sábado, 21 de noviembre de 2009

LA FE

Esta semana, visité como de costumbre la Basílica de San Juan para instalarme allí y orar. Es un momento donde encuentro paz y me reencuentro conmigo.
Desde hace tiempo me he abrazado al Budismo, aunque personalmente me considero como la “mayoría” de este mundo, un seguidor de Jesús. Como cristiano, he vivido con él toda mi vida, pero de un tiempo a esta parte me he convertido en un cristiano no exclusivista y no creo que el cristianismo sea la única religión aceptable, por más que sea mi “hogar”.
Budismo, hinduismo, cristianismo, el islam o la propia fe bahai, el mensaje esencial de todas las religiones es bastante parecido. Cada una, con su propia filosofía, sus propias tradiciones, se fijan como objetivo apaciguar los sufrimientos del espíritu humano. Poco me importa si tal religión es “superior” a la otra, lo que tengo en cuenta es la mejor que se adapta a mis expectativas, y supongo, que es lo que cada uno debe encontrar.
El caso, es que una vez terminé de exhalar mis súplicas, la quietud del templo se instaló en mí, incitándome a quedarme estático durante un tiempo en aquel largo banco de madera.
Segundos después, una señora ya entrada en edad, como pude percibir al ver su rostro, semblante marcado por las líneas del tiempo, cumplía su promesa arrastrando sus rodillas con paso muy lento. Al notar, que era cuidadosamente observada, me hizo una pequeña reverencia a modo de saludo. Esto me incitó a cuestionarme qué le había sucedido para que paseara sus rótulas por las primitivas piedras de la basílica. Qué cumplió la “imagen” del Santísimo Cristo de Telde, para que esta señora desfilara su paso por la alfombra roja (y no la de Hollywood) en dos ocasiones.
Una vez terminó su promesa, se quedó mirando fijamente a la estatua del Santísimo Cristo, hecho de pasta de millo por los indios tarascos de México, que aterrizó en nuestra ciudad entre los años 1550 y 1555. Hipnotizada por el Santísimo se persignó como diez veces consecutivas, gesto que generó aún más mi inquietud por saber de su fe.
Evidentemente, no supe qué le hizo llegar hasta la imagen, intuyo una promesa, pero dejó con su paso, una reflexión en mí para desmenuzar: la FE.
La fe sin duda se trata de un concepto abstracto de muy difícil definición. La creencia propia de la fe, hace del asunto creído algo tan fuerte, que adopta el carácter de verdadero, aún sin ser comprobado. En la Biblia, encontramos una definición muy acorde a como quiero desde mi perspectiva explicarla, dicha definición se encuentra en Hebreos 11:1 y dice lo siguiente: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Tener fe es aceptar la palabra del otro confiando en su honestidad. Así ocurrió con los grandes profetas. Sus seguidores les creían porque tenían conocimientos sobre lo que profesaban, eran personas capaces de predecir acontecimientos y hablaban por inspiración divina, o en nombre de Dios. Buda, Jesucristo, Krishna, Mahoma, Baha’u’lláh son algunos de los mensajeros de Dios, según sus respectivas religiones.
Modestamente tengo mi opinión sobre la fe, y nada tiene que ver con la esperanza porque muchos creen que es lo mismo, para mí, la fe se encuentra en el momento presente, mientras que la esperanza se haya en el futuro. La fe es lo que nos proporciona seguridad. Fue la conclusión que saqué cuando abandoné la basílica después de desmenuzar el acto que aquella señora “profesó” durante mi estancia en la iglesia.
Se dice que la FE, es como una brújula en la tormenta y en la niebla. Modestamente creo que cada uno tiene su particular brújula interior. Si tú eres de los que ya has encontrado la tuya, ¿hacia dónde giran sus agujas?

viernes, 13 de noviembre de 2009

¿RAZÓN O PASIÓN?

En los momentos en que necesitamos tomar una decisión importante, es mejor confiar en el impulso, en la pasión, porque la razón generalmente procura alejarnos del sueño. Justificando que aún no ha llegado la hora.
La razón teme a la derrota, mientras que la intuición ama la vida y sus desafíos".
Tropecé con este relato hace más de cinco años en un libro que me regalaron.
Siempre que abría el ejemplar para ojearlo, repasaba la reflexión antes mencionada, masticándola sin poder tragarla: es difícil elegir entre razón y pasión.
Modestamente opino que el motor que puede “empujarte” a dar ese paso para cruzar la línea que muchas veces te mantiene lejos de tus anhelos más profundos, es la pasión.
Ser apasionado no es un trastorno, siempre que actuemos con la cordura del corazón. Se encuentra estrechamente vinculado a comportarnos de manera más emocional que racional. No en vano, el refrán popular dice: "Lleno de pasión, vacío de razón". Esto implica que cuando una persona se siente apasionada por algo o alguien, tenderá a reaccionar más con sus emociones que razonando objetivamente, pensando o planificando acciones para alcanzar sus metas, que de ser así, seguramente no las alcanzaría. Sólo las emociones, la pasión, te acercará a tu SUEÑO.
“¿Qué anhelo puebla tu mente y aún no has cumplido?”

