Muchos vivimos en la mente y
cuando vives en ella pierdes toda sensibilidad, te vuelves automático,
monótono, serio, aburrido y lineal. En este estado, las cosas más hermosas de
la vida que pasan delante de ti no puedes verlas porque te encuentras muy ocupado
en la cabeza. Y por si fuera poco, a éstas les quieres añadir una definición
para seguir encadenado a otra capa de repetición mental.
Es por esto que necesitamos salir
de la mente, éste es el secreto, salir de manera natural y sin violentar tu
cuerpo, como el que emprende un viaje que no tiene regreso. Si te quedas en la
mente, eres esclavo, eres dependiente, no eres libre. Salirte de la estructura
mental es tu oportunidad de vivir, quedarte en ella es someterte al esquema de cosas
que debes hacer para que la mente se sienta bien, para que el concepto que ella
tiene no cree conflictos o para hacer que se sientan bien aquellos de quienes
depende la imagen que con tanta naturalidad la mente ha creado de ti.
La mente te ha robado el mejor
tesoro, te ha robado el “ahora”. No me refiero al ahora como condición de
tiempo, prefiero indicar lo que ese espacio representa como dimensión de “Ser y
Estar”.
Para el ego esto es fastidioso,
le gustan los mapas con detalles excitantes, con punto y coordenada. Sobre todo, le encantan las escalas,
las escaleras o peldaños, anhela una imagen atada a una línea de tiempo que
tratará de cortar para llegar pronto, cree que lo espiritual es algo calculado
y sujeto a un esquema caprichoso, algo que la mente puede tomar como propiedad
para de este modo crear una imagen y explotarla. Esta propuesta es muy
peligrosa porque somete tu destino a un ideal ilusorio con la esperanza de que
el mismo te traerá un mejor mañana espiritual.
De hecho, tu misión espiritual no
se encuentra en el futuro, es siempre ahora. Toda esta realización, es oportuno
decir, no proviene de la mente. No olvides que la mente es un simple instrumento, el ancla eres
tú. Si lo observas, te lo reafirmarás. Es el hecho de no saberlo que te hace
buscar en vano la llave perdida para abrir las puertas del camino cuando en
realidad las llevas siempre contigo.
Ya lo dijo Krishnamurti: “Cuando
la mente está completamente silenciosa… lo inconmensurable puede revelarse”.
David Díaz Rodríguez: “La esencia
del silencio”
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