Una vez empezamos a descender, comenzamos a sentir miedo, ahogo, inseguridad. Volviendo a palpar la sensación de cómo nos invadía antes de “anidar” en la cima. Empezamos a advertir inestabilidad, agobio…temor a caer al precipicio, derrumbarnos hacia el vacío…(curioso, cuanto más cerca nos sentimos del suelo, menos estabilidad).
Y es ahí, cuando nos damos cuenta del fino hilo que separa ambas emociones.
Lo mejor, desde mi modesta opinión, es que tanto en la cúspide como en la “falda”, recordemos a aquellos que siempre están a nuestro lado.
1 comentario:
Que la VIDA me permita SENTIR... sentirme insignificante, vulnerable, miedosa, insegura... que me de la oportunidad de emocionarme, de llenarme y vaciarme, de decepcionarme e ilusionarme... en definitiva, de "revolverme".
Espero realmente, que la vida mantenga intacto e irrompible ese fino hilo que un día dejó que nos atara.
Me encantó, precioso artículo y foto!!
Un besazo Enorme Capullín!!
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