jueves, 1 de diciembre de 2011

LA RELIGIÓN

Medité mucho tiempo osar meterme en la piel de un “bolígrafo” para teñir este folio acerca de la “religión”. Un tema tan montañoso como llano, tan majestuoso como conflictivo. Puede acercarnos y a la vez levantar trincheras, edificar pueblos y a la vez arrasar países. Mi intención, no es más que abocar pupilas y hacer reflexionar mentes.
Mencionar la palabra "religión" en una conversación, trae a las cabezas, ideas dispares con su respectivas controversias. Para algunos, la religión está arraigada a la creencia de un solo Dios (monoteístas) o de Dioses (politeístas), y según el tipo de religión, cada una a su respectivo ser supremo. Otros, sin embargo, piensan que tiene que ver con una actitud emocional e individual respecto a algo que está más allá de este cielo que nos tapa. Los hay que la identifican “sencillamente” con moralidad. Lo cierto, es cada uno se agarra a la religión en gran medida por la experiencia vivida, por lo que ha podido “chupar” de sus progenitores y por los senderos que sus inquietudes les han llevado a tomar.
Personalmente, me considero como la mayoría de este mundo, un seguidor de Jesús. Como cristiano, he vivido con él toda mi vida. Su mensaje no deja indiferente a nadie. Ahora, en esta época de mi existencia, el horizonte se ha ampliado, acariciando otras ramas, convirtiéndome así, en un cristiano no exclusivista y no creo que el cristianismo sea la única religión aceptable, por más que sea mi “hogar”.
Como un “explorador”, he viajado en liana realizando cortos pero intensos viajes que me han permitido conocer otras ramas, hasta que decidí anidar en el árbol del budismo, sin exclusividad. Entendí, en este nido, que el crecimiento espiritual no tiene que estar basado en la fe religiosa. Budismo es ética laica. Cierto es, que todas las religiones: cristiana, hinduista, bahaísmo, islamista, todas…en su trasfondo, tienen un mismo mensaje, e incluso el propio budismo, sin sujetarse a la creencia de un Dios creador. Todas abogan por el amor, la compasión y el perdón, valores apreciados incluso por los agnósticos. Al fin y al cabo, cada persona es libre de elegir y de aceptar cualquier condición religiosa, pero lo más importante es no alejarse de su contenido. Y el ingrediente principal, es la compasión. Y la compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento.
El problema llega cuando la religión, y sobre todo su creyente, se autoconvence de la “verdad absoluta” de su creencia y se halla dispuesto a seguir las consecuencias de esta convicción, incluso no sólo apostando todo lo que posee, sino perdiéndolo. La religión puede convertirse en idolatría, transformando a las personas, aferrándolas fanáticamente. Y es ahí, donde corremos el riesgo de perdernos. Tenemos que respondernos demostrándonos que la religión misma, la tuya y la mía, llevan a examen a sus ídolos y efectúa “reformas” desde dentro, es decir, toda religión, tiene el poder de renovarse a sí misma. Ninguna posee la verdad absoluta. Existe una verdad única y universal: el amor.
Para cerrar tan delicado tema, dejo unas palabras de Buda, que hicieron que mi balanza espiritual se inclinara hacia tierras tibetanas: “Oh monjes y sabios, no me respetéis por quien soy, ni por mis enseñanzas. Debéis someterme a un análisis crítico y aceptarme sólo cuando vuestro entendimiento os aconseje hacerlo.”

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