martes, 3 de diciembre de 2013
domingo, 1 de diciembre de 2013
ME ENSEÑARON Y SIGO APRENDIENDO
Me enseñaron que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
Me enseñaron que el que habla mal de otros delante de uno, habla mal de uno delante de otros.
Me enseñaron que lo esencial es invisible a los ojos.
Me enseñaron que quién de verdad sabe de qué habla no encuentra razones para levantar la voz.
Me enseñaron que es importante poder reírse de uno mismo.
Me enseñaron que hablando se entiende la gente.
Me enseñaron que los valientes también temen, pero siguen avanzando.
Me enseñaron que el digno sufre. Pero su dignidad lo consuela.
Me enseñaron que quién no vive de alguna manera para los demás, apenas vive para sí mismo.
Me enseñaron…y sigo aprendiendo.
domingo, 3 de noviembre de 2013
¿CASUALIDADES O CAUSALIDADES?
Hay una neblina espesa entre casualidad y causalidad, es decir,
entre la suerte y la causa-efecto, desatando desde siempre todo tipo de
conjeturas e interpretaciones.
Cuando uno llega a una edad y hace balance, ésta parece haber
estado constituida por un decreto, como si uno mismo u otra
fuerza la hubieran compuesto.
Personalmente no creo en las casualidades, estamos interrelacionados
con todos y con todo. La vida es como un puzzle, como un rompecabezas, un
crucigrama que hay que rellenar. Todo está sujeto a un entramado perfecto del
Universo. Como ejemplo, quisiera citar un suceso que vivió el actor Anthony
Hopkins al firmar el contrato para la película “La mujer de Petrovka”. Al saber
que el filme estaba basado en una novela del norteamericano George Feifer,
dedicó un día entero a recorrer sin éxito las librerías de Londres. Desanimado,
finalmente abandonó la búsqueda del libro y bajó a la estación de Leicester
Square, para regresar a casa. Mientras esperaba la llegada del metro, descubrió
un libro abandonado en uno de los asientos, precisamente: “La mujer de Petrovka”.
Esta coincidencia le dejó tan turbado que apenas miró el libro en el
viaje a casa. Una vez allí, descubrió que el margen del ejemplar estaba lleno
de curiosas anotaciones de su anterior propietario.
Pero los caprichosos engranajes del azar, darían dos años después un
nuevo giro. Al iniciarse finalmente el rodaje de la película, Hopkins conoció
al autor de la novela, quien le dijo que había perdido su ejemplar anotado
durante un viaje a Londres. Cuando el actor le enseñó el que había hallado en
el metro, resultó ser el mismo.
Tras haber leído estas letras, cuestiono: “¿Crees en las casualidades
o en las causalidades?”
martes, 24 de septiembre de 2013
JUICIOS AJENOS
Nosotros no somos los demás; yo no soy tú y mi equipaje no es el tuyo, ignoro qué llevas tú en el tuyo, pero el mío va cargado de lágrimas, risas, dolores, alivios, angustias, amores, celos, alegrías, cicatrices, sentimientos, rabia, miedos, deseos, sorpresas, felicidad, tristeza, y todo ello ha condicionado mi historia. Así pues, ¿cómo eres capaz de juzgarme? Y ¿cómo voy a juzgarte? Si tu bolsa de equipaje estará cargada de lo mismo…
¿Cómo te voy a decir yo cómo has
de gestionar tu vida, cómo debes vivirla, qué debes decidir, qué sentir o
escoger?
Si yo ya tengo dificultades para
vivir la mía de forma creativa y equilibrada, ¿quién soy yo para creer que mi
visión es superior a la tuya?
Juzgar
la vida de los demás es una forma de expresar insatisfacción con la nuestra.
Cuando juzgamos, lejos de realizar una observación u opinar, dejamos caer
nuestra crítica sobre la vida ajena, sin pararnos a reflexionar y preguntarnos
¿Acaso es mi vida perfecta?
Nuestra vida
nunca será perfecta, siempre habrá lagunas que nos condicionarán para no mantener
el vuelo a la misma altura.
La atención
que prestamos a la vida de los demás, se la estamos restando a la nuestra, con
lo cual, buena parte de nuestra energía la desperdiciamos, en lugar de emplearla
en sopesar cómo mejorar nuestra situación.
Aquel que ocupa parte de
su tiempo juzgando a los demás, suele ocultarse de este modo a sí mismo, la
insatisfacción que tiene con su vida, su vacío. Por eso, juzgando a los demás,
evita y camufla sus necesidades. Haríamos mejor en respetar y no juzgar, en considerar
las distintas individualidades y tener en cuenta que si uno cambia facetas de
vidas ajenas, los demás harán justamente lo mismo con las nuestras, puesto que
todos somos distintos y tendemos a adecuar nuestra vida a nuestra forma de ser.
La
tortuga ve el mundo desde el suelo. El águila lo contempla desde el aire.
¿Quién tendrá más razón al descubrirlo?
domingo, 25 de agosto de 2013
ACEPTACIÓN
Descansaba unos días en el sur de nuestra redonda isla,
concretamente había elegido unos apartamentos lejos de cualquier mundano ruido
para desconectar de situaciones, y curiosamente, conectarme con otras que a veces
se desenchufan por el día a día.
En uno de los silenciosos días, justo a la hora de mediodía,
me dirigía a la terraza, para descansar en una de las zonas más tranquilas del
complejo. Allí reinaba el sosiego, y eso me hacía ser un fiel servidor de tan
compasivo rey. En ese instante, a unos diez metros, un chico se acostaba en una
de las hamacas y con mirada al cielo, no paraba de cantar unas letras que quebrantaron mi calma. Tanto
fue así, que estuve casi todo el día murmurando aquella melodía. Me mudé con
cierta incomodidad, hasta el punto de abandonar el lugar.
A la hora que se desmaya el día y el sol empieza a
ocultarse, me fui a dar un baño en la piscina. Ese remojón que relaja cuerpo y
alma, pero justo antes de adentrar mis pies en el agua, oí la voz del chico que
había quebrantado mi calma horas antes. Pude escuchar cómo se sentía tras una
ruptura sentimental, metiéndose en un espiral de tristeza. Entendí el por qué
de aquella canción y me enseñó a aceptar a cada persona, con su sufrimiento,
porque detrás de cada uno de nosotros existe una historia que a veces nos
condiciona.
Una de las fuentes del sufrimiento más común en nosotros, es
el deseo de que las cosas sean distintas a como realmente son. Lo mismo ocurre
con las relaciones interpersonales. Nos cuesta aceptar a los demás con su forma
de pensar y reaccionar, pues casi siempre no coincidirá con nuestras
expectativas, y ese fue mi caso.
Afortunadamente, cada uno tiene una combinación única de
defectos y virtudes, aceptando su singularidad podremos sacar partido de las
cosas buenas que nos ofrecen o bien enroscarnos en sus defectos y llegar
incluso a enemistarnos. Eso dependerá de nosotros, como ejemplo pongo la
anecdótica historia de un violinista que en pleno concierto en Nueva York, vio
cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín, en lugar de detenerse,
“aceptó” la situación y adaptó la melodía a las tres cuerdas restantes, dando
por completo el concierto. Cuando le preguntaron que por qué había elegido esa
opción, respondió: “Hay momentos en la vida de una persona en que debe saber
cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.
La realidad nos pone a prueba y siempre en la vida estamos
expuestos a circunstancias adversas. Aprender a aceptar lo que nos llega es un
bálsamo para nuestra alma. Concluyo con una frase de Reinhold Niebuhr: “Señor
concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo
que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”.
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