jueves, 15 de noviembre de 2012

ASUMIR NUESTRAS RESPONSABILIDADES



Este mundo en el que vivimos,  apresurado y lleno de responsabilidades, a veces necesitamos de un paréntesis donde reposar. Como cuando realizamos un largo viaje en coche y nuestras piernas precisan de un estiramiento para volver a sentir que todo está en su sitio. Hablo de reposo y no de “escapismo”. Escaparse, sería como evadirse sin asumir nuestros compromisos de forma responsable, normalmente eso conlleva a reembolsar con “apremio” el tiempo en el que nos hemos fugado del centro de nuestra realidad.
Mientras nos acercamos a la orilla de la cordura (algunos no arriban y fondean en alta mar),  elegimos rumbos, unos serán acertados y otros nos acercarán al umbral del arrepentimiento. Pero lo más valioso de los destinos que hayamos escogido, es que ambos nos aportaran experiencias, y como cada arruga de nuestra piel, éstas nos enseñaran, nos indicaran y nos señalaran, que a veces en la primera puerta no está la salida… Así, tendremos la suerte de canalizar nuestra vida de forma provechosa. Dándole valor al “valor de la responsabilidad” y vivir así, tranquilamente en una sociedad, desde todos sus ámbitos: personal, familiar, amistoso y profesional.
De la estabilidad de nuestras relaciones, dependerá ver la responsabilidad como un valor moral más del ser humano. Y como todos los valores, es un cimiento básico para fortalecer nuestra convivencia social y sobre todo subjetiva.
Aquellos que no llegan a la orilla, quedan sin arribar, no son capaces de asumir las consecuencias  de las decisiones tomadas,  viven esquivando para no tener que lidiar con la sensatez, con los riesgos, con los resultados de sus acciones. Burlando conciencias, intentando salir ilesos y no dañando la reputación o imagen que tienen  de sí mismos, sin saber que a largo plazo la carcoma de la razón terminará por devorarlo de dentro hacia fuera.
 Desde mi lente, si damos un paso al costado cuando nos encontremos sumergidos en la insensatez, sin dejar de mirar el eje, comparable al movimiento de rotación de La Tierra, que lo hace trasladándose sin dejar de mirar alrededor de su centro, es decir, el sol, puede ser la manera en que evitemos ese pago con recargo.
Los reproches que sólo nosotros tenemos derecho a hacernos (ninguna persona posee el don de recriminar a otra), son los intereses que abonaríamos en caso de no actuar de forma madura. Reposar consecuentemente, es un ejercicio que nos ayudará a ser autocríticos de forma constructiva, y así, poder “alejarnos sin distanciarnos”, viendo nuestras situaciones desde otras perspectivas, calentarnos con el fuego pero sin quemarnos.
Hoy recuerdo una frase de Pablo Neruda que no deja indiferente a ninguno de los que asumimos o no, nuestras responsabilidades: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, sólo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.

lunes, 29 de octubre de 2012

SENTIRME MEJOR



Cuando leo o escucho las noticias que respiro en este redondo mundo, siento unas ganas inmensas de saltar para olvidarme por un instante de poner los pies en el suelo, y así, sentirme mejor.

