Siempre he oído que el ser
humano es un animal de costumbres, y como tal, me dirigí a la cafetería donde suelo
romper el ayuno con un café. Pillé sin dueño el periódico en la mesa de la
entrada y sentándome en la misma tabla sostenida por tres patas, pedí mi
cafecito. En la portada, destacaba una noticia que no me dejó indiferente: “Ya
hay más niños que ancianos al borde de la pobreza en España”. Un escalofrío me
recorrió de dentro hacia fuera.
Era un indicador de que la carencia
está teniendo un rostro más joven. Un total de dos millones de niños viven bajo
el umbral de la pobreza, según pude constatar en aquellas páginas.
Normalmente, las lagunas económicas
vienen acompañadas de tristeza, aunque comparto la idea de que el dinero no da
la felicidad. Pero si es cierto, que el ahogo económico afecta a la calidad de
vida y eso se ve reflejado en la salud
emocional y física de cada menor.
Mi hermano, escéptico por sus
experiencias, profesa una frase que un día leyó y argumenta siempre que tenemos
la posibilidad de charlar sobre este tema: “El dinero no da la felicidad, pero
la compra hecha”.
Me niego a pensar que en la
economía se encuentra la dicha, sin oponerme a que los vientos adinerados mueven
con fuerza los molinos. Pero si nos dieran a elegir en una escala de
valores, qué escogeríamos: ¿Más dinero o más salud, más dinero o más
tranquilidad emocional, más dinero o más amor? Estos tres ingredientes no están
a la venta. Por un lado, nadie puede negar que tener el suficiente dinero para
cubrir las necesidades básicas: alimentos, ropa y un techo que nos cubra, nos
hace más felices, o más bien, nos libera del estrés que conlleva vivir bajo la
sospecha del umbral de la pobreza, y eso aporta cierta tranquilidad. Pero, un
estado óptimo de salud, un equilibrio mental y sentirse amado a la par que
amas, no tiene código de barras. La felicidad es un estado de ánimo que
se consigue a porciones.
Quiero hacer
mención especial a Matthieu Ricard, reconocido como “el hombre más feliz del
mundo”. Francés
de nacimiento, que un día decidió renunciar a cualquier posesión material y a las comodidades del
mundo moderno, para bucear en la paz que se respira en la falda del Himalaya. Científicos
americanos le sacaron de su retiro en un monasterio budista de las montañas de
Nepal, lo metieron en el laboratorio, conectando a su cerebro 256 sensores para
analizar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y
decenas de parámetros más. El resultado comparado con los
obtenidos en cientos de voluntarios, desbordó los límites previstos en el
estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título: ”El
hombre más feliz de la tierra”.
Entiendo que renunciar a nuestro mundo material, sobre todo para
los que tenemos responsabilidades (hijos), no es nada fácil, incluso me
atrevería a decir que es casi imposible, pero este claro ejemplo, nos muestra
una vez más, que lo material puede llegar a ser simplemente un cajón lleno de
vacíos. Por ello, me gustaría cuestionar: “¿no nos estaremos equivocando
quienes seguimos centrando nuestros energías en conseguir un trabajo mejor, un
coche más potente o una casa más grande?
2 comentarios:
Hola Alexis! Muy buena entrada. Yo pienso que si estás sólo, es posible ser felíz desde el interior aunque no te alimentes sólo de eso pero por supuesto hay que estar muy evolucionado. Desde mi experiencia y con la responsabilidad de dos hijos.., en este mundo occidental en que vivimos.. soy todo lo que sé ser y poco tengo..pero ese poco es lo que necesito para poder ser. Y no quiero más de lo que necesito, y lo que necesito es lo básico que has dicho..para tener la tranquilidad de dar de comer a mis hijos, un lugar para resguardarse del clima y los peligros de la calle, ropa para protegerse del frío.. medicina y educación. Todo lo demás a cultivar..eso digo aquí y ahora, no sé en otra cultura, en otro lugar... pero desde luego no más material.
La foto muestra la felicidad, pero el entorno es diferente para bien y para mal.
Conclusión, si todo ser humano tuvieramos las necesidades básicas cubiertas..¿hablaríamos de pobreza?
Tal vez hablaríamos de la pobreza interior de los ricos. No eres rico por tener..sino por no desear. Perdona la extensión y Muchas gracias por la reflexión.
Solo quería comentarte que hoy he sentido que en el blog de gala doy paseos virtuales maravillosos.. y contigo comparto pequeñitos cafés deliciosos.
Somos tantas almas que hacemos el mismo viaje acompañandonos en la distancia.. gracias por permitir saber de vosotros, es un gran placer para mi, la compañía. Sinceramente Nuria.
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