Recordando las palabras de André Gorz escritas en el libro dedicado a su
esposa, aquejada de una enfermedad degenerativa:
-“Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, solo
pesas cuarenta y cinco kilos; y sigues siendo hermosa, graciosa, deseable. Hace
cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te quiero más que nunca.
Recientemente, me he enamorado de ti una vez más y siento de nuevo en mí una
vida desbordante, que solo colma tu cuerpo apretado contra el mío.»
Me doy cuenta de que uno no elige de quien se enamora, pero
sí de lo que se enamora. Y con las experiencias vividas, elijo ser alguien
capaz de amar así…
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