL CONTROL


Días atrás me dirigía a la oficina de correos a recoger un pedido, invadido por el cansancio, entré en una cafetería para “inyectarme” una dosis de cafeína y así derrotar el abatimiento que me sostenía a ralentí.
El camarero, buen especialista en armonizar relación con su clientela, me sirvió lo de siempre: un vaso de agua y café corto con leche. El gesto de Suso, así se bautiza amigablemente el dueño de la cafetería, hace que me sienta como en casa y consigue así, que acuda cuando demando sentirme a gusto.
Una vez “instalado” en la barra, llamaron mi atención dos personas que “echaban” monedas a diestro y siniestro a unas máquinas “tragaperras”. En concreto, uno de ellos fue el que despertó cierto interés en mí, acompañado de un niño, que con un paquete vacío de papas “jugaba” haciendo milagros para acabar con el aburrimiento. Cuando terminó de “matar” el tiempo que le entretenía con aquel plástico, apoyó su cabeza en la mesa, señal de que el hastío y el cansancio estaban haciendo mella en su pequeña cabecita. Lo que más llamó mi atención, fue las repetidas patadas que le proporcionaba a su padre, sin duda era una “llamada de atención”.
Lo que me pareció más triste es que éste ni se inmutara, estaba pendiente de cómo su dedo golpeaba al botón de la máquina a una velocidad de vértigo, mientras su cabeza se hallaba “metida” de lleno en el aparato vecino. Ni siquiera estaba pendiente de ganar su dinero, se encontraba inmerso en lo que el otro hacía.
Cuando acabé de absorber el último buche de mi café, dejé moneda en mostrador a Suso y le hice una señal con la cabeza en modo de despedida, mientras abandonaba el local, no paraba de pensar en la imagen de aquel jovencito que demandaba a base de “puntapiés” la presencia de su progenitor. Éste había perdido el control, desde mi punto de vista, generado por un vicio, una forma de tratar de olvidar, una necesidad. Para los mortales comunes: un apetito demasiado grande que incita a hacer algo en exceso, transformado en una conducta habitual donde la persona que lo realiza siente placer al llevarlo a cabo, olvidándose de todo lo que le rodea y más importante aún, olvidándose de sí mismo.
Una vez descrito, a mi modo de ver, el concepto de vicio, coincido con muchos de ustedes en que “todos” tenemos alguno, es más, considero que no es malo que a veces, “algo” nos haga perder el control momentáneamente para olvidar nuestros vacíos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

¿SE PODRIA REORDENAR EL MUNDO?


De niño nunca pude "reordenar" el cubo de Rubik. A día de hoy, lo intento y las fuerzas me abandonan, la impaciencia me puebla, consiguiendo que termine por ABORTAR.
Me asalta la duda...¿pasará lo mismo con el mundo? De niños nos educan para ordenar todo, luchar por un mundo mejor. Una vez vamos creciendo, nos iremos encontrando con obstáculos que la vida nos va proporcionando, luchamos para solventarlos y una vez LIQUIDADOS, volvemos a ver nuevos desafíos, incluso REPETIDOS en nuestro camino, en el caminar diario, que a muchos les puede, consiguiendo que abandonemos y dejemos de luchar, acabando con nuestras fuerzas para RECOLOCAR el mundo.

