Este mundo
en el que vivimos, apresurado y lleno de
responsabilidades, a veces necesitamos de un paréntesis donde reposar. Como
cuando realizamos un largo viaje en coche y nuestras piernas precisan de un
estiramiento para volver a sentir que todo está en su sitio. Hablo de reposo y
no de “escapismo”. Escaparse, sería como evadirse sin asumir nuestros compromisos
de forma responsable, normalmente eso conlleva a reembolsar con “apremio” el
tiempo en el que nos hemos fugado del centro de nuestra realidad.
Mientras nos
acercamos a la orilla de la cordura (algunos no arriban y fondean en alta mar),
elegimos rumbos, unos serán acertados y otros
nos acercarán al umbral del arrepentimiento. Pero lo más valioso de los
destinos que hayamos escogido, es que ambos nos aportaran experiencias, y como
cada arruga de nuestra piel, éstas nos enseñaran, nos indicaran y nos señalaran,
que a veces en la primera puerta no está la salida… Así, tendremos la suerte de
canalizar nuestra vida de forma provechosa. Dándole valor al “valor de la
responsabilidad” y vivir así, tranquilamente en una sociedad, desde todos
sus ámbitos: personal, familiar, amistoso y profesional.
De la
estabilidad de nuestras relaciones, dependerá ver la responsabilidad como un
valor moral más del ser humano. Y como todos los valores, es un cimiento básico
para fortalecer nuestra convivencia social y sobre todo subjetiva.
Aquellos que
no llegan a la orilla, quedan sin arribar, no son capaces de asumir las consecuencias de las decisiones tomadas, viven esquivando para no tener que lidiar con
la sensatez, con los riesgos, con los resultados de sus acciones. Burlando
conciencias, intentando salir ilesos y no dañando la reputación o imagen que tienen de sí mismos, sin saber que a largo plazo la
carcoma de la razón terminará por devorarlo de dentro hacia fuera.
Desde mi lente, si damos un paso al costado cuando
nos encontremos sumergidos en la insensatez, sin dejar de mirar el eje, comparable
al movimiento de rotación de La Tierra, que lo hace trasladándose sin dejar de
mirar alrededor de su centro, es decir, el sol, puede ser la manera en que evitemos
ese pago con recargo.
Los reproches
que sólo nosotros tenemos derecho a hacernos (ninguna persona posee el don de
recriminar a otra), son los intereses que abonaríamos en caso de no actuar de
forma madura. Reposar consecuentemente, es un ejercicio que nos ayudará a ser
autocríticos de forma constructiva, y así, poder “alejarnos sin distanciarnos”,
viendo nuestras situaciones desde otras perspectivas, calentarnos con el fuego pero
sin quemarnos.
Hoy recuerdo una frase de Pablo Neruda que no deja indiferente a ninguno de los que asumimos o no, nuestras responsabilidades: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, sólo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.
Hoy recuerdo una frase de Pablo Neruda que no deja indiferente a ninguno de los que asumimos o no, nuestras responsabilidades: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, sólo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.