
La flexibilidad mejora nuestra disposición para no andar peleando por cualquier situación que no sea de nuestro agrado.
En un curso de meditación que tuve la suerte de realizar, el “maestro”, asociaba flexibilidad con humildad.
“Con el tiempo, las personas inflexibles, se van quedando solas”. – Argumentaba.
Ser flexibles nos enseña a amoldarnos a las circunstancias. Todos somos artífices de nuestra personalidad, arquitectos de nuestro destino, todos podemos ser alfareros afanados en limar las aristas de nuestro carácter.
Lao Tse aconsejaba que imitáramos al agua, porque todo lo vence ya que a todo se amolda.
Modestamente, cito algunos “pasos” que INTENTO seguir (repito, lo intento, a veces no lo consigo, pero lo intento) para conseguir la flexibilidad.
- Procurar que tu primer impulso no sea dar un sí o un no como respuesta inmediata.
- Aprender que aceptar o negar tiene su momento. Escucha, observa, medita y actúa (procura, aunque no lo consigas, mantener ese orden).
- Hablar cuando sea necesario, o calla si las circunstancias lo exigen en ese preciso momento. Las conversaciones cuando son forzadas no llevan a ninguna parte.
- Buscar el mejor momento para opinar algo que sea interesante.
- Aprender a dejar una conversación en el momento oportuno, evitando discusiones estériles que no llegarán a algo sensato.
- Tratar a cada persona según su peculiar forma de ser, lo cual se traduce literalmente en respeto.
- Rectificar cada vez que sea preciso.
- Corregir los errores, pedir perdón o aclarar la equivocación.
- Respetar las reglas o normas que imperan en los distintos lugares a los que asistes, a menos que afecten la integridad y la seguridad de cualquier persona en particular.