lunes, 15 de octubre de 2012

EL DERECHO A LA TRISTEZA



Sentado en la cocina mientras dialogaba con mi madre como hago habitualmente, absorbía uno de los últimos buches de café de esa taza que solemos compartir para ponernos al día de las situaciones familiares, cuando ésta, me confesaba que se sentía triste, sin ganas, apática. Quiso sacudirse el peso que le llevaría a sentirse así, echándole la culpa al otoño, a un cambio de estación. Aquel “burrito” de carga, esa fuente inagotable de recursos para sacar a cualquiera del lodo, me estaba diciendo que se hallaba en un estado de aflicción. Me dediqué a escucharla y sólo la contrarresté para manifestarle que se trataría de un estado pasajero…como todo en la vida.
Una vez abandoné el nido que me vio nacer, y con el volante entre las manos, me cuestioné si aquella mujer, madre, esposa y un sinfín de personajes a los cuales ha tenido que recurrir a lo largo de su “película”, no tenía derecho a sentirse triste.
“Pues sí”, me dije, uno tiene todo el derecho a encontrarse mal. No podemos pasarnos la vida esquivando curvas, con esa actitud nos estamos perdiendo vivir la vida misma, con sus múltiples colores, parte de los cuales son la melancolía, la tristeza, la nostalgia…
No tiene nada de malo sentirse triste, incluso es más, sólo si vivimos intensamente la tristeza podemos vivir intensamente la alegría. 
De lo que se trata, desde mi modesta opinión, es abrazar todas las emociones, sin tenerles miedo y no vivir sólo las que los demás esperan de nosotros, lo cual es completamente agotador.
La tristeza es un estado necesario para emprender. Nos sirve para darnos cuenta que quizás hay algo dentro de nosotros que debamos modificar o quizá fuera, en la vida, en el mundo que nos rodea.
Lo que no es bueno, es negar nuestras emociones, no escucharlas, eso nos va  desgastando como las olas lo hacen al golpear las rocas. Nos educan para conocer el universo, los secretos de la vida, la materia y quizás a Dios, y se olvidan de enseñarnos la manera de comprender nuestra alma. Tenemos que conectar con cada emoción, entenderla, abrazarla, ver cómo la disfrazamos o la encubrimos para posteriormente desnudarla y vivirla sin enjaularla, permitiéndonos llorar si con ello llegamos a sentirnos bien, a liberarnos, haciéndolo sin presiones, sin que la vergüenza se adueñe de nosotros.
Negar que nuestra sociedad tiene cierta dificultad para aceptar la tristeza es un absurdo. Es más, creo que existe cierta tendencia a la prohibición de que nos sintamos mal. Se procura un “yo” que esté a la altura de una sociedad cada vez más consumista, con el agravante de los tiempos que corren y eso nos impide caer, aún cuando las fuerzas flaquean.
Una vez leyendo al Dalai Lama, éste recomendaba el abandono de esa búsqueda insana de la felicidad permanente, y en cambio, buscar la alegría del corazón, que no es otra cosa que una paz profunda del alma, compatible con la tristeza.
Para girar las bisagras de este humilde escrito y ponerle fin, te invito a vivir cada una de tus emociones, porque una vida sin éstas, es sólo media vida.

viernes, 21 de septiembre de 2012

EL PRECIO DE LA FELICIDAD


Siempre he oído que el ser humano es un animal de costumbres, y como tal, me dirigí a la cafetería donde suelo romper el ayuno con un café. Pillé sin dueño el periódico en la mesa de la entrada y sentándome en la misma tabla sostenida por tres patas, pedí mi cafecito. En la portada, destacaba una noticia que no me dejó indiferente: “Ya hay más niños que ancianos al borde de la pobreza en España”. Un escalofrío me recorrió de dentro hacia fuera.
Era un indicador de que la carencia está teniendo un rostro más joven. Un total de dos millones de niños viven bajo el umbral de la pobreza, según pude constatar en aquellas páginas.
Normalmente, las lagunas económicas vienen acompañadas de tristeza, aunque comparto la idea de que el dinero no da la felicidad. Pero si es cierto, que el ahogo económico afecta a la calidad de vida y eso se ve reflejado en la salud emocional y física de cada menor.
Mi hermano, escéptico por sus experiencias, profesa una frase que un día leyó y argumenta siempre que tenemos la posibilidad de charlar sobre este tema: “El dinero no da la felicidad, pero la compra hecha”.
Me niego a pensar que en la economía se encuentra la dicha, sin oponerme a que los vientos adinerados mueven con fuerza los molinos. Pero si nos dieran a elegir en una escala de valores, qué escogeríamos: ¿Más dinero o más salud, más dinero o más tranquilidad emocional, más dinero o más amor? Estos tres ingredientes no están a la venta. Por un lado, nadie puede negar que tener el suficiente dinero para cubrir las necesidades básicas: alimentos, ropa y un techo que nos cubra, nos hace más felices, o más bien, nos libera del estrés que conlleva vivir bajo la sospecha del umbral de la pobreza, y eso aporta cierta tranquilidad. Pero, un estado óptimo de salud, un equilibrio mental y sentirse amado a la par que amas, no tiene código de barras. La felicidad es un estado de ánimo que se consigue a porciones.
Quiero hacer mención especial a Matthieu Ricard, reconocido como “el hombre más feliz del mundo”. Francés de nacimiento, que un día decidió renunciar a cualquier posesión material y a las comodidades del mundo moderno, para bucear en la paz que se respira en la falda del Himalaya. Científicos americanos le sacaron de su retiro en un monasterio budista de las montañas de Nepal, lo metieron en el laboratorio, conectando a su cerebro 256 sensores para analizar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y decenas de parámetros más. El resultado comparado con los obtenidos en cientos de voluntarios, desbordó los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título: ”El hombre más feliz de la tierra”.
Entiendo que renunciar a nuestro mundo material, sobre todo para los que tenemos responsabilidades (hijos), no es nada fácil, incluso me atrevería a decir que es casi imposible, pero este claro ejemplo, nos muestra una vez más, que lo material puede llegar a ser simplemente un cajón lleno de vacíos. Por ello, me gustaría cuestionar: “¿no nos estaremos equivocando quienes seguimos centrando nuestros energías en conseguir un trabajo mejor, un coche más potente o una casa más grande?




