martes, 21 de diciembre de 2010

NUEVAMENTE…LLEGÓ NAVIDAD

El cielo de Diciembre se ha posado sobre nuestra cabeza, en él, anida como es costumbre: La Navidad.
Una vez más, el mes de la ilusión nos invade para traer recuerdos, proyectos e incluso la posibilidad de creer transformar la más difícil de las quimeras.
El calendario arrastra en sí, el final de un año que se va cargado con toda la esperanza puesta en aquel último mes del pasado 2009, donde le pedíamos al 2010, un cambio. Nuevamente reconducimos nuestros sentimientos exponiéndolos sobre la mesa de este presente diciembre, suplicando algunos, el mismo deseo que años anteriores y aquellos que han visto hecho su sueño realidad, se precipitan en solicitar” uno nuevo, siempre invitados por el optimismo.
Miles de bombillas volverán a iluminar las calles, los escaparates alumbrados harán de “parada” para muchos buscadores de regalos. El humo de las castañas asadas penetrará por nuestros orificios, respirando así, un clima muy diferente al del resto de los meses. Los niños, “tirados” hasta altas horas de la noche con sus típicos juegos de dinamita quemada, conseguirán que inhalemos una fragancia que nos invite al optimismo.
La esperanza que conlleva la llegada de un nuevo año, trae consigo hasta para el más escéptico, la credibilidad de que todo será especial, deseable y sobre todo, “diferente”.
Si la navidad tiene una carga muy positiva y nos invita a vivir de forma diferente (aunque sea por unos días), a veces y para muchos arrastra un “peso” enorme. La nostalgia hace de sombra en estos días para quienes “padecen” ausencias. Hace poco, llegó a mis manos a modo de texto, la historia de una joven que no podía vivir con alegría la navidad, debido al vacío que provocaban aquellos que ya no estaban entre ella. Sentir añoranza por aquellos a los que queremos y no están es habitual, pero tenemos que alegrarnos por aquellos que nos rodean y disfrutarlos, porque quizá no habrá un mañana.
Esta navidad es la segunda que vivo con una ausencia notable, no sólo para mí, sino para mi hija y su mamá. Cuesta aceptar (creo que nunca lo podré hacer, pero lo intento) que ya no esté entre nosotros. Cuesta vivir la realidad con los ojos abiertos, enfrentarnos a una verdad incómoda pero como había leído en aquellas hojas, tenemos que aferrarnos a los que nos acompañan, disfrutarlos y exprimirlos.
Momento de “empaquetar” un año más, de desenvolver la ilusión y la esperanza de que el próximo 2011 “sea mejor”, 365 venideros días para que nuestros deseos se cumplan.
Esperando que así sea, les deseo a todos unas felices fiestas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

EL ELEFANTE HUMANO

Los elefantes, como los seres humanos, son los animales terrestres más “grandes” del planeta, y cuando hablo de grandeza no me refiero únicamente al tamaño, son exclusivos en su especie. Su vida, en los tiempos que corren está marcada por una conflictiva convivencia con nosotros: “¿los seres racionales?”
Este animal siempre me ha llamado la atención, por su gran dimensión y sobre todo, por su trompa; brazos, manos, nariz y boca se convierten en un solo miembro. Cincuenta mil músculos que hacen de “mano” para estirar matas de hierba, arrancar la corteza de un árbol o llevarse la comida a la boca. Ese “brazo” vigoroso, es también capaz de levantar a “una cría encallada en el barro”. No hace mucho, vi un documental donde la fuerza de la trompa de un elefante, salvaba a una persona que había quedado atrapada en arenas movedizas.
Curioso, el animal salvaba a quien a veces paga para disfrutar viéndole “gritar”. Esa gran extensión de su cuerpo, no sólo es prensil y táctil, ya que con ella el elefante respira, huele, bebe, se ducha y manifiesta su excitación sexual…en definitiva, siente.
Viven en familias estrechamente vinculadas y como el ser humano, necesita de los demás para desarrollarse. Forma agrupaciones de varios centenares de individuos y el grupo unitario típico es el matriarcal. Se compone de la gran hembra dominante y como normal general, en el hogar, la madre es el pilar más considerable, y no digo con ello, que la figura patriarcal no sea de vital importancia, en mi caso, mi padre tiene una gran trascendencia, me baso, en el día a día de nuestras madres. Levantar a sus hijos de la cama, desayuno, la casa, el almuerzo y para las que la suerte hoy les acompaña, trabajo.
Con frecuencia, uno de estos grupos familiares entabla una estrecha relación con otra unidad familiar, formando un “grupo de vínculo” y así, construyen grandes familias. Una similitud increíble a la del ser humano, con un matiz muy importante, a veces la convivencia es de una desigualdad considerable. A las personas nos cuesta aceptar ciertos patrones.
Algo que llama y mucho mi atención, es la reacción del elefante que ha perdido a un familiar, bien a consecuencia de la “caza furtiva” o bien porque la muerte ha tocado en su puerta, porque decide vivir en soledad durante décadas, en lugar de formar un nuevo grupo social, viviendo así, su particular “luto”. La pérdida de un ser querido puede hondarnos en la depresión más insondable y hacer que nos cueste ver la luz al final del túnel. Se puede vivir con el dolor, ir haciéndole hueco en nuestro día a día pero no con la ausencia. Supongo que estarás conmigo, en que todos somos insustituibles.
Poseedores de una gran memoria, estos animales consiguen atraer mi interés una vez más, porque tras la muerte de uno de los miembros, y después de haber dejado su cadáver, la manada regresa al lugar donde se encuentran los restos viviendo así, su particular “uno de noviembre”.
Al llegar al lugar donde están los huesos, los tocan y los palpan, después se detienen frente a ellos, el grupo muestra mucha tensión y un silencio mayúsculo se apodera de todos ellos, permaneciendo al lado de los restos durante un rato. Esto significa que los elefantes son capaces de reconocer los cadáveres de sus congéneres y que podrían tener incluso un culto a la muerte.
¿Qué mayor similitud puede engranarnos con ellos?
De esta forma se evidencia que la “línea marcada” por el ser humano entre los animales y él mismo, es mucho más pequeña de lo que cree, “si es que ésta existe”.