miércoles, 1 de septiembre de 2021

LA CONVIVENCIA

Cuando una relación alcanza la meta de la convivencia, se adentra en un nuevo mundo para la pareja y para uno mismo. Se encuentran con una realidad osada por la cual dos personas, con dos historias muy distintas, comienzan a compartir y a compartirse en el punto máximo o inflexión de un trayecto que comenzó en la fase del enamoramiento. No podemos negar la evidencia; la vida diaria en la convivencia es dura y enigmática. Exige esfuerzos para aceptar al otro como es, y a la vez, adaptarnos a un nuevo paradigma en la relación con el otro. No podemos obviar que convivir es, ante todo, compartir. Tomar parte en la vida ajena y hacer partícipe al otro de la propia. Es una prueba en la que demostramos muchas cosas íntimas de nuestra forma de ser, y en definitiva, el destino final de cualquier pareja. Existen cinco puntos claves para conducir una convivencia sana: 1. El conocimiento de uno mismo: Cuando uno se conoce, tiene bien estudiadas las coordenadas de su psicología. Conocer las cualidades y los “defectos” propios constituirá la base para aportar soluciones, y así, “resolver” cualquier borrasca que ineludiblemente habrá en la vida compartida. Para llegar a ese nivel de conciencia uno debe alcanzar la madurez, porque la madurez es también un ingrediente que representa una condición sine qua non para que la vida compartida pueda transcurrir por los cauces adecuados. 2. El esfuerzo: El trabajo diario para fortalecer la relación es clave. Pulir, limar, y sobretodo; saber rectificar juntos aquellos aspectos que dificultan o impiden el trato con cariño en la relación. De esta forma, la convivencia se aligera y adquiere un grado más armónico. 3. La comprensión mutua: Para la convivencia sana son imprescindibles dos puntos: Entender (tender hacia el otro) y comprender (ponerse en el lugar del otro). Entender y comprender al otro es abrazarlo con nuestro corazón. La convivencia debe ser argumental: del diálogo, de la comunicación, temas de conversación que fabricarán un puente para atravesar la “geografía conyugal”. 4. El respeto: La vida es roce y el roce sin cariño produce erosión en la pareja. El respeto es atención, consideración, comprensión, que hará tener en cuenta al otro, apreciándole en lo que vale. Aprender a escuchar al otro, a dejarle hablar, expresarse (emociones), es una de las facetas más importantes en la convivencia. 5. La sistematización: En este tiempo presente, tanto en la vida personal, como en las relaciones, todo va muy deprisa. Y en altas velocidades es muy fácil accidentarse. Es por ello que necesitamos un orden, porque así, todo resulta más sedante. Por tanto, lo conveniente es centrarse en una vida más precisa cada día, y poner allí lo mejor que uno posee. Porque la vida en pareja se fabrica con detalles pequeños que la harán grande. En definitiva, la convivencia es como un termómetro que mide la altura, la anchura, la profundidad de la personalidad de cada uno. Es ahí, donde florece el momento en el que sale lo que cada uno lleva dentro, de ahí, la importancia de la madurez. Si juntos nos acompañamos de forma madura y sana, seremos capaces de armonizar las tormentas que se originan en este inmenso océano donde hemos decidido navegar.

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