jueves, 15 de octubre de 2009

LA PROSTITUCIÓN

Días atrás sentados en una terraza de mi ciudad (Telde), mientras mi hermano y yo tomábamos café, no pudimos evitar oír a unos “individuos” que lindaban con nosotros compartiendo cenador, cómo criticaban a una mujer por su anterior profesión, que en ese instante pasaba por allí. Por lo que mis oídos pudieron escuchar, esa mujer había ejercido la prostitución. Estaba “marcada” por la sociedad. Iba acompañada por una niña de unos 3 añitos, que cogida de la mano no paraba de sonreír y dar saltos, signos de sentirse feliz al lado de su madre.
La curiosidad me invadió, si fuese cierto lo que escuché, reitero, SI FUESE CIERTO LO QUE ESCUCHÉ: “¿qué llevaría a esa mujer a dar esos pasos?” “¿Qué le motivó a tomar esa decisión?” Quizás sus necesidades, su vacío existencial, carecer de medios para vivir, no encontrar trabajo para alimentar a su primogénita, quizá lo hiciera por placer, la cuestión es que sólo ella lo sabe y yo no la voy a juzgar.
Al ver que iba acompañada por una menor, intuí que lo había hecho por necesidad, por una causa de fuerza mayor. No sé que será más triste, si las razones que la llevaron a ejercer la prostitución, o la de estas otras mujeres que ejercen de forma libre, voluntariamente y sin motivo ni razón alguna, la crítica (deporte por excelencia en España).
“Ahora está casada con fulano de tal, su marido, pobre hombre”, eran las críticas destructivas que tronaban en aquella mesa.
Hoy quiero dedicarle este “pequeño y humilde” recordatorio a esa mujer criticada y a todas aquellas que dan respuesta al deseo sexual de muchos hombres. Considero que inconscientemente mucho más importante en la mayoría de los casos, se entregan para cubrir la necesidad de afecto y comprensión de aquellos desalmados cuerpos masculinos que demandan un alivio a la soledad y a la incomunicación. De hecho datos estadísticos revelan que los hombres que acuden a estos servicios les caracterizan en el 90% de los casos una baja autoestima, exceso de ego y a menudo rasgos de sumisión que pretenden canalizar demostrando ser dominadores en estas citas.
La prostitución considerada la profesión más antigua del mundo, es una vida en contra del instinto, tan en contra del instinto como la de una monja. Aunque quizá una prostituta pueda entrar en el cielo antes que una monja, tal vez pues ésta, a fuerza de “vivir y de conocer” la vida, puede llegar a amar, pero la monja por buscar sólo a Dios, quizás se olvide de amar al resto del mundo.

4 comentarios:

Noelia dijo...

Hola!!

Leí tu post,en parte estoy de acuerdo,creo que en casos extremos las personas optan según su personalidad y no por la necesidad, con respecto a si una prostituta pueda entrar al cielo creo sí que todos podemos si lo ganamos, lo de las monjas no estoy de acuerdo es su amor al dios que profesan lo que les permite amar a la humanidad ejemplo tenes en la Madre Teresa o en mi propio país tantas monjas desaparecidas por defender al prójimo, hay de todo en este mundo pero lo bueno es que hay siempre tiempo de volver por el camino del amor.

Saludos

Noe

PALOMA dijo...

Buena entrada amigo ...
Nadie merece ser señalado con el dedo sea la causa que sea ,nadie es nadie para juzgar algo que desconocemos y aun conociendo motivos somos superiores o tenemos derecho de hacerlo ...
Me uno a este pequeño como tu lo llamas homenaje a esa mujer ,quien sabe Alex si alguna vez quien somos madre no se nos puede presentar una historia asi ,yo como madre jamas dire de este agua no bebere pues mis hijos estan por encima de todo ,pensamiento y hecho asi que jamas juzgare nada ...la vida da muchas vueltas y hoy estamos bien y mañana dios sabe lo que nos repara el destino ,asi que mejor miremonos en nuestro espejo y juzgemonos nosotros mismos .
Besitos amigo Alex.

Karol_a dijo...

Así es. Totalmente de acuerdo.
Buena entrada.

monica dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con Paloma, yo también soy madre y aunque no lo fuera, nadie sabe lo que le depara la vida. Además por qué recharzar lo que no es desconocido y si sólo fuera por placer, que hay de mal en hacer lo que uno quiere cuando y como quiere, que hay de mal en arrepentirse y cambiar de vida, porque esa necesidad enfermiza de juzgar.