viernes, 18 de junio de 2021

CAMINANDO ENTRE RECUERDOS

Paseando entre fotografías, me paré detenidamente en esta que he publicado. La observé "embargado" por una mezcla de emociones; alegría por recordar esa sonrisa dibujada y también cierta "nostalgia". Añoranza de recordar a aquel niño travieso, pícaro, miedoso, risueño, asustadizo, juguetón, molestoso (así me recuerdan los míos, entre ellos mis padres, mis hermanos, mis tíos...), sí, ellos dicen que tenía esa vena "maléfica-traviesa". Quizá la contemplé cautivado emocionalmente porque llegados a cierta edad, muchos echamos de menos hacer aquello que nos arrancaba una carcajada de la nada (ciertas maldades), y no lo hacemos, bien porque ya “estamos mayores” y otras porque “nos sentimos mayores”, y así dejamos de hacer muchas cosas que hacíamos cuando éramos niños y que nos divertían muchísimo, que eran lo lógico, lo normal... pero nos daban vida. Una vida que vamos apagando por los sucesos que nos marcan y que cada vez, observo que reímos menos... Pero ese es otro tema. ¿Quién no se ha parado alguna vez a pensar cuando a sus manos cae una fotografía de niño, el deseo de hablar con él? A este niño le diría muchas cosas... pero ante todo: .Que nunca deje de probar cada uno de los caminos que quiera recorrer y que los abandone cuando ya no le hagan feliz. .Que se equivoque una y mil veces, y después otras mil si es necesario; y que no sienta remordimientos por ello, siempre que de cada error aprenda una lección. .Que luche por todo lo que sea importante para él, porque la única batalla perdida es aquella por la que no se pelea. .Que mantenga siempre vivo ese espíritu inconformista y solidario que le hará meterse en cada jardín que encuentra. .Que siga pensando que el verbo compartir es maravilloso. .Que no deje nunca de amar y sobre todo, que lo demuestre... ¿Y tú, qué te dirías?

EL BUEN AMOR

El buen amor se elabora como el buen vino: necesita reposo y unas buenas cubas donde crearse, una temperatura adecuada y tiempo; pero lo más importante es la calidad de la uva. La fuerza de ese vino (pareja), dependerá de la fuerza que tiene cada una de sus "uvas", y de su disposición a compartirse y cuidarse. El buen amor o la energía de la relación solo se mantendrá si cada uno tiene un proyecto vital... una dirección que lo llama. Sólo cuando cada uno tiene como esencia sus valores, su propósito y un sentido vital, puede relacionarse con el otro desde la riqueza y no desde la necesidad. Si esos ejes son compatibles y ambos deciden viajar juntos, se establece una dinámica de retroalimentacion auténtica. No se necesitan, se quieren y se eligen. Avanzando unidos con una energía que aumenta de forma perenne. Y es que la pareja no es solo una unión para el disfrute y el goce, es y debe ser, un encuentro para tomar consciencia, crecimiento y transformación. De hecho, una vez transitada la fase del enamoramiento, el deseo lo nutre, sobre todo, la mutua admiración. A una "pareja inspiradora", no dejamos nunca de desearla. Y no hay nadie más inspirador que quien vive su propia vida siendo creativo y pleno. Pero es importante destacar, que no se trata sólo de avanzar en compañía hacia proyectos que nos enaltecen, sino también de poder descansar en brazos del otro. Sentirnos apoyados cuando caemos, sostenidos cuando el miedo nos paraliza, cuidados cuando el dolor nos debilita, acogidos cuando la vulnerabilidad nos desnuda. Una pareja perfilada, vincula dos objetivos vitales que se afianzan y se potencian cuando deciden ir de la mano... y es también una casa: "un hogar con cimientos enraizados".