lunes, 8 de febrero de 2010

EL RETROVISOR


El pasado lunes, después de que nos bautizara con su “gota a gota” la tormenta y a primera hora de la mañana como “rutina” me dirigiera a mi trabajo, la verde luz del camaleónico y último semáforo, muda posándose en rojo. Este momento de detención, para muchos “conductores”, es una “pérdida” de tiempo, personalmente me lo tomo como un instante de reposo, como estar en el umbral de la puerta que separa mi vida personal de mi vida laboral. Mientras anido en ese trance de sosiego, me gusta observar, sin prejuzgar, las conductas de los que me acompañan en el gris asfalto: unos se miran al retrovisor para comprobar que su imagen, es la misma que dejaron fotografiada en el espejo de su casa, otros, teclean el volante a ritmo de la música que escapa dirección a sus oídos, los hay que aprovechan el momento para “barrer” con el dedo sus fosas nasales, secas de tanto respirar el aire “contaminado”.
Existen muchas maneras de “asfixiar” para los impacientes ese momento de espera. Hubo uno en concreto que despertó mucho mi atención, se trataba de un trabajador que sentado al sillón de un gran camión, sacó su largo brazo acompañado de un pañuelo para frotar el enorme retrovisor, y así poder ver lo que acontecía por detrás. Ese momento me hizo reflexionar sobre las veces que tenemos que limpiar nuestros “retrovisores” internos, para ver las huellas que hemos dejado y poder avanzar hacia un futuro mejor.
“Según cómo hemos recorrido nuestro pasado, podremos avanzar hacia el futuro”. La persona que ha empleado su vida cometiendo errores, incluso repetidos a conciencia, tras echar un “vistazo de reflexión por su retrovisor” acerca del transcurso de su existencia, podría ocasionarle el estímulo necesario para dar un “volantazo”, teniendo la opción de escoger un trayecto que le lleve a elegir otra carretera hacia su destino. Aquí aplicaría mejor que nunca, una frase que escucho con frecuencia: “Usemos el pasado como trampolín y no como sofá”.
¿Y tú, cómo utilizas tu pasado, como trampolín o como sofá?

sábado, 30 de enero de 2010

DARSE UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD


Cuando uno decide “darse” una segunda oportunidad, tiene ante sí, un trabajo arduo de replanteamientos y de autocrítica. El hecho de añorar situaciones pasadas es una razón para no pisar el acelerador y quedarse anclado al pasado. Normalmente lo que se “echa de menos” es lo conocido ya que es el terreno en que nos sentimos a gustos y seguros.
En el caso de un preso que ha cumplido condena y vuelve a “pisar la libertad”, no tardará en darse cuenta de que la transición de estar preso a estar libre conlleva serios desafíos personales y altibajos emocionales. Al principio, como es normal, valorará la libertad mucho más que antes, pero la parte de este difícil cambio es el “reajuste” que debe aplicarse para definir un plan de vida con mucha diferencia a la “estructura” que le han marcado en prisión –donde constantemente le imponen lo que tiene que hacer.
Quizá la segunda oportunidad más difícil, es la de vivir “superando” la adicción a las drogas, porque desde mi modesta opinión es una “prisión auto impuesta. Mantenerse fuera de esa cárcel es una tarea ardua. Es un callejón aparentemente sin salida, sin embargo, son muy pocos los que “encuentran” la puerta trasera que les ofrece la posibilidad de retomar la TRANQUILIDAD DE SUS RUTINAS. Una vez se haya superado la parte más complicada: la desintoxicación, la rehabilitación… lo mejor para evitar una recaída es salir del lugar de procedencia y alejarse de las malas influencias. Evitar verse con los “habitantes” de este mundo cruel y pasear por la vida intentando encontrar un nuevo “planeta” en esta galaxia.
Otro y quizá el más común de los casos, es el del “amor”. El amor es la esencial virtud del ser humano y muchas veces lo que nos mantiene con sentido en la vida. Es muy importante en este lance que ambos intérpretes estén de acuerdo. Aceptar los errores del pasado sin quedarte anclado en él. Lo más importante es saber que “darse una segunda oportunidad” no es retomar las cosas donde se quedaron: porque es una nueva oportunidad de crecimiento, de cambio.
Aunque como cristiano no exclusivista, ya lo he anunciado en textos anteriores no me privaré de leer uno de los mejores libros que cohabitan con nosotros en nuestra vida: La Biblia. Un pasaje más de este grueso ejemplar no me dejó indiferente pudiendo descifrar: Job 14:7 "porque si el árbol fuese cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva".
Darse una segunda oportunidad es tener fe en ella, aunque muchas veces tengamos que agarrarnos a una fuerza externa para superar cualquier obstáculo, aún sabiendo, que la mayor fuerza para solventar las adversidades está dentro de nosotros. Pero como irse a los extremos siempre puede crear una “adicción”, soy partidario de compartir ideologías si nos ayudaran a superar cualquier adversidad, y así, “darnos una segunda oportunidad”.
¿Estás dispuesto a darte una segunda oportunidad aunque fuese a consta de una fuerza externa?