viernes, 18 de mayo de 2012

LA VERDADERA AMISTAD

A día de hoy, miro al infinito y doy gracias por la cantidad y sobre todo por la calidad de los amigos que acompaño y me acompañan en la vida. Supongo que nunca llueve a gusto de todos, así que, algún “antagonista” debo tener por estos páramos de Dios. No hace mucho, la enfermedad vino de visita al organismo del padre de un buen amigo. Ese “amigo”, que solemos ver con menos frecuencia de la que nos gustaría, bien por el trajín diario de cada uno, bien por las causalidades, bien porque el azar no nos ha cruzado por un minuto. El hecho, es que sientes que siempre está ahí. Quiero hacer mención especial a esa amistad, porque en ese mal trago que tardó en digerir, fue cuando más unidos nos sentíamos, a sabiendas de que podíamos contar el uno con el otro. Lo que hace que esta amistad tenga tantos privilegios es simple y llanamente que cuando es “auténtica”, no hay nada que demostrar, no hay nada que cambiar, ni nada que perdonar. Es difícil, lo sé, lo he vivido, pero eso es así o de lo contrario, que es lo nos sucede con la inmensa mayoría de las personas, es alguien a quien conoces, le tienes cariño y respetas, nada más. Carece de la existencia de energía. Eso no tiene nada que ver con lo que quisiera transmitir a través de este artículo. Cuando se forma una relación tan especial, como esta, no hay hueco para las dudas, los celos, o las comparaciones. Ese es el motivo por el que generalmente tenemos tantos conocidos y tan pocos “elegidos”. Amigos elegidos para la confidencia, las risas, los buenos y los malos ratos y, sobre todo, para no tener que darle explicaciones. Ya me lo argumentaron una vez y hoy intento aplicármelo: “No des explicaciones, tus amigos no las necesitan y tus enemigos no las merecen”. La amistad es una relación que se basa en el desinterés, la reciprocidad, la empatía. Es un vínculo elegido, nada obliga a sostenerlo. También me educaron para “elegir” al género femenino como amistad, por el cual siento una gran admiración. “Elegidas” amistades de esta índole, acompañan mi vida. Suele ser en ocasiones una relación criticada, aún a día de hoy por algunos “profanos”. “¿Por qué no ha de ser aceptable la amistad entre un hombre y una mujer?”, me pregunto. Cuando éstos fabrican una relación de amistad, se aceptan ante todo y sobre todo como personas, no se eligen sexualmente. Todos tenemos cerebro, corazón, emociones y sentimientos… y éstos no tienen sexo. En la amistad, el hombre no ve a la mujer como un objeto de deseo, ni la mujer ve al hombre como un potencial proveedor. Al igual que en el amor, habrá en este vínculo: comunicación, sentimientos, expectativas, proyectos… “despojados” del componente de la libido, y superados los estereotipos culturales de género, descubrirán juntos que la amistad entre ellos es posible. Como en la teoría del yin y el yang, puede ser una relación con aspectos opuestos y complementarios. El crepúsculo y el amanecer necesitan de la amistad entre la noche y el día. Para sellar este tema y enviarlo a los ojos de quienes desean interiorizarlo, dejo una frase que leí en una ocasión y que causó eco en mí: “Todo el mundo quiere tener un amigo espléndido e incondicional, pero pocos se toman la molestia de ser uno”.

lunes, 30 de abril de 2012

Debemos tener cuidado en cómo vemos el mundo porque el mundo será exactamente como lo veamos. Puede que contemplemos las cosas a través de los ojos del miedo, de la limitación, es por ello que debemos limpiar la ventana y ver el mundo lleno de posibilidades.

