Una vez más, el mes de la ilusión nos invade para traer recuerdos, proyectos e incluso la posibilidad de creer transformar la más difícil de las quimeras.
El calendario arrastra en sí, el final de un año que se va cargado con toda la esperanza puesta en aquel último mes del pasado 2009, donde le pedíamos al 2010, un cambio. Nuevamente reconducimos nuestros sentimientos exponiéndolos sobre la mesa de este presente diciembre, suplicando algunos, el mismo deseo que años anteriores y aquellos que han visto hecho su sueño realidad, se precipitan en solicitar” uno nuevo, siempre invitados por el optimismo.
Miles de bombillas volverán a iluminar las calles, los escaparates alumbrados harán de “parada” para muchos buscadores de regalos. El humo de las castañas asadas penetrará por nuestros orificios, respirando así, un clima muy diferente al del resto de los meses. Los niños, “tirados” hasta altas horas de la noche con sus típicos juegos de dinamita quemada, conseguirán que inhalemos una fragancia que nos invite al optimismo.
La esperanza que conlleva la llegada de un nuevo año, trae consigo hasta para el más escéptico, la credibilidad de que todo será especial, deseable y sobre todo, “diferente”.
Si la navidad tiene una carga muy positiva y nos invita a vivir de forma diferente (aunque sea por unos días), a veces y para muchos arrastra un “peso” enorme. La nostalgia hace de sombra en estos días para quienes “padecen” ausencias. Hace poco, llegó a mis manos a modo de texto, la historia de una joven que no podía vivir con alegría la navidad, debido al vacío que provocaban aquellos que ya no estaban entre ella. Sentir añoranza por aquellos a los que queremos y no están es habitual, pero tenemos que alegrarnos por aquellos que nos rodean y disfrutarlos, porque quizá no habrá un mañana.
Esta navidad es la segunda que vivo con una ausencia notable, no sólo para mí, sino para mi hija y su mamá. Cuesta aceptar (creo que nunca lo podré hacer, pero lo intento) que ya no esté entre nosotros. Cuesta vivir la realidad con los ojos abiertos, enfrentarnos a una verdad incómoda pero como había leído en aquellas hojas, tenemos que aferrarnos a los que nos acompañan, disfrutarlos y exprimirlos.
Momento de “empaquetar” un año más, de desenvolver la ilusión y la esperanza de que el próximo 2011 “sea mejor”, 365 venideros días para que nuestros deseos se cumplan.
Esperando que así sea, les deseo a todos unas felices fiestas.