sábado, 10 de septiembre de 2011

¿DIOS EXISTE?


Cogido de la mano de mi pequeña gran mujer de ocho años, paseaba por la playa estrechamente vinculado a su piel. Es curioso, ésta además de protegernos del mundo exterior, nos permite comunicarnos con él.
Entrelazaba sus pequeños dedos de la mano con los míos, y ambos, sentíamos el frío que penetraba por la planta de nuestros pies, cuando a la orilla, llegaba agonizando el último suspiro de una ola.
En el trayecto, tropecé con una “amiga” y como “norma general”, nos preguntamos cómo nos iba a cada uno. Me comentaba, entre otras cosas, que regaba sus conocimientos con la carrera de Criminología, y yo, le respondí que hacía lo propio con la Medicina Tradicional China. Después de adentrarse en el camino criminológico, me argumentaba que se había alejado de la idea de un Dios creador. Por mi parte, que nunca he dejado de creer que algo superior nos “supervisa”, y una vez recalado en la medicina oriental, basada en el “chi” (energía vital), que propone que ésta regula el equilibrio espiritual, emocional, mental y físico de la persona, había acrecentado mi punto de vista con respecto a una energía Suprema. Ciencia versus espiritualidad. Lo cierto, es que hubo un pequeño debate, y lo más importante, sin darme cuenta, es que los ojos de mi hija, eran testigos del intercambio de palabras.
Una vez avanzamos, dejando atrás el “lugar del crimen”, mi retoño me preguntó:
-Papá, ¿tu amiga no cree en Dios?
En un principio, no supe qué contestarle, pero me sobrepuse al golpe que me había azotado su inesperada pregunta, y le respondí, que existían personas que no creían en Dios. Apenas se asomaba el moretón causado por el golpe de sus palabras, cuando me soltó la segunda pregunta:
-Papá, ¿las personas que no creen en Dios, son buenas personas?
Le apreté la mano que le tenía cogida fundiéndola en una, a sabiendas que no existen dos manos iguales, porque en éstas, está grabado el mapa de nuestra vida, pero sentí que en esa personita de ocho primaveras de vida, empezaban a florecer las inquietudes que a todo ser humano, tarde o temprano, llegan a anidar.
Saqué de mi archivo una respuesta que dio el Dalai Lama en una entrevista y amoldándola a su edad, le respondí, y creo que hoy, pude silenciar el ruido que hacían aquellas carcomas en su pequeña cabecita. Y como cité anteriormente, creo en esa energía Superior, y le pido fuerzas cada día, para continuar al lado de mi hija y poder calmar su sed con mis respuestas (no siempre acertadas), sabiendo que un día, debo soltar su mano.
El líder espiritual tibetano, contestó; que no importaba si no creías en Dios, pero que intentáramos ser mejores personas. ¿Y qué nos hace mejores personas? Aquello que nos hace más compasivos, más sensibles, más amorosos, más humanitarios, más éticos. Quizá ahí esté Dios.

domingo, 7 de agosto de 2011

DESEAR…QUERER

“No siempre se desea exactamente lo mejor, lo que tenemos que tener claro, es si realmente deseamos todo lo que queremos, o si queremos todo lo que viene con lo que hemos deseado”.
Si analizamos con precisión esta reflexión, desde mi punto de vista, uno debería abrir sus puertas, no sólo a la persona o cosa con la que aspira compartir u obtener (en el caso de los objetos), sino a todo lo que le rodea y lo que ello conlleva.
No hace mucho, tras una pequeña conversación en la que tuve la suerte de estar presente, y digo suerte, porque me encanta ser partícipe de estos “paliques”, se infiltró de forma prolífica, la importancia que atesoraban los hijos que llegaban a una nueva relación establecida por parte de uno de sus progenitores, es decir, un vínculo cutáneo al ascendente.
Una vez pusimos final al momento creado, abandoné el lugar centrifugando lo que cada uno había aportado, respetando cada punto de vista, pero llevándolo a un análisis inherente y extrayendo mi propio colofón.
Jorge Bucay, en uno de sus libros, expone que los hijos son una prolongación nuestra y como tal, implica “un cierto compromiso de por vida”. Desde que soy padre, soy consciente (y cada día más) que un hijo, supone una responsabilidad titánica.
Uno de los partícipes en la mencionada conversación, expuso que los hijos crecían y que él velaba por su bienestar. De esa forma, los que “colgaban” de su espalda, estarían bien. No le quito razón, pero desde mi modesta opinión, comparto “a medias” esa filosofía. Es cierto, uno debería sentirse bien para que los demás (en este caso, nuestros hijos) puedan percibirnos de la manera más adecuada. A todas estas, me “opongo sin imponerme”, porque me cuestiono quién no se levantaría después de una noche de aflicción y desesperanza, magullado hasta los huesos y haría lo que fuese necesario para alimentar a sus hijos.
El poeta José María Pemán decía: “un hijo es una pregunta que le hacemos al destino”, partiendo de esa base, sus destinos también son responsabilidad nuestra, porque según Bucay implican un compromiso de por vida. Como apéndices nuestros, los sentiremos así hasta que los adelantemos con paso largo camino hacia el cielo. Duele verlos sufrir “por nada”, incluso en un momento de dolor exiguo, te das cuenta de que los amas tanto como a ti mismo, o más.
En su destino, nosotros, los padres, rellenamos hojas en sus vidas, algunos lo harán sin darse cuenta que se están dejando tinta, hablo de aquellos padres que por circunstancias ajenas a mi razón, se desentienden del tesoro más valioso. Estarás de acuerdo o no, pero hasta que alcancen una edad y sobre todo pase un tiempo determinado, los hijos son las bisagras de todas nuestras puertas, tanto para abrir, como para cerrar.
Finalizo añadiendo una frase de Marco Aurelio (emperador romano) en la película “Gladiator”: “Tus defectos como hijo, son mis fracasos como padre”.

