lunes, 19 de abril de 2010

EL TIEMPO


Se cuenta que hubo una asamblea de animales y que éstos se quejaban de que los humanos les arrebataban cosas que les pertenecían. La vaca, se lamentó de que le quitaban la leche. La gallina, de que le robaban los huevos. El cerdo, que se aprovechaban de su carne para hacer jamón. La ballena amargada, cansada de la caza para obtener su aceite. Pero el caracol sabía que él tenía algo que los humanos deseaban por encima de todo y que se lo robarían si pudiesen: tiempo.

Una vez más, escojo un cuento que me sirva de plancha para desmenuzar el tema que deseo servirles a todos los que leen mis humildes letras, y así, conseguir llenar vuestros “estómagos”.
Cada día me tropiezo con muchas personas que se quejan por la falta de tiempo, que no realizan muchos de sus proyectos porque les falta “espacio”. “¡Ojalá y el día tuviera más horas!”. Y me pregunto, “¿para qué?” Si tuviera más de veinticuatro, estoy seguro de que pediríamos sumarle unas cuantas, porque nos “ensañaríamos” mucho más “tiempo”, haciendo lo mismo que hacemos ahora, sin llegar a disfrutar de lo que deseamos.
Nuestras vidas giran alrededor de un reloj interno cuyas agujas marcan las obligaciones impuestas. Vivimos para “cumplir” con lo implantado: el trabajo, la casa, los niños (para quien los tiene), la comida… Esto debería hacernos reflexionar. Es curioso, al menos a mí me ocurre, cuanto más nos liberamos de las tareas rutinarias, más nos saturamos de actividades, hasta el punto de volver a necesitar más tiempo. Es como correr hacia algún lugar y sin saber ni siquiera hacia donde. Sólo hay algo que nos hará parar, el propio tiempo, y con la edad, cambiará el sentido de éste. Supongo que cuando cumplimos años, es cuando decimos que el “tiempo”, se nos ha echado encima y nos sentimos más cansados, acoplándonos a la rutina para no realizar aquello que deseábamos. Y así pasamos por la vida, dejando miles de cosas sin “saciar” por nuestro apetito interno. ¿La culpa la tiene el decurso de nuestra vida o la actitud que tenemos ante éste?
Para contestarme a esta pregunta, intento hacerlo a una antes: ¿cómo empiezo el día cuando me levanta el despertador, y cuando me despierto por mi cuenta? Los pensamientos condicionan nuestro comportamiento. Siento, o mejor dicho, percibo, cuando hablo con mis amistades sobre este tema, que dejamos atrás nuestras almas en medio de las prisas, nos olvidamos de los sueños que tenemos, de la empatía y sobre todo, de la necesidad de maravillarnos. De hecho, siempre parece que estamos empujando el almanaque, anhelando que llegue Semana Santa, algún puente antes de las vacaciones para salir de nuestra agitada vida y dominada por el reloj. Este sentimiento de que carecemos de tiempo es el resultado de la actitud que tenemos ante esta sociedad marcada por el materialismo, acumular experiencias, hacer cosas y sobre todo, cumplir con las obligaciones, antes de disfrutar y “vivir” nuestra vida.
Una vez, un gran amigo, (el cual no me dejó que le nombrara), dijo que esto no le pertenecía, que son mis letras, (pero mis letrillas dejan de ser mías, una vez expuestas) leyó que “en lugar de contar las horas ojalá pudiéramos cuantificar los momentos de silencio, cuando hacemos lo que nuestro corazón anhela… o cuando no hacemos nada en absoluto”.