domingo, 24 de enero de 2010

EL CAMINO DE LA VIDA



Se llama Javier, vive en la misma ciudad que yo pero no nos conocemos personalmente. Me había dejado un mensaje a través del blog de mi querida amiga Nuke, ya que en un reciente artículo publicado en un medio digital de mi localidad, donde expongo mis humildes artículos, hacía mención a su enlace “El rincón de Nuke”, donde mostraba mi agradecimiento a las personas que me habían motivado y “empujado” a hacer una de las cosas que más me gustan: ESCRIBIR. A partir de aquí el recorrido que realiza Javier para hacerme llegar sus comentarios y poder entablar contacto conmigo, es un camino largo, difícil, complicado, pero a su vez digno y orgulloso de contar por la ilusión que provoca en mí que estas humildes letras le hayan llegado a alguien de una manera tan intensa, motivándole a dar tales pasos.

El andar de Javier, me hizo reflexionar sobre lo siguiente: pudo haber recorrido un camino más corto, fácil pues siendo ambos de la misma ciudad, conociendo donde trabajo, hubiera sido más sencillo y rápido encontrarme, sin embargo, Javier inició el recorrido de un camino más extenso. Saqué de mi archivo una frase que se aplica con frecuencia en Oriente y dice así: “ningún camino fácil te llevara lejos”, es la forma en que Javier paso a paso se ha ido acercando a mí, y desde aquí quiero agradecérselo porque este gesto ha hecho que rebosen aún más mis ganas de seguir escribiendo.

“Caminar es vivir”. El recorrido más largo y ancho es el que realizamos en la VIDA, al igual que Javier, según nuestra intención, propósito, deseo…cuando uno comienza a andar decide por qué camino avanzar: si por el largo/difícil o por el corto/fácil… El corto, podría ser el más sencillo, el más socorrido para un momento determinado. El buen afán de superación que a la raza humana nos diferencia, en ocasiones nos hará optar por tomar el camino más largo, y… aún tomando éste… se establecerán unas diferencias que serán las que nos definan como la persona que somos: “Lo qué y cómo hagamos en la vida, tendrá su eco en la eternidad”. Estas reflexiones me han permitido contemplar la gran variedad de FORMAS DE CAMINAR, que cada cual tiene opción de elegir y escoger según sus circunstancias:

-Habrá quien decida coger “atajos” para llegar antes y recorrer menos “metros” olvidando que la vida es un camino largo y que es tan importante como necesario recorrer desde el Km.0 hasta el final del destino, pues es el viaje en sí el que nos aporta la verdadera satisfacción: VIVIR viviendo cada paso, enriqueciéndonos de lo hermoso del paisaje, solventando cada problema…sin evitar el enfrentamiento que las adversidades de la vida nos va poniendo como obstáculos, ya que son éstos los que nos hacen crecer, muchas veces nos sirven como “trampolín” para avanzar dando saltos y recorrer así más metros en menor periodo de tiempo.

-Por otro lado, habrá quien ni siquiera se atreva a caminar con los cinco sentidos “activados”, lo cual le impedirá percibir todo aquello que le va llegando durante el trayecto, lo que le proporciona un imperfecto e incompleto “abono” para esta tierra fértil, lo que haría crecer fuerte y recto el tallo de raíz, evitando desvíos hacia los lados… perdiendo así otra oportunidad de “ver”.

-Están también los que deciden caminar sin saber por dónde, con la necesidad de un “lazarillo”. Eligen ir ciegos por el camino, necesitan de el “guía” para que les avise y oriente sobre los obstáculos que se le presentaran para no enfrentarse por sí mismo y prever mediante otros cuáles son las complicaciones que le impedirán avanzar. Ocurre en estos casos con mucha frecuencia que “el lazarillo” se cansa de tirar con la carga del otro, y cuando éste ya está agotado, se libera del peso ajeno, dejando al “ciego aún más ciego”.