domingo, 17 de julio de 2011

LA SOLEDAD

Es sabido, que el ser humano desde que nace necesita de “otro” para poder sobrevivir, y quizá de ahí, se propague ese latente miedo a la soledad por todo nuestro ser.
Muchos camuflan la soledad consciente o inconscientemente rodeándose de personas que al final, no les aportan nada, nada más, que ese momento de ”anestesia” que les proporciona un letargo, que significaría no hacerse cargo de su situación a solas. Es más fácil, mucho más cómodo, intentar evitar habitar ese lugar, que adentrarse en él profundamente.
Esquivar en compañía…
Sin embargo, en determinados momentos de nuestra vida, la soledad es necesaria. Sea para aclarar mente o “corazón”. Nos ayuda a amueblar nuestra “casa”, a reordenar los espacios y sobre todo, encontrar respuestas a preguntas que por el trajinar diario y las confrontaciones de la vida, no podemos descifrar.
Conversar con nuestra alma, recorrer los deshabitados caminos de nuestro propio mundo interior, cohabitar con nosotros mismos…

sábado, 9 de julio de 2011

EL PODER DE UNA MIRADA

A veces, muchas veces, son nuestros ojos los que hablan, los que transmiten cosas sin cesar. Pupilas que esconden misterios encerrados en el interior de nuestro ser más profundo, pero al final, como todo en la vida, precisan un sitio por donde escabullirse.
Enmudecen las palabras, creando un lenguaje intrínseco que en ocasiones necesita sentir el “reflejo” de otras pupilas que hablan sin palabras, que sonríen, que besan, que abrazan, que hacen sentir la vida. Energía versus energía. Intercambio de inconfesables emociones que el pudor silencia nuestros labios. Amor, ternura, cariño, afecto y miles de sentimientos que mueren en gargantas mudas.
Necesitamos muchas veces acariciar con la mirada para conocer las profundidades del alma.

martes, 5 de julio de 2011

SENTIMIENTOS

Del contacto viene el sentimiento. Del sentimiento viene la reacción.
No me queda la menor duda de que somos seres "emocionales". Estamos sintiendo a cada instante, expuestos a que lo más mínimo, haga "erupcionar" la lava de emociones que habitan debajo de cada poro de nuestra piel.
No es malo sentir el calor de la "saliva", esa que emerge del volcán que cada uno de nosotros esconde entre sus montañas, pero sí es recomendable, no dejarse "calcinar".

viernes, 24 de junio de 2011

INDEPENDENCIA ENMASCARADA

Dicen, que uno siempre arrastra consigo de forma inconsciente y muchas veces de forma consciente, una “mochila” llena de miedos. Éstos pueden dividirse en dos clases, los absurdos, que pueden llegar a angustiarnos, como el que una arruga “cruce” nuestra cara, que las canas empiecen a asomarse por las ventanas de nuestro cabello o que la fuerza de la gravedad, haga su perenne trabajo y las carnes caigan mostrando su flacidez, y así, un sin fin de miedos “ilógicos”.
Los otros miedos, son los auténticos: el miedo a la soledad y el temor a tener compañía, el miedo a no saber quiénes somos y el temor a saberlo, el miedo a las otras miradas y el temor a que te dejen de mirar y sobre todo, el miedo a amar y el pánico a dejarse amar.
Este compendio de temores acaba llevándonos a la misma meta: la inseguridad. Y como decía el lama Yeshe: “la confianza en uno mismo no es un sentimiento de superioridad, sino de independencia”.
Cuando tengo la suerte de contemplar el documental de animales que proyectan en la dos, y cumplo con el ritual que serena mis pensamientos, no dejo de asombrarme por la capacidad que posee el “irracional” cuando debe desvincularse de su madre para emprender sólo, el camino de la vida.
A diferencia de los animales, John Bowlby, psicólogo creador de la Teoría del apego, explica que desde que el ser humano nace, se genera un vínculo emocional con sus padres que le proporciona seguridad y que es indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis clave de dicha teoría, es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto, en este caso, sus padres. De ahí, que en nuestro desarrollo como persona, nos cueste tanto, ser “animales” independientes. Por ello, mi admiración por ese felino, que aquel martes a mediodía no sólo se alejaba de mis retinas a través de la pequeña pantalla, adentrándose en la “selva”, sin hacer el menor ruido, sino que se alejaba de la que hasta en ese instante, había sido su fiel protectora, su leal fuente de sustento.
Todo ser humano debe emprender algún día ese viaje, bien, porque lo decidamos nosotros, o bien, obligados por la sentencia impuesta por la vida, es decir, cuando nos vemos forzados a “enterrar ” a nuestros fieles protectores y leales fuentes de sustento. Ocurre en la mayoría de los casos, que muchos llegan a algún lugar no alejándose de su punto de partida, a una independencia con sentido social. Desde mi modesta opinión, nunca conseguiremos tener la independencia de aquel felino. Cuando uno es consciente de que posee una figura de apego accesible y sensible a sus demandas, le da un fuerte sentimiento de poder y seguridad, alimentando y valorando la continuidad de la relación”, llegando incluso, a no poder olvidarla nunca, con el respectivo “efecto secundario”: la dependencia.