sábado, 27 de marzo de 2010

LA VERDAD

Siempre que comparto un cuento con los “míos”, tengo el honor de declararles así, porque no sólo son personas que me agradan, sino que me aportan, me suman y llenan mi vida, debatimos hasta la saciedad cada una de las letras que componen el relato a esclarecer. Lo trituramos por el “pasapuré” (me encanta utilizar este término, porque siento que no se nos queda nada atrás), pero hubo una fábula, que no “despejamos” del todo. Quiero compartirla con todos los que me leen e independientemente de lo que yo opine, invitarles a que saquen vuestras propias conclusiones.
Se llama: “La tienda de la verdad”
El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco, intrigado se acercó a la vidriera y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate...en el interior, solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: "TIENDA DE LA VERDAD".
El hombre estaba sorprendido. Pensó era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían.
Entró.
Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:
- Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?
- Sí, señor, ¿qué tipo de verdad anda buscando: Verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?
Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible, llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.
-Verdad completa- contestó el hombre sin dudarlo.
" Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones ", pensó, " no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones".
-¡Verdad plena!- ratificó.
Bien, señor, sígame.
La señorita acompañó al cliente a otro sector y señalando a un vendedor de rostro muy adusto, le dijo:
- El señor lo va a atender.
El vendedor se acercó y espero que el hombre hablara.
- Vengo a comprar la verdad completa.
- Ahá, perdón, ¿el señor sabe el precio?
-No, ¿cuál es? - contestó rutinariamente. En realidad, él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
- Si usted se la lleva- Dijo el vendedor- el precio es que nunca más podrá estar en paz.
Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande.
- Gra…gracias, disculpe...- balbuceó.
Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso.
Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
" Quizás más adelante"…pensó...

Una vez leído el cuento, supongo que poseer la verdad “absoluta” conlleva pagar un precio muy alto, no estar en paz nunca. Tan elevado importe te alejaría de conseguir la “felicidad”, y como comparto la descripción de Jorge Bucay, sobre ésta en la cual especifica que no existe, que después de recorrer diferentes caminos durante muchos años en busca de ella, jamás halló su fórmula, recomendando que sería más que suficiente ocuparnos mejor, más sanamente y con vehemencia de todo aquello que nos impide ser felices.
Alcanzar este camino nos llevaría a la orilla de estar en paz con nosotros mismos. Y digo a la orilla, porque sumergirnos en ella, es casi imposible. Son muchos los deseos que nos invaden y no cumplimos durante nuestra estancia en esta vida, consumar cada uno de ellos y conseguir estar en paz con nosotros mismos, también requiere “arrancar” una etiqueta con una valía bastante inasequible.
¿Hasta cuánto estás dispuesto a “desembolsar” para obtener la paz contigo mismo?

jueves, 11 de marzo de 2010

NADAR CONTRA CORRIENTE

El pasado lunes, como de costumbre, realicé mi habitual “liturgia” al llegar a casa después de la jornada laboral. Consiste en “tumbarme” en el sofá con el “depósito” lleno y ver el documental (a veces más que ver, oír) que ponen en la dos. Concretamente ese día proyectaban: “la vida de los salmones”. Me llamó mucho la atención la existencia de estos peces, viven pocos animales en el mundo que ejerzan una fascinación y atractivo tan singulares como lo hace el salmón. Su ciclo de vida es impulsado por el instinto, como en todos los animales, ( ¿Incluidos los seres humanos?...me pregunto) pero solo él da ejemplo de determinación, gran fuerza, vigor y resistencia antes de llegar hasta su dramático y trágico final.
La vida del salmón se inicia en el río. Cada año, en el otoño, una hembra y un macho ponen y fertilizan las ovas en un nido de grava, previamente forjado por la madre. Llegada la primavera acompañada de una elevación de temperatura y cuando el salmón ha adquirido algunas habilidades natatorias, abandona la grava e inicia su vida independiente. Después “vagabundean” en los mares hasta llegar al río para intentar volver al lugar de nacimiento, para ello deben pasar severas penurias.
“La odisea del río” se inicia venciendo los remolinos, rocas, árboles caídos, osos hambrientos y todo tipo de obstáculos; en esa travesía no se alimentan, lo que sumado a la lucha “contra corriente” y demás tropiezos provoca en sus cuerpos serios deterioros que le dan a su aspecto, un feo y triste maquillaje, lejano de aquel que poseía cuando vivía en los mares. Pero no por eso, menos brioso. Remontando el río llegan a la entrada del área de desove, esa misma donde se inició su vida y de la de sus antepasados.
No deja de ser “asombroso”, una vida llena de obstáculos sin pensar en un beneficio para sí mismo. Seguidamente reflexioné en el ser humano. ¿Cuántas adversidades tenemos que saldar durante nuestro peregrinar a lo largo del camino por la vida? ¿En cuántas ocasiones lo haremos de forma altruista?
Cuando tropiezo por la calle con mis amistades, y éstos me preguntan cómo estoy, suelo responder: “limando” o nadando contra corriente. Generalmente veo cómo estamos programados por una “moral impuesta” que nos impide nadar contra corriente, de ahí, que “la vida del salmón” me dejase atónito, porque son pocos los seres humanos que llegan al “área de desove”.
¿Dejarías la moral impuesta y nadarías a contra corriente?

