jueves, 2 de diciembre de 2010

EL ELEFANTE HUMANO

Los elefantes, como los seres humanos, son los animales terrestres más “grandes” del planeta, y cuando hablo de grandeza no me refiero únicamente al tamaño, son exclusivos en su especie. Su vida, en los tiempos que corren está marcada por una conflictiva convivencia con nosotros: “¿los seres racionales?”
Este animal siempre me ha llamado la atención, por su gran dimensión y sobre todo, por su trompa; brazos, manos, nariz y boca se convierten en un solo miembro. Cincuenta mil músculos que hacen de “mano” para estirar matas de hierba, arrancar la corteza de un árbol o llevarse la comida a la boca. Ese “brazo” vigoroso, es también capaz de levantar a “una cría encallada en el barro”. No hace mucho, vi un documental donde la fuerza de la trompa de un elefante, salvaba a una persona que había quedado atrapada en arenas movedizas.
Curioso, el animal salvaba a quien a veces paga para disfrutar viéndole “gritar”. Esa gran extensión de su cuerpo, no sólo es prensil y táctil, ya que con ella el elefante respira, huele, bebe, se ducha y manifiesta su excitación sexual…en definitiva, siente.
Viven en familias estrechamente vinculadas y como el ser humano, necesita de los demás para desarrollarse. Forma agrupaciones de varios centenares de individuos y el grupo unitario típico es el matriarcal. Se compone de la gran hembra dominante y como normal general, en el hogar, la madre es el pilar más considerable, y no digo con ello, que la figura patriarcal no sea de vital importancia, en mi caso, mi padre tiene una gran trascendencia, me baso, en el día a día de nuestras madres. Levantar a sus hijos de la cama, desayuno, la casa, el almuerzo y para las que la suerte hoy les acompaña, trabajo.
Con frecuencia, uno de estos grupos familiares entabla una estrecha relación con otra unidad familiar, formando un “grupo de vínculo” y así, construyen grandes familias. Una similitud increíble a la del ser humano, con un matiz muy importante, a veces la convivencia es de una desigualdad considerable. A las personas nos cuesta aceptar ciertos patrones.
Algo que llama y mucho mi atención, es la reacción del elefante que ha perdido a un familiar, bien a consecuencia de la “caza furtiva” o bien porque la muerte ha tocado en su puerta, porque decide vivir en soledad durante décadas, en lugar de formar un nuevo grupo social, viviendo así, su particular “luto”. La pérdida de un ser querido puede hondarnos en la depresión más insondable y hacer que nos cueste ver la luz al final del túnel. Se puede vivir con el dolor, ir haciéndole hueco en nuestro día a día pero no con la ausencia. Supongo que estarás conmigo, en que todos somos insustituibles.
Poseedores de una gran memoria, estos animales consiguen atraer mi interés una vez más, porque tras la muerte de uno de los miembros, y después de haber dejado su cadáver, la manada regresa al lugar donde se encuentran los restos viviendo así, su particular “uno de noviembre”.
Al llegar al lugar donde están los huesos, los tocan y los palpan, después se detienen frente a ellos, el grupo muestra mucha tensión y un silencio mayúsculo se apodera de todos ellos, permaneciendo al lado de los restos durante un rato. Esto significa que los elefantes son capaces de reconocer los cadáveres de sus congéneres y que podrían tener incluso un culto a la muerte.
¿Qué mayor similitud puede engranarnos con ellos?
De esta forma se evidencia que la “línea marcada” por el ser humano entre los animales y él mismo, es mucho más pequeña de lo que cree, “si es que ésta existe”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias por regalarnos este escrito. El reyno animal es tan interesante... el elefante siempre llama la atencion por su forma de ser y tamano.

es magico e impresionante..


besitos

yosoytu dijo...

pues casi me atrevería decir que no existe..
aterricé aquí y me quedo.
:)