
Desde hace tiempo me he abrazado al Budismo, aunque personalmente me considero como la “mayoría” de este mundo, un seguidor de Jesús. Como cristiano, he vivido con él toda mi vida, pero de un tiempo a esta parte me he convertido en un cristiano no exclusivista y no creo que el cristianismo sea la única religión aceptable, por más que sea mi “hogar”.
Budismo, hinduismo, cristianismo, el islam o la propia fe bahai, el mensaje esencial de todas las religiones es bastante parecido. Cada una, con su propia filosofía, sus propias tradiciones, se fijan como objetivo apaciguar los sufrimientos del espíritu humano. Poco me importa si tal religión es “superior” a la otra, lo que tengo en cuenta es la mejor que se adapta a mis expectativas, y supongo, que es lo que cada uno debe encontrar.
El caso, es que una vez terminé de exhalar mis súplicas, la quietud del templo se instaló en mí, incitándome a quedarme estático durante un tiempo en aquel largo banco de madera.
Segundos después, una señora ya entrada en edad, como pude percibir al ver su rostro, semblante marcado por las líneas del tiempo, cumplía su promesa arrastrando sus rodillas con paso muy lento. Al notar, que era cuidadosamente observada, me hizo una pequeña reverencia a modo de saludo. Esto me incitó a cuestionarme qué le había sucedido para que paseara sus rótulas por las primitivas piedras de la basílica. Qué cumplió la “imagen” del Santísimo Cristo de Telde, para que esta señora desfilara su paso por la alfombra roja (y no la de Hollywood) en dos ocasiones.
Una vez terminó su promesa, se quedó mirando fijamente a la estatua del Santísimo Cristo, hecho de pasta de millo por los indios tarascos de México, que aterrizó en nuestra ciudad entre los años 1550 y 1555. Hipnotizada por el Santísimo se persignó como diez veces consecutivas, gesto que generó aún más mi inquietud por saber de su fe.
Evidentemente, no supe qué le hizo llegar hasta la imagen, intuyo una promesa, pero dejó con su paso, una reflexión en mí para desmenuzar: la FE.
La fe sin duda se trata de un concepto abstracto de muy difícil definición. La creencia propia de la fe, hace del asunto creído algo tan fuerte, que adopta el carácter de verdadero, aún sin ser comprobado. En la Biblia, encontramos una definición muy acorde a como quiero desde mi perspectiva explicarla, dicha definición se encuentra en Hebreos 11:1 y dice lo siguiente: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Tener fe es aceptar la palabra del otro confiando en su honestidad. Así ocurrió con los grandes profetas. Sus seguidores les creían porque tenían conocimientos sobre lo que profesaban, eran personas capaces de predecir acontecimientos y hablaban por inspiración divina, o en nombre de Dios. Buda, Jesucristo, Krishna, Mahoma, Baha’u’lláh son algunos de los mensajeros de Dios, según sus respectivas religiones.
Modestamente tengo mi opinión sobre la fe, y nada tiene que ver con la esperanza porque muchos creen que es lo mismo, para mí, la fe se encuentra en el momento presente, mientras que la esperanza se haya en el futuro. La fe es lo que nos proporciona seguridad. Fue la conclusión que saqué cuando abandoné la basílica después de desmenuzar el acto que aquella señora “profesó” durante mi estancia en la iglesia.
Se dice que la FE, es como una brújula en la tormenta y en la niebla. Modestamente creo que cada uno tiene su particular brújula interior. Si tú eres de los que ya has encontrado la tuya, ¿hacia dónde giran sus agujas?