sábado, 27 de febrero de 2010

PERDER EL CONTROL


Días atrás me dirigía a la oficina de correos a recoger un pedido, invadido por el cansancio, entré en una cafetería para “inyectarme” una dosis de cafeína y así derrotar el abatimiento que me sostenía a ralentí.
El camarero, buen especialista en armonizar relación con su clientela, me sirvió lo de siempre: un vaso de agua y café corto con leche. El gesto de Suso, así se bautiza amigablemente el dueño de la cafetería, hace que me sienta como en casa y consigue así, que acuda cuando demando sentirme a gusto.
Una vez “instalado” en la barra, llamaron mi atención dos personas que “echaban” monedas a diestro y siniestro a unas máquinas “tragaperras”. En concreto, uno de ellos fue el que despertó cierto interés en mí, acompañado de un niño, que con un paquete vacío de papas “jugaba” haciendo milagros para acabar con el aburrimiento. Cuando terminó de “matar” el tiempo que le entretenía con aquel plástico, apoyó su cabeza en la mesa, señal de que el hastío y el cansancio estaban haciendo mella en su pequeña cabecita. Lo que más llamó mi atención, fue las repetidas patadas que le proporcionaba a su padre, sin duda era una “llamada de atención”.
Lo que me pareció más triste es que éste ni se inmutara, estaba pendiente de cómo su dedo golpeaba al botón de la máquina a una velocidad de vértigo, mientras su cabeza se hallaba “metida” de lleno en el aparato vecino. Ni siquiera estaba pendiente de ganar su dinero, se encontraba inmerso en lo que el otro hacía.
Cuando acabé de absorber el último buche de mi café, dejé moneda en mostrador a Suso y le hice una señal con la cabeza en modo de despedida, mientras abandonaba el local, no paraba de pensar en la imagen de aquel jovencito que demandaba a base de “puntapiés” la presencia de su progenitor. Éste había perdido el control, desde mi punto de vista, generado por un vicio, una forma de tratar de olvidar, una necesidad. Para los mortales comunes: un apetito demasiado grande que incita a hacer algo en exceso, transformado en una conducta habitual donde la persona que lo realiza siente placer al llevarlo a cabo, olvidándose de todo lo que le rodea y más importante aún, olvidándose de sí mismo.
Una vez descrito, a mi modo de ver, el concepto de vicio, coincido con muchos de ustedes en que “todos” tenemos alguno, es más, considero que no es malo que a veces, “algo” nos haga perder el control momentáneamente para olvidar nuestros vacíos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

¿SE PODRIA REORDENAR EL MUNDO?


De niño nunca pude "reordenar" el cubo de Rubik. A día de hoy, lo intento y las fuerzas me abandonan, la impaciencia me puebla, consiguiendo que termine por ABORTAR.
Me asalta la duda...¿pasará lo mismo con el mundo? De niños nos educan para ordenar todo, luchar por un mundo mejor. Una vez vamos creciendo, nos iremos encontrando con obstáculos que la vida nos va proporcionando, luchamos para solventarlos y una vez LIQUIDADOS, volvemos a ver nuevos desafíos, incluso REPETIDOS en nuestro camino, en el caminar diario, que a muchos les puede, consiguiendo que abandonemos y dejemos de luchar, acabando con nuestras fuerzas para RECOLOCAR el mundo.

