sábado, 31 de diciembre de 2011

FELIZ ENTRADA DE AÑO NUEVO

Cada puerta, cada entrada que atravesamos, es como los años que tachamos en el calendario, indican que dejamos atrás experiencias, vivencias adquiridas, incrementando así, nuestro particular kilometraje. Cerramos la puerta número 2011 para adentrarnos en la señalada 2012 y continuar aumentando los kilómetros.
Les deseo a todos que no los recorran en balde y disfruten de una feliz salida y entrada de año.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

NAVIDAD… SALUD Y MOMENTOS

Ya en Diciembre… aterrizamos en la pista del invierno, tiempo de recogimiento y con ello la llegada de la tan “controvertida” Navidad. Contradictorio, esta estación nos hace hibernar, pero tan señalada fecha nos empuja a salir a la calle.
Reencuentros, olor a castañas asadas, bombillas, compras... Nos enfrentamos a unos días de alegrías, tristezas, sinsabores, materialismo y grietas en el ego. En este desértico tiempo de crisis que deambula, muchos son los que lo atraviesan dejando kilómetros atrás y esforzándose para llenar las mesas en Nochebuena, y si me apuras, hacer un milagro para ver a su hijo el día de reyes, con una sonrisa dibujada en su cara.
Hace días, saltó la noticia de que el ayuntamiento de un pequeño pueblo había utilizado el presupuesto del alumbrado público navideño, para dar trabajo a una veintena de desempleados. Veinte familias que verían cubiertas sus necesidades básicas en un mes, donde desde mi modesto punto de vista, ningún niño, ningún adulto, debería quedarse con el estómago vacío.
En este humilde artículo navideño, quiero hacer mención especial a mis padres, y a todos aquellos padres que hicieron lo que estaba en sus manos para alimentar el cuerpo, la mente y el corazón de cada uno de sus hijos, cada día de cada navidad y durante el resto del año, con ganas o sin ellas. Ahora que soy padre, me conmueve cómo siendo ellos tan jóvenes, hicieron todo sin quejarse. Firmaron un “pacto” y éstos están para cumplirse.
Días atrás, estuve en la sala de espera del hospital. Un ictus había parado parte del organismo de mi padre, pero también, la vida de todos los que le queremos. Con la ansiedad de quien desespera al esperar, volaban mis pensamientos, y no me imaginaba una navidad, una vida sin su presencia. Este relevante hecho, ha potenciado un poco más mi forma de ver y disfrutar esta época del año junto a quienes amamos.
Independientemente de las cuentas bancarias de cada familia, “la navidad”, es un tiempo mágico que ilumina cada hogar. No importa los “bultos” que puedan acompañar al árbol, ni las cenas que se sirvan en cada mesa, al fin y al cabo, los momentos compartidos son los que llenan nuestros recuerdos.
Cómo no voy a valorar y disfrutar esta navidad al lado de mi padre, entre otros…, un hombre que durante mis casi treinta y cinco años de vida, le he visto levantarse cada mañana temprano, lloviera o no, para volver por la noche, capaz de hacer lo necesario para mantenernos y protegernos como fuera y sobre todo, llenar la mesa en Nochebuena y dibujarnos una sonrisa en nuestra cara el día de Reyes.
Mientras giro las bisagras que cierran este artículo, un año más, me voy despidiendo también de éste, no sin antes desearles a todos una Feliz Navidad y un año especialmente “cargado” de salud y de grandes momentos.

jueves, 1 de diciembre de 2011

LA RELIGIÓN

Medité mucho tiempo osar meterme en la piel de un “bolígrafo” para teñir este folio acerca de la “religión”. Un tema tan montañoso como llano, tan majestuoso como conflictivo. Puede acercarnos y a la vez levantar trincheras, edificar pueblos y a la vez arrasar países. Mi intención, no es más que abocar pupilas y hacer reflexionar mentes.
Mencionar la palabra "religión" en una conversación, trae a las cabezas, ideas dispares con su respectivas controversias. Para algunos, la religión está arraigada a la creencia de un solo Dios (monoteístas) o de Dioses (politeístas), y según el tipo de religión, cada una a su respectivo ser supremo. Otros, sin embargo, piensan que tiene que ver con una actitud emocional e individual respecto a algo que está más allá de este cielo que nos tapa. Los hay que la identifican “sencillamente” con moralidad. Lo cierto, es cada uno se agarra a la religión en gran medida por la experiencia vivida, por lo que ha podido “chupar” de sus progenitores y por los senderos que sus inquietudes les han llevado a tomar.
Personalmente, me considero como la mayoría de este mundo, un seguidor de Jesús. Como cristiano, he vivido con él toda mi vida. Su mensaje no deja indiferente a nadie. Ahora, en esta época de mi existencia, el horizonte se ha ampliado, acariciando otras ramas, convirtiéndome así, en un cristiano no exclusivista y no creo que el cristianismo sea la única religión aceptable, por más que sea mi “hogar”.
Como un “explorador”, he viajado en liana realizando cortos pero intensos viajes que me han permitido conocer otras ramas, hasta que decidí anidar en el árbol del budismo, sin exclusividad. Entendí, en este nido, que el crecimiento espiritual no tiene que estar basado en la fe religiosa. Budismo es ética laica. Cierto es, que todas las religiones: cristiana, hinduista, bahaísmo, islamista, todas…en su trasfondo, tienen un mismo mensaje, e incluso el propio budismo, sin sujetarse a la creencia de un Dios creador. Todas abogan por el amor, la compasión y el perdón, valores apreciados incluso por los agnósticos. Al fin y al cabo, cada persona es libre de elegir y de aceptar cualquier condición religiosa, pero lo más importante es no alejarse de su contenido. Y el ingrediente principal, es la compasión. Y la compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento.
El problema llega cuando la religión, y sobre todo su creyente, se autoconvence de la “verdad absoluta” de su creencia y se halla dispuesto a seguir las consecuencias de esta convicción, incluso no sólo apostando todo lo que posee, sino perdiéndolo. La religión puede convertirse en idolatría, transformando a las personas, aferrándolas fanáticamente. Y es ahí, donde corremos el riesgo de perdernos. Tenemos que respondernos demostrándonos que la religión misma, la tuya y la mía, llevan a examen a sus ídolos y efectúa “reformas” desde dentro, es decir, toda religión, tiene el poder de renovarse a sí misma. Ninguna posee la verdad absoluta. Existe una verdad única y universal: el amor.
Para cerrar tan delicado tema, dejo unas palabras de Buda, que hicieron que mi balanza espiritual se inclinara hacia tierras tibetanas: “Oh monjes y sabios, no me respetéis por quien soy, ni por mis enseñanzas. Debéis someterme a un análisis crítico y aceptarme sólo cuando vuestro entendimiento os aconseje hacerlo.”