MIEDO AL COMPROMISO

Todos sabemos que las relaciones de pareja no son fáciles, bien porque se acentúa la dificultad de encontrar una persona que satisfaga nuestras expectativas o un proyecto de vida compatible. Sin embargo, algunas personas se deslizan en ellas con una naturalidad colosal. Para otras, establecer y "mantener" una relación, no les resulta tan sencillo. Normalmente detrás de ese miedo se esconde el temor a salir de nuestra zona de confort, el miedo al cambio, perder autonomía o incluso, cerrar la puerta a otras personas. Quien no se compromete puede vivir pensando que es mejor dejar abiertas todas esas puertas para que lo "mejor" llegue por sí mismo y que siempre habrá tiempo. Corre así el riesgo de autoengañarse pensando que la vida no pasa, que todas las oportunidades que cree tener siguen ahí, e incluso, que llegarán otras más deseables. En suma, que si no se compromete con nada ni nadie su tiempo no se gasta y no se acerca su final. Observarse. Y, desde esa auto-observación honesta, comprometerse, pero que sea una elección movida no por el conformismo o el miedo, sino por la consciencia de que al asumir la finitud, eliges vivir con autenticidad. Como dice Paulo Coelho: "La libertad no es la ausencia de compromisos, sino la habilidad de elegir, y comprometerme yo mismo con lo que es mejor para mí".

EL DÍA DE LA MARMOTA

¿Quién no se ha visto en su vida viviendo: "El día de la marmota?" Supongo que todos conocemos o hemos oído hablar de la película: "Atrapado en el tiempo". El carismático actor Bill Murray protagoniza a un periodista enviado a cubrir tal evento: "El día de la marmota". Una vez realizado su trabajo, decide irse a dormir. Al día siguiente, no amanece en un nuevo día, sino en el mismo que acaba de vivir. Y al día siguiente lo mismo, y al siguiente y al siguiente... un bucle que parece interminable. Muchas veces, el sentido común nos dice que es natural repetir aquello que nos agrada, pero ¿por qué repetir algo que nos produce sufrimiento? Con frecuencia escapa a nuestra voluntad, a lo que queremos... reapareciendo por sorpresa, como el mismo recodo de un laberinto por el que se ha transitado mil veces intentando sin éxito encontrar la salida. Para salir de ese día a día enredado, se requiere, esencialmente, dos cosas: "aceptar nuestra realidad y tomar decisiones para reconducirla hacia donde queremos". Sin embargo, que sea sencillo no implica que nos resulte fácil. Eso sí: fácil o difícil, se puede hacer. Está en nuestras manos... Pero solemos posponerlo, racionalizamos nuestra inacción y justificamos nuestro conformismo extenuante. Al principio, confiando en que nos pondremos a ello en un futuro (que nunca llega); más tarde, encastillandonos en la convicción de que no hay salida o no la hay para nosotros. Nos castigamos (y castigamos a los nuestros), por nuestra debilidad ante los miedos; nos molesta quien afirma que se puede vivir de otra manera y que el otro lo logra, en el fondo nos "cabrea" la felicidad ajena, como algo que nos resulta inalcanzable. Y ese autocastigo, ese victimismo y el resentimiento que genera, nos van minando lentamente y lentamente ahogan la alegría, hasta que nos resignamos y nos cuestionamos: - "¿Esto es todo? ¿Era esto la vida?" Pues no. La vida es mucho más que eso y hay maneras de salir de esa espiral en que nos hundimos. Pero -de nuevo- toca aceptar la realidad y tomar decisiones para reconducirla hacia donde queremos.

AUTOSABOTAJE

Oímos que tomar ciertos alimentos y bebidas pueden perjudicar nuestra salud, y así es; pero obviamos que somos nosotros quienes deterioramos nuestro organismo al consumir dichas "sutancias". Si nos paramos a observar, sucede lo mismo en el ámbito de las relaciones. Decimos: "Cierta persona me cae mal y me quita energía o me infravarola o me maltrata, y así es; pero eludimos que somos nosotros quienes nos quitamos energía, nos infravaloramos y nos maltratamos al sostener esas relaciones tóxicas". Lo que libremente comemos, bebemos, vemos y escuchamos, las relaciones que establecemos y, sobre todo, sostenemos... son medios a través de los que nos cuidamos o nos descuidamos, menguamos o crecemos. Con ellos, podemos intoxicarnos o podemos nutrirnos. Si en un ejercicio de honestidad, valoramos qué cosas y relaciones le damos (nosotros) a nuestro cuerpo y a nuestra alma, comprenderemos (con claridad quizá dolorosa pero reveladora) una de las razones principales (si no la principal) de por qué nos sentimos como nos sentimos. Eludir nuestra responsabilidad es fácil y cómodo, pero autodestructivo: nos condena a sufrir bajo la sombra de la reflexión y la impotencia. No nos hagamos eso. Y recordemos: "Las cosas que amamos nos dicen quienes somos".