lunes, 8 de febrero de 2010

EL RETROVISOR


El pasado lunes, después de que nos bautizara con su “gota a gota” la tormenta y a primera hora de la mañana como “rutina” me dirigiera a mi trabajo, la verde luz del camaleónico y último semáforo, muda posándose en rojo. Este momento de detención, para muchos “conductores”, es una “pérdida” de tiempo, personalmente me lo tomo como un instante de reposo, como estar en el umbral de la puerta que separa mi vida personal de mi vida laboral. Mientras anido en ese trance de sosiego, me gusta observar, sin prejuzgar, las conductas de los que me acompañan en el gris asfalto: unos se miran al retrovisor para comprobar que su imagen, es la misma que dejaron fotografiada en el espejo de su casa, otros, teclean el volante a ritmo de la música que escapa dirección a sus oídos, los hay que aprovechan el momento para “barrer” con el dedo sus fosas nasales, secas de tanto respirar el aire “contaminado”.
Existen muchas maneras de “asfixiar” para los impacientes ese momento de espera. Hubo uno en concreto que despertó mucho mi atención, se trataba de un trabajador que sentado al sillón de un gran camión, sacó su largo brazo acompañado de un pañuelo para frotar el enorme retrovisor, y así poder ver lo que acontecía por detrás. Ese momento me hizo reflexionar sobre las veces que tenemos que limpiar nuestros “retrovisores” internos, para ver las huellas que hemos dejado y poder avanzar hacia un futuro mejor.
“Según cómo hemos recorrido nuestro pasado, podremos avanzar hacia el futuro”. La persona que ha empleado su vida cometiendo errores, incluso repetidos a conciencia, tras echar un “vistazo de reflexión por su retrovisor” acerca del transcurso de su existencia, podría ocasionarle el estímulo necesario para dar un “volantazo”, teniendo la opción de escoger un trayecto que le lleve a elegir otra carretera hacia su destino. Aquí aplicaría mejor que nunca, una frase que escucho con frecuencia: “Usemos el pasado como trampolín y no como sofá”.
¿Y tú, cómo utilizas tu pasado, como trampolín o como sofá?

sábado, 30 de enero de 2010

DARSE UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD


Cuando uno decide “darse” una segunda oportunidad, tiene ante sí, un trabajo arduo de replanteamientos y de autocrítica. El hecho de añorar situaciones pasadas es una razón para no pisar el acelerador y quedarse anclado al pasado. Normalmente lo que se “echa de menos” es lo conocido ya que es el terreno en que nos sentimos a gustos y seguros.
En el caso de un preso que ha cumplido condena y vuelve a “pisar la libertad”, no tardará en darse cuenta de que la transición de estar preso a estar libre conlleva serios desafíos personales y altibajos emocionales. Al principio, como es normal, valorará la libertad mucho más que antes, pero la parte de este difícil cambio es el “reajuste” que debe aplicarse para definir un plan de vida con mucha diferencia a la “estructura” que le han marcado en prisión –donde constantemente le imponen lo que tiene que hacer.
Quizá la segunda oportunidad más difícil, es la de vivir “superando” la adicción a las drogas, porque desde mi modesta opinión es una “prisión auto impuesta. Mantenerse fuera de esa cárcel es una tarea ardua. Es un callejón aparentemente sin salida, sin embargo, son muy pocos los que “encuentran” la puerta trasera que les ofrece la posibilidad de retomar la TRANQUILIDAD DE SUS RUTINAS. Una vez se haya superado la parte más complicada: la desintoxicación, la rehabilitación… lo mejor para evitar una recaída es salir del lugar de procedencia y alejarse de las malas influencias. Evitar verse con los “habitantes” de este mundo cruel y pasear por la vida intentando encontrar un nuevo “planeta” en esta galaxia.
Otro y quizá el más común de los casos, es el del “amor”. El amor es la esencial virtud del ser humano y muchas veces lo que nos mantiene con sentido en la vida. Es muy importante en este lance que ambos intérpretes estén de acuerdo. Aceptar los errores del pasado sin quedarte anclado en él. Lo más importante es saber que “darse una segunda oportunidad” no es retomar las cosas donde se quedaron: porque es una nueva oportunidad de crecimiento, de cambio.
Aunque como cristiano no exclusivista, ya lo he anunciado en textos anteriores no me privaré de leer uno de los mejores libros que cohabitan con nosotros en nuestra vida: La Biblia. Un pasaje más de este grueso ejemplar no me dejó indiferente pudiendo descifrar: Job 14:7 "porque si el árbol fuese cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva".
Darse una segunda oportunidad es tener fe en ella, aunque muchas veces tengamos que agarrarnos a una fuerza externa para superar cualquier obstáculo, aún sabiendo, que la mayor fuerza para solventar las adversidades está dentro de nosotros. Pero como irse a los extremos siempre puede crear una “adicción”, soy partidario de compartir ideologías si nos ayudaran a superar cualquier adversidad, y así, “darnos una segunda oportunidad”.
¿Estás dispuesto a darte una segunda oportunidad aunque fuese a consta de una fuerza externa?