miércoles, 4 de noviembre de 2009

A MI BUEN AMIGO PEDRO FLEITAS GONZÁLEZ


El pasado viernes a la hora en que la tarde se iba desmayando, salí a pasear con mi perra. Ese merecido tiempo en el que el animal, sacia sus necesidades tanto biológicas como emocionales, y yo, mientras, me siento a ver en el horizonte como se funden mar y cielo y se transforman en uno.
La sábana oceánica, mantenía una calma fuera de lo normal en estas fechas. En ese preciso instante, un barco rompía la serenidad del agua que rodeaba la costa. Al ver como esa embarcación con su paso dejaba su rastro atrás, formando una línea que dividía en dos la quietud del mar, lo comparé con el rastro que dejamos los seres humanos en nuestro paseo por la vida. Todos dejamos una huella, algunos de forma muy superficial y otros tan profunda que nos perdemos en mirar el hueco que han cavado en su andar diario, como es el caso de mi buen amigo Pedro Fleitas González.
Este lunes visité como suelo hacer con frecuencia su consulta. Para quienes no lo conocéis, os diré que además de homeópata, acupuntor, buen conocedor de toda clase de terapias orientales, e instructor de la Bujinkan Dojo, Pedro es un ser humano sin precedentes, es mi forma de valorarlo. La razón es simple y llanamente que es una persona abierta al diálogo, sabe escuchar, y desde mi perspectiva, encontrar a alguien que lo haga desinteresadamente hoy día, es rozar el cielo con los dedos. No es una persona que dé consejos gratuitamente pero “aplica” con sutileza una frase que le he podido escuchar: “No hay que enseñar al alumno aquello que puede aprender por él mismo. Pero si el alumno todavía no tiene desarrollada la visión hay que mostrárselo.”
De un tiempo a esta parte, mi relación con Pedro se ha fundido como lo hace la cera provocada por la llama. Pisé “su nuestro” tatami hace unos 20 años para empaparme de las artes marciales impartidas por él. Con el tiempo se agudizó una fuerza dentro de mí, que hizo que mis pies dejaran de pisar el “tatami” para pasear por los campos de fútbol de nuestra redonda isla.
“Lo que la vida te quita por un lado te lo devuelve por otro”, conmigo se cumplió. Las lesiones deportivas producidas por el deporte rey me llevaron nuevamente a las manos de mi buen amigo y terapeuta.
Desde entonces, Pedro ha estado en mi vida de una manera u otra. Ahora le siento más cerca. Nuestras largas conversaciones, su altruismo solidario conmigo…han hecho que nos veamos con lupa, todo se ve más grande, transparente y se “ensancha a lo largo”. Siento y puedo sentir por su parte, que cuando compartimos tiempo nos vemos como “amigos”. Le hablo y él me habla, nos abrimos sin miedo a que uno de los dos pueda utilizar la intimidad entregada. Siempre he oído que “dar información es dar poder”, por ello, cierro más que abro el grifo de mi vida personal. Pedro logra con su “llave” abrir mi manantial, consiguiendo que me olvide de aplicar aquella frase que me retiene en otras ocasiones, con otras personas, emanando toda mi agua para llenar la “presa” de sus oídos y de su alma.
Quiero como manda el haberme criado en un buen caldo de cultivo, agradecerle a la vida las cosas que me regala, buenas o malas. Las no tan buenas, las suelo desechar una vez hayan pasado por mi filtro, para quedarme con la parte positiva de ellas, y con las bondadosas como es el caso de mi relación con Pedro, como anteriormente mencioné, agradecerle al UNIVERSO que me haya dado la oportunidad de vivirlas, de exprimirlas…
-“Ábrete a la no- existencia del yo.” Me invita a sumergirme cuando alguien invadido por la ira, la rabia, la envidia…se dirige hacia mi persona de forma destructiva cuando publico, y no haciéndolo hacia el escrito, como debería de ser.
Abrirse a la no-existencia del yo es desapegarse del mismo. De esa manera logro no apegarme a nada y desprenderme de los comentarios hirientes.
Para cerrar os propongo el siguiente ejercicio relatado en uno de los libros de Jorge Bucay, para la reflexión y conclusión. Consta en apuntar en un folio una lista de las personas que te importan, (no incluyas ni padres, ni hermanos, ni hijos, ya sabemos que nos importan más que nada). Una vez terminada la lista de las quince, ocho, dos o cincuenta personas que hayas apuntado, probablemente confirmes lo que ya sabías. Dale la vuelta al folio, y sin ver la lista anterior, anota los nombres de las personas para quienes crees ser importante en sus vidas, dicho de otra manera, la lista de aquellos que te incluirían en su lista. Puede ser que esta tarea te confirme que hay personas a quienes queremos, pero quizá mucho más doloroso, será descubrir la existencia de los que no nos quieren.
Estoy seguro que Pedro me añadiría en su lista y yo a él, sin duda.
¡Gracias infinitas Pedro, por todo!