domingo, 22 de abril de 2012

LA TRISTEZA

“Nuestra cultura no ampara el estar triste, pero en ciertas ocasiones lo más verídico que tenemos es nuestra propia tristeza”. Hablar de tristeza no es indicador de enfermedad, sino de un sentimiento normal y muy perecedero que todo el mundo experimenta en ocasiones. Es más bien, una forma que los seres humanos tenemos para adaptarnos mejor a los cambios y a veces a las dolorosas circunstancias de nuestra existencia. De esta forma, reivindico el derecho a estar triste sin vivir en la tristeza.Rompiendo así los esquemas de la sociedad, de las apariencias y me permito transitar el camino de mis emociones.

jueves, 12 de abril de 2012

EN LA CIMA

Lo difícil no es subir, sino una vez en la cima, seguir siendo el mismo. Da vértigo llegar a las “alturas” y verse reflejado sin reconocerse el rostro corrompido por el ego.

domingo, 1 de abril de 2012

EL VALOR DE LA PALABRA

Agarrando los versos bíblicos como si de una cometa se tratase, quisiera destacar la entrada de Jesús en la casa del sumo sacerdote Caifás una vez fuese entregado y traicionado por Judas. Reunidos los maestros de la Ley y las autoridades judías, le juzgarían por blasfemia. Jesús, dijo ser capaz de destruir el Templo de Dios y de reconstruirlo en tres días. Algo inimaginable.
En el momento de entrar, Jesús se dirigió a Pedro: “Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces”. Éste que lo había acompañado para mostrarle su apoyo, lo negó con su cabeza. Mientras el nazareno era interrogado dentro, los transeúntes reconocieron la cara del discípulo y le preguntaron si había estado con Jesús de Galilea, a lo cual Pedro negó en tres ocasiones, y en aquel mismo momento, cantó el gallo. Recordó entonces las palabras del hijo de Dios llorando amargamente. Había incumplido la palabra a su maestro.
Si echamos un vistazo a la historia, la palabra no sólo sirvió durante muchos siglos para la comunicación del ser humano, sino también como instrumento para sostener compromisos. Girando hacia atrás la cabeza y mirando de reojo al pasado, tiempo atrás, la palabra era suficiente para que los comerciantes les fiasen a sus clientes. De hecho, recuerdo cuando iba a la tienda de aceite y vinagre cerca de casa a comprar sin monedas en el bolsillo y decía: “apúnteselo a mi madre”. La señora accedía a darme lo solicitado, normalmente aquella palmera de chocolate y un zumo pera-piña. Tenía la palabra de mi madre y era más que suficiente.
La palabra era sinónimo de compromiso, sello distintivo de una persona, el espejo del ser humano, era su marca, el honor y los valores que había recibido. Hoy, doy gracias a Dios por haber heredado de mis padres el saber cuándo puedo dar mi palabra. Uno debe ser consciente de cuando está dispuesto a darla, y desde mi modestia, considero que sólo puedes concederla cuando sabes que puedes o intentarás cumplir lo pactado. Cuando has prometido algo con la palabra y no lo cumples, tu persona en cuestión pierde toda credibilidad, y por lo tanto la confianza.
Siempre he oído a mi padre decir que la expresión: "un hombre de palabra", no hace referencia a aquel que se pasa el día resolviendo crucigramas, se refiere a quien hace lo posible por cumplir con sus promesas. En otros tiempos, según argumentaba mi progenitor, "dar la palabra", era dar la seguridad de que el compromiso contraído iba a ser cumplido en tiempo y en forma.
No había que firmar nada, ni sellar nada, ni llamar a nadie para que diera fe.
Hoy en día, es difícil encontrar personas que adquieran ese tipo de compromisos si salimos del grupo de familiares o amigos íntimos…
Me cuestiono el valor que tiene hoy la palabra, teniendo en cuenta que es muy frecuente que quien la usa borra con el codo lo que alguna vez escribió con la mano. Es una lástima que la confianza se haya vuelto tan desconfiada. De un tiempo a esta parte, ahora tengo la absoluta seguridad, de que ya puedo dudar de todo. Esto por contradictorio que parezca, me da seguridad.
Ya lo decía uno de los predicadores más relevantes de la historia y un importante político ateniense, Demóstenes:” Las palabras que no van acompañadas de hechos no valen para nada”.