domingo, 24 de enero de 2010

EL CAMINO DE LA VIDA



Se llama Javier, vive en la misma ciudad que yo pero no nos conocemos personalmente. Me había dejado un mensaje a través del blog de mi querida amiga Nuke, ya que en un reciente artículo publicado en un medio digital de mi localidad, donde expongo mis humildes artículos, hacía mención a su enlace “El rincón de Nuke”, donde mostraba mi agradecimiento a las personas que me habían motivado y “empujado” a hacer una de las cosas que más me gustan: ESCRIBIR. A partir de aquí el recorrido que realiza Javier para hacerme llegar sus comentarios y poder entablar contacto conmigo, es un camino largo, difícil, complicado, pero a su vez digno y orgulloso de contar por la ilusión que provoca en mí que estas humildes letras le hayan llegado a alguien de una manera tan intensa, motivándole a dar tales pasos.

El andar de Javier, me hizo reflexionar sobre lo siguiente: pudo haber recorrido un camino más corto, fácil pues siendo ambos de la misma ciudad, conociendo donde trabajo, hubiera sido más sencillo y rápido encontrarme, sin embargo, Javier inició el recorrido de un camino más extenso. Saqué de mi archivo una frase que se aplica con frecuencia en Oriente y dice así: “ningún camino fácil te llevara lejos”, es la forma en que Javier paso a paso se ha ido acercando a mí, y desde aquí quiero agradecérselo porque este gesto ha hecho que rebosen aún más mis ganas de seguir escribiendo.

“Caminar es vivir”. El recorrido más largo y ancho es el que realizamos en la VIDA, al igual que Javier, según nuestra intención, propósito, deseo…cuando uno comienza a andar decide por qué camino avanzar: si por el largo/difícil o por el corto/fácil… El corto, podría ser el más sencillo, el más socorrido para un momento determinado. El buen afán de superación que a la raza humana nos diferencia, en ocasiones nos hará optar por tomar el camino más largo, y… aún tomando éste… se establecerán unas diferencias que serán las que nos definan como la persona que somos: “Lo qué y cómo hagamos en la vida, tendrá su eco en la eternidad”. Estas reflexiones me han permitido contemplar la gran variedad de FORMAS DE CAMINAR, que cada cual tiene opción de elegir y escoger según sus circunstancias:

-Habrá quien decida coger “atajos” para llegar antes y recorrer menos “metros” olvidando que la vida es un camino largo y que es tan importante como necesario recorrer desde el Km.0 hasta el final del destino, pues es el viaje en sí el que nos aporta la verdadera satisfacción: VIVIR viviendo cada paso, enriqueciéndonos de lo hermoso del paisaje, solventando cada problema…sin evitar el enfrentamiento que las adversidades de la vida nos va poniendo como obstáculos, ya que son éstos los que nos hacen crecer, muchas veces nos sirven como “trampolín” para avanzar dando saltos y recorrer así más metros en menor periodo de tiempo.

-Por otro lado, habrá quien ni siquiera se atreva a caminar con los cinco sentidos “activados”, lo cual le impedirá percibir todo aquello que le va llegando durante el trayecto, lo que le proporciona un imperfecto e incompleto “abono” para esta tierra fértil, lo que haría crecer fuerte y recto el tallo de raíz, evitando desvíos hacia los lados… perdiendo así otra oportunidad de “ver”.

-Están también los que deciden caminar sin saber por dónde, con la necesidad de un “lazarillo”. Eligen ir ciegos por el camino, necesitan de el “guía” para que les avise y oriente sobre los obstáculos que se le presentaran para no enfrentarse por sí mismo y prever mediante otros cuáles son las complicaciones que le impedirán avanzar. Ocurre en estos casos con mucha frecuencia que “el lazarillo” se cansa de tirar con la carga del otro, y cuando éste ya está agotado, se libera del peso ajeno, dejando al “ciego aún más ciego”.