-Otros aún cuando ya tienen decidido el camino a seguir, llegado el momento de empezar a andar, no se atreverán a dar ni el primer paso: “suicidios en vida”. Habrá quienes sí den esa inicial zancada y se paralicen ante el miedo de que las cosas no salgan como habían pensado, y tenderán a retroceder e incluso a perderse en el camino de “vuelta a casa”. Tan sólo los que dan ese paso y superan la línea del temor, seguirán avanzando, mirando atrás observando sus miles de “huellas”. Lo importante es que cuando “pisemos”, no lo hagamos de puntillas, sino con la INTENSIDAD necesaria para que dichas huellas dejen “huella”.

Y así, un sinfín de formas de caminar, cada una con la suya. Lo importante, es que tu camino, difícil o no, el que cada cual haya elegido libremente, nos lleve tan lejos como nos hayamos propuesto, preferiblemente sin lazarillo, sin coger “atajos”…sino con la alegría y con el entusiasmo suficiente de caminar el largo y ancho recorrido de nuestra VIDA, paso a paso, sin prisas, con calma, disfrutando y exprimiendo cada instante, donde nuestros pies nos lleven! No olvidemos que, EL DESTINO, SIEMPRE SERÁ PARTE DE NUESTRO PASADO, Y SOBRE TODO DE NUESTRO PRESENTE!

¿Y tú has elegido camino, cómo haces tu recorrido, hacia dónde te diriges?

Gracias Javier por tú interés en buscarme, por tu forma de encontrarme y de llegar a mí…

viernes, 8 de enero de 2010

AHORA TOCA DEPURARSE


Pasadas ya estas fechas donde uno se sacia hasta la plenitud de comidas, fiestas, encuentros, compras, de…prácticamente TODO, paramos y hacemos balance sobre lo “comido y vivido” intensamente en tan corto periodo de tiempo transcurrido. El presente nos “empuja” a mirar por el retrovisor. Muchos se verán reflejados en el “espejo” con esos kilos de más e intentarán cumplir la “típica” promesa: una dieta para volver al lugar de donde se partió antes de llegar hasta aquí. Previo comienzo al régimen depurativo, es importante que dejemos pasar unas semanas desde el último festín, porque la “simple vuelta” a la vida cotidiana y la ingesta de menos alimentos, da lugar al primer paso para empezar a perder peso de forma paulatina y efectiva. Cuando ya nos hemos acostumbrado a tomar menos calorías, es momento de empezar esta dieta para que nos ayude a eliminar las impurezas que se han acumulado en nuestro cuerpo. Ingerir mucha “fruta y verdura” son las aliadas perfectas para perder “toxinas”, esa es la línea que se debe seguir, orientados por profesionales, cuando lo requerimos.
Y… “¿cómo nos DEPURAMOS de la ingesta de los “alimentos” que nos han “intoxicado el alma?” Hablo de la falsedad, la hipocresía con la que tratamos y somos tratados en estas fechas pasadas. De saludar a quienes no hacemos durante el año, sentarnos al lado de nuestro familiar al cual no “tragamos”, de mirar al otro sin querer verlo, y así un sin fin de “alimentos”, que han engordado los sentimientos negativos. Acaso, ¿será igual de efectiva la ingesta de frutas y verduras? Deberemos igualmente dejar pasar un tiempo prudencial desde la ultima “obligada” apariencia de que nada negativo ocurre, de tal forma que nos vayamos acostumbrando poco a poco a la vuelta a nuestro SER más puro, ese donde “nos sentimos” más libres, donde no nos condena ya la presión social y familiar que implica el llamado “espíritu navideño”, donde todos fingimos ser ejemplo de Paz, lo que da como resultado una Paz, sí, pero invertida. La bautizo así porque aunque desde fuera se aprecia una sutil armonía en nuestros comportamientos hacia los demás, por dentro se están librando las más bélicas batallas con nuestro SER más interno. Otra Navidad…arrastrados y manejados como marionetas o títeres de una realidad que muchas veces nada tiene, ni tendrá que ver con la nuestra.
¿Cuál será la ingesta que depure tu alma pasadas estas fechas cargada de alimentos “ricos” en grasas y azúcares?