lunes, 6 de junio de 2011

REPOSAR PARA SEGUIR


El mundo en el que vivimos, siempre tan apresurado y lleno de responsabilidades, uno a veces necesita de un paréntesis donde descansar. Hablo de reposo y no de “escapismo”. Evadirse sin asumir nuestros compromisos, normalmente, conllevan reembolsar con “apremio”, el tiempo en el que nos hemos “fugado” del centro de la realidad. Dar un paso al costado sin dejar de mirar el eje, es la manera que tenemos de evitar el pago con recargo. A mi modo de ver, los reproches que sólo nosotros tenemos derecho a hacernos, son los intereses que abonaríamos en caso de no actuar de forma sensata. Reposar “consecuentemente”, es un ejercicio que nos ayuda a ser autocríticos de forma constructiva, y así, poder “alejarnos sin alejarnos” y ver las situaciones desde otras perspectivas. Es decir, calentarnos con el fuego sin quemarnos.
Es difícil deshacernos de lo que en su día, se convirtió en “nuestro”. Cuesta soltar el nudo que un día nos ató. Desatar lazos emocionales sin hacer ruido es casi inviable. Realizar esa labor, en la mayoría de los casos, puede llegar a ser tan destructivo como el proyectil “chirriante” de un cañón. De ahí, que necesitemos de una distancia, de un reposo, que nos ayude a desactivar minas para poder recorrer el campo sin llegar a explotar en una de nuestras pisadas.
Cuando hablo de reposar sin dejar de observar el centro, es comparable al movimiento de “rotación” de La Tierra, lo hace trasladándose sin dejar de “mirar” alrededor de su centro, es decir, el Sol.

lunes, 30 de mayo de 2011

LA AYUDA

A veces tu sombra puede transformarse en luz que ilumine un rostro. Ayudando nos ayudamos.

sábado, 14 de mayo de 2011

LA BUENA MADERA


De un tiempo a esta parte, ahora más que nunca, las personas se me asemejan a la madera. Un material cercano, cálido al contacto y que se deteriora con el uso. Se oscurece y se desgasta de manera que se vuelve no fea, sino familiar.
A veces, puede parecer deslucida, pero eso es consecuencia de la familiaridad.

jueves, 28 de abril de 2011

MADE IN JAPAN

Una vez mis retinas contemplaron el “azote” de La Tierra a Japón y tras percatarme como la tragedia se apoderaba del país, lo que más me sorprendió de todo lo acontecido, fue la tranquilidad con la que los autóctonos afrontaban la catástrofe.
Ver una cola de un kilómetro de largo para acceder a un supermercado y abastecerse de alimentos básicos, sin atropellos, sin discusiones, desde mi modesta opinión, es una realidad que está al alcance de muy pocos países occidentales (por no decir ninguno).
De esta admirable tierra destaco la fortaleza para superar las adversidades, su capacidad de reacción ante semejante estrago.
Mahatma Gandhi decía que ante las injusticias y las adversidades de la vida... ¡calma!, y así es, que desde que tengo uso de razón (aún me queda mucho para alcanzarla), intento solucionar los enigmas que día a día la vida me plantea con sosiego. Y claro, qué se le puede recriminar a alguien que lo intenta.
Los japoneses ni siquiera lo han intentado, lo han hecho.
Desde niños se nos educa para que aprendamos historia y literatura, se nos explica que leer es bueno, que practicar deporte es necesario, y que lavarnos los dientes es obligatorio. Así, un millón de cosas. Todo esto es indispensable y bueno, pero lo realmente imprescindible para tener equilibrio en nuestra vida, lo que realmente nos ayudará a adaptarnos a nuevas circunstancias y superar problemas, es la calma, y esto, no se nos enseña.
Japón ha dado una lección al mundo a la hora de “hacer frente” a una tragedia. Cada uno debería coger una muestra de los nipones y analizarla en nuestro laboratorio más íntimo, para tenerlos presente siempre que nos sintamos ahogados por los “tsunamis” diarios.