-Otros aún cuando ya tienen decidido el camino a seguir, llegado el momento de empezar a andar, no se atreverán a dar ni el primer paso: “suicidios en vida”. Habrá quienes sí den esa inicial zancada y se paralicen ante el miedo de que las cosas no salgan como habían pensado, y tenderán a retroceder e incluso a perderse en el camino de “vuelta a casa”. Tan sólo los que dan ese paso y superan la línea del temor, seguirán avanzando, mirando atrás observando sus miles de “huellas”. Lo importante es que cuando “pisemos”, no lo hagamos de puntillas, sino con la INTENSIDAD necesaria para que dichas huellas dejen “huella”.

Y así, un sinfín de formas de caminar, cada una con la suya. Lo importante, es que tu camino, difícil o no, el que cada cual haya elegido libremente, nos lleve tan lejos como nos hayamos propuesto, preferiblemente sin lazarillo, sin coger “atajos”…sino con la alegría y con el entusiasmo suficiente de caminar el largo y ancho recorrido de nuestra VIDA, paso a paso, sin prisas, con calma, disfrutando y exprimiendo cada instante, donde nuestros pies nos lleven! No olvidemos que, EL DESTINO, SIEMPRE SERÁ PARTE DE NUESTRO PASADO, Y SOBRE TODO DE NUESTRO PRESENTE!

¿Y tú has elegido camino, cómo haces tu recorrido, hacia dónde te diriges?

Gracias Javier por tú interés en buscarme, por tu forma de encontrarme y de llegar a mí…

viernes, 8 de enero de 2010

AHORA TOCA DEPURARSE


Pasadas ya estas fechas donde uno se sacia hasta la plenitud de comidas, fiestas, encuentros, compras, de…prácticamente TODO, paramos y hacemos balance sobre lo “comido y vivido” intensamente en tan corto periodo de tiempo transcurrido. El presente nos “empuja” a mirar por el retrovisor. Muchos se verán reflejados en el “espejo” con esos kilos de más e intentarán cumplir la “típica” promesa: una dieta para volver al lugar de donde se partió antes de llegar hasta aquí. Previo comienzo al régimen depurativo, es importante que dejemos pasar unas semanas desde el último festín, porque la “simple vuelta” a la vida cotidiana y la ingesta de menos alimentos, da lugar al primer paso para empezar a perder peso de forma paulatina y efectiva. Cuando ya nos hemos acostumbrado a tomar menos calorías, es momento de empezar esta dieta para que nos ayude a eliminar las impurezas que se han acumulado en nuestro cuerpo. Ingerir mucha “fruta y verdura” son las aliadas perfectas para perder “toxinas”, esa es la línea que se debe seguir, orientados por profesionales, cuando lo requerimos.
Y… “¿cómo nos DEPURAMOS de la ingesta de los “alimentos” que nos han “intoxicado el alma?” Hablo de la falsedad, la hipocresía con la que tratamos y somos tratados en estas fechas pasadas. De saludar a quienes no hacemos durante el año, sentarnos al lado de nuestro familiar al cual no “tragamos”, de mirar al otro sin querer verlo, y así un sin fin de “alimentos”, que han engordado los sentimientos negativos. Acaso, ¿será igual de efectiva la ingesta de frutas y verduras? Deberemos igualmente dejar pasar un tiempo prudencial desde la ultima “obligada” apariencia de que nada negativo ocurre, de tal forma que nos vayamos acostumbrando poco a poco a la vuelta a nuestro SER más puro, ese donde “nos sentimos” más libres, donde no nos condena ya la presión social y familiar que implica el llamado “espíritu navideño”, donde todos fingimos ser ejemplo de Paz, lo que da como resultado una Paz, sí, pero invertida. La bautizo así porque aunque desde fuera se aprecia una sutil armonía en nuestros comportamientos hacia los demás, por dentro se están librando las más bélicas batallas con nuestro SER más interno. Otra Navidad…arrastrados y manejados como marionetas o títeres de una realidad que muchas veces nada tiene, ni tendrá que ver con la nuestra.
¿Cuál será la ingesta que depure tu alma pasadas estas fechas cargada de alimentos “ricos” en grasas y azúcares?