viernes, 1 de enero de 2010

DEUS SOLUS IUDICARE ME POTEST

Para juzgar (hablo de aquellos que creen tener derecho) deberían ser conscientes del daño que pueden ocasionar, de lo contrario carecen de empatía. En la vida diaria nos encontramos con personas en cuya conversación todo es crítica, comentarios destructivos, inconformidad y desaliento; personas que crean en nosotros un sabor amargo y negativo, y no nos dejan ninguna enseñanza más que una atmósfera contaminada que respiramos al compartir ese rato con ellos.
Si inconscientemente les seguimos el juego y nos volvemos partícipes de esa conversación, terminaremos al final del día, cargados de toda esa energía dañina y envolveremos a todos los que se nos acerquen. Así se van formando grupos de inconsciencia colectiva, que se multiplican y destruyen a su paso a muchos seres inocentes que caen en sus juicios.
Es por ello, que hoy quiero plasmar en este artículo una experiencia real y conmovedora que me hizo reflexionar profundamente sobre estas actitudes inconscientes, que nos llevan a juzgar implacablemente a los demás, sin tener la menor idea de lo que realmente está sucediendo en el interior de cada ser humano. Una experiencia que mi amiga Nuke relató en su blog (“el rincón de Nuke”) titulada: “Juan”. Cuando tuve la suerte de leerlo, se codeó con mi interior para hacerme recapacitar, y hoy quiero compartir con todos ustedes:

SE LLAMABA JUAN
Recién llegada a Madrid (ya ha llovido), trabajé y viví durante mucho tiempo en la C/ Avda. Reina Victoria cerca de Moncloa. Todas las tardes, al salir del trabajo, tenía que cruzarme de camino a casa a un mendigo de unos 60 años que me llamaba muchísimo la atención y reparaba en él unos segundos. Le recuerdo rodeado de perros con los que de vez en cuando compartía un bocadillo que algún "alma caritativa" le había dado un rato antes, (lo cual además, me parecía conmovedor)...atados por unas cuerdas a un carro de supermercado, lleno de trastos viejos y alguna manta del que tiraba por la calle, de banco en banco sentándose a descansar. Siempre correcto con todos y conocido en el barrio, amable, con presencia, barba de muchos días, paso lento, sucio y ausente. Dudo mucho que se diera cuenta en realidad de la gente que pasaba a su lado. Alguna vez y haciendo honor a esta "hipocresía" del ser humano, lo "desalojaron" para inaugurar un tramo de la calle, por si salía al lado del alcalde y estropeaba la foto, pero eso es otra historia. Después de un tiempo viéndole a diario quise saber de él, me pudo la curiosidad porque el personaje no iba acorde con la persona, digamos que pensé que ese traje no le pegaba. Y una tarde le pregunté al portero de al lado de mi casa, un señor mayor a punto de jubilarse si sabía algo y me contestó: Si mujer!...Es Juan, vecino de siempre.
Me contó que Juan, había vivido en la C/ Gral. Ibáñez Ibero cerca de mi trabajo toda la vida, magistrado de profesión, (sin familia, sin hermanos ni padre) desde pequeño. Un día de regreso de unas vacaciones en un accidente de tráfico, (conduciendo él), perdió a su mujer y a un hijo de 11 años. A raíz de eso y sin poder superarlo, lo perdió todo.
En su creencia de estar bien seguía aferrado a las calles que le vieron crecer y dónde hizo su vida en tiempos felices. Me di cuenta concluida su explicación, de la importancia de tener algo o a alguien a lo que aferrarse y de como la mente sucumbe en muchos casos al golpe del corazón hasta llevarnos a perder el norte y la cabeza, sin encontrar el camino que nos lleva de regreso a la realidad para terminar perdiéndonos sin remedio alguno.
La "mente" es todo.
Y aprendí tres cosas:
1ª. Que la vida es un tablero de ajedrez, dónde nosotros no tenemos ni tablero ni fichas. Ella manda.
2ª. Que nos quejamos de vicio, sin reparar en las cosas amables que tenemos alrededor
3ª Y última, pero no menos importante: aprendí a no prejuzgar.
Detrás de cada ser humano, de la condición que sea, hay una historia que condiciona su vida, hasta puntos insospechados. Desde entonces, siempre que me cruzo con alguien que duerme en la calle, en cierto modo se llama Juan.

Y yo modestamente añado: Deus solus iudicare me potest