Hay una neblina espesa entre casualidad y causalidad, es decir,
entre la suerte y la causa-efecto, desatando desde siempre todo tipo de
conjeturas e interpretaciones.
Cuando uno llega a una edad y hace balance, ésta parece haber
estado constituida por un decreto, como si uno mismo u otra
fuerza la hubieran compuesto.
Personalmente no creo en las casualidades, estamos interrelacionados
con todos y con todo. La vida es como un puzzle, como un rompecabezas, un
crucigrama que hay que rellenar. Todo está sujeto a un entramado perfecto del
Universo. Como ejemplo, quisiera citar un suceso que vivió el actor Anthony
Hopkins al firmar el contrato para la película “La mujer de Petrovka”. Al saber
que el filme estaba basado en una novela del norteamericano George Feifer,
dedicó un día entero a recorrer sin éxito las librerías de Londres. Desanimado,
finalmente abandonó la búsqueda del libro y bajó a la estación de Leicester
Square, para regresar a casa. Mientras esperaba la llegada del metro, descubrió
un libro abandonado en uno de los asientos, precisamente: “La mujer de Petrovka”.
Esta coincidencia le dejó tan turbado que apenas miró el libro en el
viaje a casa. Una vez allí, descubrió que el margen del ejemplar estaba lleno
de curiosas anotaciones de su anterior propietario.
Pero los caprichosos engranajes del azar, darían dos años después un
nuevo giro. Al iniciarse finalmente el rodaje de la película, Hopkins conoció
al autor de la novela, quien le dijo que había perdido su ejemplar anotado
durante un viaje a Londres. Cuando el actor le enseñó el que había hallado en
el metro, resultó ser el mismo.
Tras haber leído estas letras, cuestiono: “¿Crees en las casualidades
o en las causalidades?”