viernes, 1 de enero de 2010

DEUS SOLUS IUDICARE ME POTEST

Para juzgar (hablo de aquellos que creen tener derecho) deberían ser conscientes del daño que pueden ocasionar, de lo contrario carecen de empatía. En la vida diaria nos encontramos con personas en cuya conversación todo es crítica, comentarios destructivos, inconformidad y desaliento; personas que crean en nosotros un sabor amargo y negativo, y no nos dejan ninguna enseñanza más que una atmósfera contaminada que respiramos al compartir ese rato con ellos.
Si inconscientemente les seguimos el juego y nos volvemos partícipes de esa conversación, terminaremos al final del día, cargados de toda esa energía dañina y envolveremos a todos los que se nos acerquen. Así se van formando grupos de inconsciencia colectiva, que se multiplican y destruyen a su paso a muchos seres inocentes que caen en sus juicios.
Es por ello, que hoy quiero plasmar en este artículo una experiencia real y conmovedora que me hizo reflexionar profundamente sobre estas actitudes inconscientes, que nos llevan a juzgar implacablemente a los demás, sin tener la menor idea de lo que realmente está sucediendo en el interior de cada ser humano. Una experiencia que mi amiga Nuke relató en su blog (“el rincón de Nuke”) titulada: “Juan”. Cuando tuve la suerte de leerlo, se codeó con mi interior para hacerme recapacitar, y hoy quiero compartir con todos ustedes:

SE LLAMABA JUAN
Recién llegada a Madrid (ya ha llovido), trabajé y viví durante mucho tiempo en la C/ Avda. Reina Victoria cerca de Moncloa. Todas las tardes, al salir del trabajo, tenía que cruzarme de camino a casa a un mendigo de unos 60 años que me llamaba muchísimo la atención y reparaba en él unos segundos. Le recuerdo rodeado de perros con los que de vez en cuando compartía un bocadillo que algún "alma caritativa" le había dado un rato antes, (lo cual además, me parecía conmovedor)...atados por unas cuerdas a un carro de supermercado, lleno de trastos viejos y alguna manta del que tiraba por la calle, de banco en banco sentándose a descansar. Siempre correcto con todos y conocido en el barrio, amable, con presencia, barba de muchos días, paso lento, sucio y ausente. Dudo mucho que se diera cuenta en realidad de la gente que pasaba a su lado. Alguna vez y haciendo honor a esta "hipocresía" del ser humano, lo "desalojaron" para inaugurar un tramo de la calle, por si salía al lado del alcalde y estropeaba la foto, pero eso es otra historia. Después de un tiempo viéndole a diario quise saber de él, me pudo la curiosidad porque el personaje no iba acorde con la persona, digamos que pensé que ese traje no le pegaba. Y una tarde le pregunté al portero de al lado de mi casa, un señor mayor a punto de jubilarse si sabía algo y me contestó: Si mujer!...Es Juan, vecino de siempre.
Me contó que Juan, había vivido en la C/ Gral. Ibáñez Ibero cerca de mi trabajo toda la vida, magistrado de profesión, (sin familia, sin hermanos ni padre) desde pequeño. Un día de regreso de unas vacaciones en un accidente de tráfico, (conduciendo él), perdió a su mujer y a un hijo de 11 años. A raíz de eso y sin poder superarlo, lo perdió todo.
En su creencia de estar bien seguía aferrado a las calles que le vieron crecer y dónde hizo su vida en tiempos felices. Me di cuenta concluida su explicación, de la importancia de tener algo o a alguien a lo que aferrarse y de como la mente sucumbe en muchos casos al golpe del corazón hasta llevarnos a perder el norte y la cabeza, sin encontrar el camino que nos lleva de regreso a la realidad para terminar perdiéndonos sin remedio alguno.
La "mente" es todo.
Y aprendí tres cosas:
1ª. Que la vida es un tablero de ajedrez, dónde nosotros no tenemos ni tablero ni fichas. Ella manda.
2ª. Que nos quejamos de vicio, sin reparar en las cosas amables que tenemos alrededor
3ª Y última, pero no menos importante: aprendí a no prejuzgar.
Detrás de cada ser humano, de la condición que sea, hay una historia que condiciona su vida, hasta puntos insospechados. Desde entonces, siempre que me cruzo con alguien que duerme en la calle, en cierto modo se llama Juan.

Y yo modestamente añado: Deus solus iudicare me potest